Catequesis parroquial nº 170
Autor: D. Fernando Colomer FerrándizFecha: 22 de junio de 2022
26 de junio de 2022
(Ciclo C - Año par)
Este santo evangelio se inicia con la expresión “cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo”. No se trata de una consideración fundamentalmente cronológica sino, ante todo, teológica, que indica que ha llegado la hora de realizar lo que el Padre del cielo le ha encargado, que san Lucas designa con su final feliz: “ser llevado al cielo”. Pero Jesús sabe que para llegar a ese final feliz tiene que pasar antes por la pasión y por la muerte en la cruz. Se trata, por lo tanto, de asumir su destino, de afrontar su “hora”, como san Juan en su evangelio: “sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre” (Jn 13, 1).
Pues bien,
ante su destino, ante su hora, Jesús “tomó la firme decisión de ir a
Jerusalén”, porque Jesús sabía que su partida se tenía que cumplir en
Jerusalén, tal como hablaban entre sí Moisés y Elías en el episodio de la
transfiguración (Lc 9, 31) y porque, tal como el propio Jesús afirmó, “no cabe
que un profeta perezca fuera de Jerusalén” (Lc 13, 33). Entonces Jesús tomó la firme decisión de ir a Jerusalén, es
decir, de afrontar su destino, su misión, su tarea, la que el Padre le ha
confiado. No encontramos en Jesús una consideración sobre si le gusta o no le
gusta esa tarea, sino que encontramos una firme
decisión.
19 de junio de 2022
(Ciclo C - Año par)
Tú
eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec, hemos repetido en el
salmo responsorial. Impresiona mucho contemplar el gesto de Melquisedec,
realizado unos 1900 años antes de que Jesús, en la última cena, nos entregara
la Eucaristía. Porque Melquisedec es un pagano, un hombre que pertenece a la
religiosidad natural, a las religiones cósmicas que, a partir de la
contemplación del mundo y de la historia humana, intentan elevarse hacia Dios.
Abrahán, en cambio, es el hombre elegido por Dios para realizar, a través de su
descendencia, el designio divino de salvación, para que por él, por su
descendencia, sean bendecidas “todas las naciones”, tal como el Señor le había
prometido: “Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra” (Gn 12,3). Al bendecir Melquisedec a Abraham, reconoce que
la obra salvadora de Dios se realizará a través de Abraham. Esta humildad de
Melquisedec ya es desconcertante. Pero impresiona todavía mucho más leer que
Melquisedec, “sacerdote del Dios Altísimo, ofreció pan y vino”. No es una
ofrenda muy habitual en las religiones naturales, que normalmente ofrecen
animales o frutos de la tierra; es claramente una profecía de la Eucaristía.
Con este gesto Melquisedec está profetizando que todos los esfuerzos del hombre
por ir hacia Dios van a culminar, a resumirse, a simplificarse, en el pan y el
vino de los que Jesús dirá “esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros” y
“ésta es mi sangre que será derramada por vosotros y por todos los hombres para
el perdón de los pecados”, es decir, van a resumirse en Jesús, en su entrega
sacrificial.
12 de junio de 2022
(Ciclo C - Año par)
5 de junio de 2022
(Ciclo C - Año par)
4 de junio de 2022
(Ciclo C - Año par)