Escuela de la fe #07: Libres y esclavos


Libres y esclavos


D. Fernando Colomer Ferrándiz
28 de enero de 2022


Enlace para escuchar en ivoox: https://go.ivoox.com/rf/126369574

IV Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

30 de enero de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Te constituí profeta de las naciones (Jer 1, 4-5. 17-19)
  • Mi boca contará tu salvación, Señor (Sal 70)
  • Quedan la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor (1 Cor 12, 31-13, 13)
  • Jesús, como Elías y Eliseo, no solo es enviado a los judíos (Lc 4, 21-30)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

El evangelio que acabamos de escuchar pone de relieve una de las constantes que acompañará la vida terrena de Jesús y el anuncio del Evangelio hasta que Él vuelva. Se trata de la lucha entre la idea que los hombres tenemos de Dios y la verdad de Dios. Se trata de la aceptación de la libertad de Dios.

¿No es éste el hijo de José?”, se preguntan sus paisanos de Nazaret después de haberse “admirado de las palabras de gracia que salían de sus labios”. Detrás de esta pregunta retórica se esconde un drama: que ellos tienen una idea preconcebida de Dios, de su manera de ser y de actuar, y que a causa de esa idea suya no pueden creer que Jesús sea verdaderamente el enviado de Dios, aquel en quien se cumple el anuncio del profeta Isaías. Jesús no encuentra fe en sus paisanos; lo que encuentra es una especie de curiosidad socarrona:

Oración de la mañana










Señor,
en el silencio de este día que nace,
vengo a suplicarte la paz,
la sabiduría y la fuerza.

Quiero mirar hoy el mundo
con unos ojos llenos de amor.
Quiero ser paciente, comprensivo y dulce.

Ver a tus hijos, más allá de las apariencias,
como Tú mismo los ves:
viendo sólo el bien en cada uno de ellos.

Cierra mis oídos a toda calumnia,
guarda mi lengua de toda maldad;
que mi espíritu albergue únicamente
pensamientos de bendición.

Que yo sea tan bondadoso y tan alegre
que todos los que se acerquen a mí
sientan tu presencia.

Revísteme de tu belleza, Señor,
y que a lo largo de este día
yo te haga presente a Ti.

Amén.

III Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

23 de enero de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Leyeron el libro de la Ley, explicando su sentido (Neh 8, 2-4a. 5-6. 8-10)
  • Tus palabras, Señor, son espíritu y vida (Sal 18)
  • Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro (1 Cor 12, 12-30)
  • Hoy se ha cumplido esta Escritura (Lc 1, 1-4; 4, 14-21)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

“Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él”. Comentando este pasaje del Evangelio, Orígenes (185-253) escribe: “También ahora, si vosotros queréis, en nuestra sinagoga, en nuestra asamblea podéis fijar los ojos en el Salvador. Cuando diriges la mirada más profunda de tu corazón hacia la contemplación de la Sabiduría, de la Verdad y del Hijo único de Dios, tienes los ojos fijos en Jesús. Bienaventurada la asamblea que tiene los ojos fijos en Él. Quisiera que en esta asamblea todos, catecúmenos y fieles, mujeres, varones y niños, tengan los ojos, no los del cuerpo sino los del alma, ocupados en mirar a Jesús. Pues cuando le miráis, su luz y su destello iluminan vuestros rostros con mayor resplandor”. Yo también deseo eso mismo para vosotros y se lo pido al Señor.

La enfermedad

Descubrir que tienes una enfermedad te catapulta hacia una dimensión de libertad. No puedes programar nada, excepto el tratamiento. De repente, dispones de más espacio en el disco duro de tu cerebro. No digo que enfermar sea una suerte (…) Pero lo bueno de una enfermedad es que entiendes las prioridades. Las percibes sin dudar y sales de la rueda del hámster. Por plena que sea una vida, tarde o temprano se convierte en una especie de burbuja en la que siempre hacemos las mismas cosas. Cuando nos ponemos enfermos, la burbuja estalla. Descubres experiencias nuevas, conoces a otras personas: médicos, enfermeras, otros enfermos. Otros mundos.

(…)

¿Qué he hecho mal? ¿Dónde me he equivocado?

Todo el que enferme de gravedad se formula esa pregunta, de forma más o menos consciente, con mayor o menor urgencia.

Según lo racional que sea, pensará que su enfermedad es una consecuencia de las ondas electromagnéticas, de la contaminación, del estrés, del trabajo, de las personas a las que ha amado, de las decisiones que ha tomado, de lo que ha comido… Experimentará una mezcla de sentimiento de culpa, por el error que ha introducido en su cuerpo la discordancia y la enfermedad, y de esperanza: identificando ese error, conseguirá taponar la grieta, recuperar la integridad, encontrar de nuevo el rumbo correcto.

