Ave Regina Caeloum

Ave Regina Caelorum
ave Domina angelorum!
Salve radix, salve porta
ex qua mundo lux est orta!
Gaude virgo gloriosa,
super omnes speciosa!
Vale, o valde decora
et pro nobis Christum exora!


¡Salve Reina de los Cielos
y Señora de los ángeles!
¡Salve Raíz, salve Puerta,
que dio paso a nuestra luz!
¡Alégrate, Virgen gloriosa,
entre todas la más bella!
¡Salve oh hermosa doncella,
ruega a Cristo por nosotros!
Amén.

Oración en formato pdf

I Domingo de Adviento

15 de agosto 

27 de noviembre de 2022

(Ciclo A - Año impar)





  • El Señor congrega a todas las naciones en la paz eterna del Reino de Dios (Is 2, 1-5)
  • Vamos alegres a la casa del Señor (Sal 121)
  • La salvación está más cerca de nosotros (Rom 13, 11-14a)
  • Estad en vela para estar preparados (Mt 24, 37-44)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

“Al final de los días…”. La Buena Noticia que la iglesia nos da, en este primer domingo de Adviento, es que los días tendrán un final, es decir, que la historia humana no será siempre la monótona repetición de lo mismo, sino que tendrá un final en el que irrumpirá algo verdaderamente nuevo, un estado de cosas completamente diferente al que conocemos ahora. Lo que ahora conocemos es la división entre los hombres, la imposible unidad del género humano, siempre dividido por la economía, la política, la cultura, la memoria histórica etc.

Lo que se nos anuncia es la irrupción del Reino de Dios que realizará la unidad del género humano, porque “hacia el monte del Señor, hacia la casa del Dios de Jacob (…) confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos”. La unidad es un milagro que hará el Señor. Los hombres muy a menudo somos incapaces de hacerla.

Sobre la belleza

La belleza como anticipo del cielo

Al hablar de este deseo de nuestra lejana patria que hallamos en nosotros aquí y ahora siento cierto pudor: estoy cometiendo prácticamente una indecencia. Estoy intentando desvelar el secreto insondable que existe en cada uno de ustedes: ese secreto que duele tanto que nos vengamos de él poniéndole nombres como Nostalgia, Romanticismo y Adolescencia; ese secreto que nos atraviesa con tanta suavidad que, cuando una conversación íntima se hace inminente, nos incomodamos y fingimos reírnos de nosotros mismos; ese secreto que no podemos ocultar y del que no podemos hablar, aunque deseemos hacer ambas cosas. No podemos hablar de él porque se trata del deseo de algo que nuestra experiencia nunca nos ha ofrecido. No podemos ocultarlo porque nuestra experiencia está constantemente insinuándolo, y nos traicionamos como los enamorados cuando se menciona un nombre. Nuestro recurso más habitual es llamarlo belleza y comportarnos como si así el asunto quedara zanjado (…) Los libros o la música en los que pensamos que se halla la belleza nos traicionarán si depositamos nuestra confianza en ellos: la belleza no estaba en ellos, únicamente nos llegaba a  través de ellos, y lo que nos llegaba a través de ellos era la nostalgia (…) Porque no son la cosa en sí: solo son el aroma de una flor que no hemos encontrado, el eco de una melodía que no hemos escuchado, la información que tenemos de un país que nunca hemos visitado. ¿Creen que pretendo tejer un hechizo? Puede ser. Pero recuerden los cuentos de hadas: los hechizos se usan tanto para romper encantamientos como para provocarlos. Y ustedes y yo necesitamos el hechizo más potente que existe para despertarnos del perverso encantamiento de la mundanidad al que se nos ha venido exponiendo durante casi un siglo. Casi toda nuestra educación se ha dirigido a silenciar esa voz interior tímida y persistente; casi todas nuestras filosofías modernas se han concebido para convencernos de que el bien del hombre se tiene que buscar en este mundo. 

Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

15 de agosto 

 

20 de noviembre de 2022

(Ciclo C - Año par)




  • Ellos ungieron a David como rey de Israel (2 Sam 5, 1-3)
  • Vamos alegres a la casa del Señor (Sal 121)
  • Nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor (Col 1, 12-20)
  • Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino (Lc 23, 35-43)
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El evangelio de hoy nos ofrece una imagen de lo que es la humanidad: un conjunto de malhechores en medio de los cuales está crucificado el único inocente, Jesús, el Señor. Al presentarnos esta imagen rompe uno de los sueños más enraizados en el corazón del hombre y abre una ventana a la esperanza. El sueño que el evangelio de hoy destruye es el de pensar que los hombres se dividen en buenos y malos y que yo estoy entre los buenos. La esperanza que inaugura es que, si a pesar de mi maldad, invoco con fe al Señor Jesús, también yo escucharé las benditas palabras: “Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso”.

“Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios” (Rm 3,23), afirma san Pablo. Es tanto como decir que todos “hemos hecho el mal”, es decir, que todos hemos sido, en alguna ocasión y de algún modo, “mal-hechores”, “hacedores del mal”. Porque Dios es Amor (1Jn 4,16) y ¿quién de nosotros puede afirmar que nunca ha herido al Amor? Todos, en efecto, a veces por debilidad y otras por egoísmo o malicia, hemos herido al Amor en la persona de nuestros padres, de nuestro cónyuge, de nuestros hijos, de nuestros familiares o compañeros de trabajo o vecinos, o amigos, o de nuestro prójimo en general. Por lo tanto todos merecemos la muerte ya que “el salario del pecado es la muerte” (Rm 6,23). El lugar que nos corresponde es el Calvario.

