Comenzar de nuevo

Una cosa son los tropiezos y las caídas en el camino de la virtud y en la carrera de la justicia, conforme a la palabra de los Padres: “En el camino de la virtud existen caídas, alteraciones, violencias etc.”, y otra cosa es, por el contrario, la muerte del alma, la completa destrucción y la desolación total.

Esta es la forma en que se conoce (que se está en el primer caso): cuando uno, aunque caiga, no olvida el amor del Padre; cuando, aunque esté cargado de culpas de todo tipo, su diligencia hacia la obra bella no queda interrumpida; cuando uno no es negligente en afrontar de nuevo la batalla contra las mismas cosas por las cuales ha sido derrotado; cuando no se cansa de comenzar de nuevo, cada día, a construir desde los cimientos la ruina de su edificio, teniendo en su boca las palabras del profeta: “¡Hasta la hora en que (yo) salga de este mundo, no te alegres de mí, enemigo mío! Porque he caído, pero de nuevo me levanto; estoy sentado entre las tinieblas, pero el Señor me ilumina” (cf. Miq 7, 8).

De esa manera no cesará de combatir hasta la muerte; no se dará por vencido mientras haya respiración en sus narices; y aunque su nave naufragase cada día y los resultados obtenidos de su comercio (acabasen) en el abismo, no cesará de tomar prestado y de cargar (otras) naves y de navegar con esperanza. Hasta que el Señor, viendo su diligencia, tenga piedad de su ruina, dirija hacia él sus misericordias y le conceda impulsos poderosos para soportar y afrontar los dardos incendiarios del mal.

San Isaac el Sirio – Siglo VII