“No comeré más alimentos que me envenenan, no dormiré con el móvil en la mesita de noche, eliminaré los metales, las relaciones nocivas, los malos hábitos, saldré en busca de todos los errores de mi vida y de todos los problemas no resueltos y lo arreglaré todo”. El enfermo se ilusiona creyendo que puede depurar su enfermedad y recuperar la salud. Es una ilusión comprensible. Pero ya no hay remedio para la enfermedad. Los milagros son cosas del destino y la única posibilidad es confiar en la ciencia. La quimioterapia da asco, pero es lo único que tal vez pueda ayudar.

Pese a todas las evidencias –niños que mueren, accidentes absurdos, hambre, guerras, epidemias-, no conseguimos aceptar la insensatez de la enfermedad. Tal vez no podamos porque si siempre fuéramos conscientes de todas las cosas terribles e injustas que ocurren en el mundo a cada instante, nos volveríamos locos. Y tal vez no debamos, porque la voluntad de curarse es, desde luego, más útil que el deseo de abandonar. Cuando sigo la dieta que me ha prescrito la oncológa antroposófica, que consiste en eliminar grasas animales, levaduras, alcohol y azúcares, enseguida me siento mejor, más fuerte y lúcida. Tal vez me encontraría aún mejor si fuera capaz de comer poco, pero de todo. Lo que ayuda es limitar los azúcares, las grasas y la comida en general, no eliminar ciertos alimentos. Aun así, siempre vamos en busca de una solución radical. Esto sí y lo otro no, blanco o negro, correcto o incorrecto: si tenemos unas reglas que seguir todo parece más fácil.

Necesitamos encontrar causas, significados, soluciones.

Si no me hubiera matado a trabajar, si me hubiera protegido más, si hubiera comido un poco de todo, si hubiera actuado con moderación, de forma racional, si no hubiera planteado preguntas difíciles, si no me hubiera metido en todas las batallas y no hubiera aceptado todos los desafíos, si no me hubiera casado con un hombre que me hace sufrir, si me hubiera conformado con disfrutar del viento entre las ramas y no me hubiera obligado a superar mis límites, tal vez mi cuerpo hubiera sido capaz de mantener a raya la enfermedad. Pero no lo hice. Mis errores son lo que queda. Las alegrías, los impulsos, las emociones y las pasiones, los riesgos que he asumido…, todo eso es mi vida. Los errores han hecho de mí lo que soy.

¿Nos hemos equivocado? Puede ser, pero si pensamos que no existe más verdad que la nuestra, y que está indisolublemente ligada a quienes somos en ese momento, entonces el concepto de error también deja de tener sentido. Me he equivocado, pero soy. Y amo y vivo, de momento.

(…)

Encuentro una frase de Dostoievski entre mis notas: “Pese a todas las pérdidas y privaciones que he sufrido, amo ardientemente la vida, amo la vida en sí misma y, de verdad, es como si aún me estuviera preparando a cada momento para dar comienzo a mi vida. Y aún soy completamente incapaz de distinguir si ya me estoy acercando al fin de mi vida o si apenas estoy en el momento de iniciarla. Y ese es el rasgo fundamental de mi carácter y, tal vez, también de la realidad”.



Autor: Daria BIGNARDI
Título: Historia de mi ansia
Editorial: Duomo ediciones, Barcelona, 2019, (pp. 21, 40, 147-149)








II Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

16 de enero de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Se regocija el marido con su esposa ( Is 62, 1-5)
  • Contad las maravillas del Señor a todas las naciones (Sal 95)
  • El mismo y único Espíritu reparte a cada uno en particular como él quiere (1 Cor 12, 4-11)
  • Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea (Jn 2, 1-11)
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El Evangelio de hoy nos narra, queridos hermanos, cómo Jesús convirtió unos seiscientos litros de agua en vino de la mejor calidad. Una fiesta de bodas duraba en Israel toda una semana. Iba acompañada de música y de juerga, de bailes y de cantos. Eran proverbiales el júbilo y el gozo, el buen humor y la alegría. Como en toda fiesta no podía faltar el vino “que alegra el corazón del hombre” (Sal 104; Jue 9,13): el vino es sinónimo de alegría. Si llegara a faltar el vino toda esa alegría se convertiría en un bochorno y en una vergüenza para los recién casados, que verían así amargamente estropeado un momento tan bello de su vida. Jesús va a salvar esa fiesta.

Frases...

“Hemos decidido seguir su consejo y seguir llamándolo Hotel Silencio. Y hemos colocado un cartel en tres idiomas. Me señala la pared que tiene detrás. El silencio salvará el mundo, reza el cartel”.