Frases...

“Casi nunca las emociones son como esperábamos. Por eso la anticipación sentimental es siempre una práctica fallida”




Autor: Itxu DÍAZ
Título: Todo iba bien. Breve ensayo sobre la tristeza, la nostalgia y la felicidad. Ediciones Encuentro, Madrid, 2020, (pp. 74-75)







XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 


13 de noviembre de 2022

(Ciclo C - Año par)




  • A vosotros os iluminará un sol de justicia (Mal 3, 19-20a)
  • El Señor llega para regir los pueblos con rectitud (Sal 97)
  • Si alguno no quiere trabajar, que no coma (2 Tes 3, 7-12)
  • Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas (Lc 21, 5-19)
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El domingo pasado la Palabra de Dios nos hablaba de la esperanza escatológica, de la “gran esperanza”, del “cielo” en el que nos aguarda el Señor. Este domingo nos habla de lo que nos espera, pero no al final de los tiempos, cuando vuelva el Señor, sino de lo que nos espera aquí, en el tiempo, en la historia humana, en la vida terrena. Y el panorama que el Señor nos describe es bastante penoso: nos dice que nos las vamos a tener que ver con la idolatría, con el desorden y con la persecución, la traición y el odio.

La idolatría, porque muchos dirán “yo soy” o “el momento está cerca”, es decir, porque muchos pretenderán tener la solución, la respuesta adecuada a los anhelos del corazón del hombre y conocer el futuro, es decir, poseer la clave de la historia humana, saber hacia donde vamos inexorablemente, hacia dónde camina la historia.

Amar la vida tal como es

Es necesario elegir entre el amor ilusorio a la vida, que nos empuja a postergarla indefinidamente, y el amor real, aun herido, con el que la asumimos. Entre amar la vida hipotéticamente por lo que se espera de ella o amarla incondicionalmente por lo que es, muchas veces pura impotencia, pura pérdida, carencia irresoluble. Condicionar el gozo por la vida a una felicidad soñada es ya renunciar a él, porque la vida es decepcionante (no temamos esta palabra). Debemos esforzarnos para pasar del apego narcisista a la idealización de la vida, a la hospitalidad de la vida tal como se nos presenta, sin mentiras ni ilusiones; y eso requiere un camino de depuración, sin renunciar a la complejidad de la propia existencia, pero aceptando que no se puede desvelar completamente.

¿Cuándo llega la hora de la felicidad?, nos preguntamos. Llega en esos momentos de gracia en que no esperamos nada.



Autor: José TOLENTINO MENDONÇA
Título: Pequeña teología de la lentitud
Editorial: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2017, (PP. 36-37)







XXXII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 


6 de noviembre de 2022

(Ciclo C - Año par)




  • El Rey del universo nos resucitará para una vida eterna (2 Mac 7, 1-2. 9-14)
  • Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor (Sal 16)
  • Que el Señor os dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas (2 Tes 2, 16 - 3, 5)
  • No es Dios de muertos, sino de vivos (Lc 20, 27-38)
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Benedicto XVI, en su encíclica sobre la esperanza, distingue entre las “pequeñas esperanzas” -la esperanza de aprobar una oposición, de curarme de una enfermedad, de encontrar la persona adecuada para compartir mi vida con ella etc.- que nos ayudan a vivir la vida y la “gran esperanza”, que es la esperanza cristiana, la esperanza de participar en la resurrección de Jesucristo, de vivir en plenitud la vida nueva, la vida divina, que en Él se nos ofrece.

En la segunda lectura de hoy se nos ha dicho que Jesucristo “nos ha regalado (…) una gran esperanza”. Es apoyándose en esa gran esperanza, que todavía no había sido revelada en todo su esplendor, como los siete hermanos de la primera lectura de hoy, fueron capaces de afrontar el martirio proclamando que “vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará”.

El octavo mandamiento



El octavo mandamiento ordena: No darás testimonio falso contra tu prójimo (Ex 20,16). El Señor lo retoma en el evangelio con estas palabras: Se dijo a los antepasados: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos (Mt 5,33). Es un mandamiento que regula las relaciones con el prójimo desde el punto de vista de la verdad. Pues Dios es la Verdad y el pueblo de la Alianza tiene que caracterizarse por vivir en la verdad. Toda traición a la verdad comporta una traición a la relación con el Dios que es veraz (Rm 3,4) y que nos ha llamado en Jesucristo luz verdadera que ilumina a todo hombre (Jn 1,9), a vivir como hijos de la luz (Ef 5,8) y a ser santificados por la obediencia a la verdad (1 Pe 1,22).

1. La búsqueda humana de la verdad.

“Todos los hombres, conforme a su dignidad, por ser personas..., se ven impulsados, por su misma naturaleza, a buscar la verdad y, además, tienen la obligación moral de hacerlo, sobre todo con respecto a la verdad religiosa. Están obligados también a adherirse a la verdad una vez que la han conocido y a ordenar toda su vida según sus exigencias” afirma el Catecismo (2467) citando el concilio Vaticano II.