Jueves de la Octava de Pascua

16 de abril de 2020
(Ciclo A - Año par)






  • Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos (Hch 3, 11-26)
  • ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! (Sal 8)
  • Así está escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día (Lc 24, 35-48)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

“Por la fe en su nombre” (He 3, 11-26)

Pedro y Juan acaban de devolver la salud a un paralítico y su principal preocupación es que no crean los israelitas, testigos de este milagro, que ha sido “con nuestro propio poder o virtud” como lo ha curado. Porque el cristiano no es un iniciado que ha alcanzado unos determinados poderes para manejar las energías del cosmos en un determinado sentido. El cristiano es un pobre hombre que ha tenido la suerte –ha recibido la gracia- de encontrarse con Jesucristo, que es el Hijo de Dios hecho hombre, que es, por tanto, quien posee “el Nombre sobre todo nombre (Flp 2, 9). Ha sido por la invocación del nombre de Jesús, como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob le ha “restituido completamente la salud a la vista de todos vosotros”. “No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria” (Sal 113B, 1).

La corporalidad recuperada (Lc 24, 35-48)

Los paganos cultos de la Antigüedad se burlaban de los cristianos diciendo de ellos que eran unos insensatos que creían que lo que “se come el sepulcro” –“sarcófago” significa, literalmente, “comedor de carne”- vuelve a la vida, que la carne resucita. El Señor, que conocía por adelantado los razonamientos de los intelectuales de la Antigüedad pagana, se adelantó y subrayó a los discípulos la realidad de su carne, de su corporalidad recuperada, la misma corporalidad con la que él subió a la cruz; y por eso “les mostró las manos y los pies”, con las heridas de los clavos, para que disipar cualquier duda. “Palpadme”: nunca la novedad de Dios ha sido expresada de una manera tan carnal, reclamando al sentido del tacto para verificar que lo imposible se ha hecho realidad: Cristo ha resucitado.

“Solo Dios basta”

Ahora que no podemos salir a pasear o a hacer deporte, que no podemos cenar con nuestros amigos, ni abrazar a los que amamos; ahora que no podemos coger el coche e irnos a dar una vuelta, ni podemos pensar en organizar un buen fin de semana o unas mini- vacaciones o un viaje. Ahora que nuestra vida, tan acostumbrada a poderse conceder pequeñas satisfacciones más allá de lo imprescindible, empieza a parecerse a la tarea de subsistir en una ciudadela –nuestra casa- rodeada por un enemigo invisible, ahora tenemos una ocasión maravillosa para hacer ver que, aunque se nos prive de casi todo lo que nos gusta y da color y sabor a nuestra vida, podemos permanecer tranquilos, con paz y alegría, con esperanza y buen humor, porque no nos han arrebatado lo más importante: Dios. Si permanecemos así ilustraremos la verdad que santa Teresa subrayó con tanta fuerza al escribir que “solo Dios basta”.