Auður Ava Ólafsdóttir (Reikiavik, 1958)

Bautismo del Señor

15 de agosto 

9 de enero de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Mirad a mi siervo, en quien me complazco (Is 42, 1-4. 6-7)
  • El Señor bendice a su pueblo con la paz (Sal 28)
  • Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo (Hch 10, 34-38)
  • Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos (Lc 3, 15-16. 21-22)
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Celebramos hoy el bautismo del Señor que constituyó una manifestación pública del ser de Cristo, de su identidad, ante el pueblo de Israel. Fue como una especie de respuesta pública a la pregunta “¿quién es este hombre, llamado Jesús de Nazaret?”, una especie de “segundo nacimiento” (S. Máximo de Turín) realizado no ya en el silencio de la noche sino a la luz pública del día, en medio del pueblo de Israel, reunido en torno a Juan.

Epifanía del Señor

15 de agosto 

6 de enero de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • La gloria del Señor amanece sobre ti (Is 60, 1-6)
  • Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra (Sal 71)
  • Ahora ha sido revelado que los gentiles son coherederos de la promesa (Ef 3, 2-3a. 5-6)
  • Venimos a adorar al Rey (Mt 2, 1-12)
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Cuando el Señor eligió a Abraham lo hizo para que, a través de su descendencia, fueran bendecidos “todos los linajes de la tierra” (Gn 12,3), “todos los pueblos de la tierra” (Gn 18,18). De Abraham sacaría Dios más tarde un pueblo, Israel, que tendría como misión en el mundo ser el portador de la salvación de Dios para todos los hombres. Pues “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tm 2,3-4). Por eso ya desde antiguo el profeta Isaías exhortó a Israel a “ensanchar” su corazón, para acoger en su seno a la multitud de los gentiles: “Tus hijos llegan de lejos…Te inundará una multitud de camellos, los dromedarios de Madián y de Efá” (Is 60,1-6). Este misterio, escondido durante siglos eternos en Dios, es el que ahora, con la venida de Cristo, ha sido revelado: que “también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio” (Ef 3,6). Pues Jesucristo es la descendencia de Abraham en la que son bendecidas todas las naciones de la tierra.         Por eso los magos preguntan “dónde está el rey de los judíos”. Es la misma inscripción que se pondrá sobre la cruz: Jesús Nazareno, Rey de los judíos. La salvación de Dios viene, en efecto, de los judíos. Pero es una salvación ofrecida a todos los hombres. Los magos que llegan de Oriente reconocen en Jesús al “rey de los judíos” por el que se les ofrece la salvación también a ellos, que no son judíos.

 

Aprender a esperar

Hoy en día vivimos en un acelerador de partículas, en un clima de expectativa permanente. Tenemos una dificultad que nos parece insuperable: la de sumergirnos en la lentitud y gratuidad de los procesos humanos auténticos, por excepcionales y cotidianos que sean.

Nuestra cultura, ingenuamente mitificadora de la eficacia y el utilitarismo, ha abolido hace tiempo el valor de esperar: la espera se ha convertido en un peso muerto que nos incomoda y que es preciso tirar por la borda.

Quizá necesitaríamos decirnos a nosotros mismos y a los demás que esperar no es necesariamente una pérdida de tiempo. Que puede ser justo lo contrario: reconocer el propio tiempo, el tiempo necesario para ser; tomar tiempo para uno mismo, como lugar de maduración, como oportunidad recuperada. Quien no acepte, por ejemplo, la imposibilidad de satisfacer inmediatamente un deseo, difícilmente llegará a saber lo que es un deseo (o, por lo menos, un gran deseo). Quien no tenga paciencia para esperar que germine la simiente, jamás experimentará la alegría de verla florecer.

En cuestiones de tiempo, la vida es completamente artesanal.




Autor: José TOLENTINO MENDONÇA
Título: Pequeña teología de la lentitud
Editorial: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2017, (p.p. 23-25)







II Domingo después de Navidad

15 de agosto 

2 de enero de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • La sabiduría de Dios habitó en el pueblo escogido (Eclo 24, 1-2. 8-12)
  • El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Sal 147)
  • Él nos ha destinado por medio de Jesucristo a ser sus hijos (Ef 1, 3-6. 15-18)
  • El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1, 1-18)
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Al contemplar el misterio del niño que nos ha nacido en Navidad, surge inevitablemente la pregunta: ¿quién es este niño, cuál es su verdadera identidad? De él se nos dicen cosas extraordinarias, que es el Mesías, el Señor, el Salvador, que es “maravilla de consejero”, “príncipe de la paz”. ¿Por qué es todas estas cosas? ¿Quién es él?