XVII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

 30 de julio de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Pediste para ti inteligencia (1 Re 3, 5. 7-12)
  • ¡Cuánto amo tu ley, Señor! (Sal 118)
  • Nos predestinó a reproducir la imagen de su Hijo (Rom 8, 28-30)
  • Vende todo lo que tiene y compra el campo (Mt 13, 44-52)
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“¿Entendéis bien todo esto?”. Para el Señor es importante que entendamos bien la naturaleza del Reino de los cielos, su condición aquí en la tierra, así como las exigencias que comporta.

La parábola del tesoro escondido nos enseña, en primer lugar, que la belleza y el valor del Reino de los cielos no son evidentes para todo el mundo, pues se trata de un tesoro escondido y son muchos los que ignoran la existencia de ese tesoro. Descubrirlo, verlo, es ya una inmensa gracia, un don de Dios.

La actitud correcta que este descubrimiento del valor del Reino de los cielos debe provocar en nosotros es la que ilustra esta parábola y la de la perla de gran valor: venderlo todo con tal de adquirir el campo o la perla, es decir, con tal de alcanzar ese tesoro y esa perla de gran valor que es el Reino de los cielos. Esto significa una jerarquía de valores, para la cual el valor principal y primero es participar del Reino de los cielos, entrar en él. Y para ello estoy dispuesto a vender todo lo demás, pues “si tu mano o tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo y arrójalo de ti; más te vale entrar en la Vida manco o cojo que, con las dos manos o los dos pies, ser arrojado al fuego eterno” (Mt 18,8).

Acoger la realidad

(La novela relata la historia de Dani, un joven adicto al alcohol, que entra a trabajar en una cooperativa que se encarga de la limpieza del hospital Bambino Gesù –Niño Jesús- de Roma, un hospital de la Iglesia en el que se atiende a los niños enfermos. En su lucha contra el alcohol, que ha deteriorado la relación con sus padres y sus hermanos, consigue no beber de lunes a viernes, pero reservándose el fin de semana para el vino blanco. La novela narra cómo la confrontación con el dolor, la enfermedad y, a veces, la muerte, de los niños, ayudan a Dani a reencontrar su propia humanidad)

A la altura de la vidriera modernista hay dos jóvenes de pie, la madre tiene en brazos a un niño mientras que el padre juega con él, le muestra la fuente del jardín interior, hace reír al hijo haciendo muecas y sacándole la lengua. Cuando estoy a no más de un metro de ellos los dos padres se giran, y con ellos el niño. El pequeño tendrá unos tres años, aparte de los ojos, su rostro no existe. En lugar de la nariz, de la boca, hay agujeros de carne roja. Clavo la mirada en el mármol del suelo, paso a su lado sin volver a mirarlos. En el almacén, mientras preparo el carro, llego a la certeza de que he alcanzado el nivel de saturación. Basta. Con este hospital, con todos estos niños enfermos, lisiados, deformes, muertos. Basta. Me fumo un cigarrillo, luego otro, hago tiempo esperando que los dos jóvenes y su hijo desfigurado se vayan.

Las risas del niño son lo primero que llega. Siguen ahí. Sin embargo, ahora no están solos. Delante de ellos hay una monja, es anciana, está inclinada hacia delante, con su rostro acaricia el rostro tremendo del niño.

“Guapo, tú eres el tesoro de papá y mamá, ¿verdad?”.

Toma una manita y la besa, él quizá por las cosquillas estalla en risas, la monja no tendrá menos de ochenta años, tiene el rostro rollizo, blanco como la leche.

“Entonces no eres solo guapo, también eres simpático, ¿te gusta?”. Y vuelve a pasar la manita por su boca, por la barbilla, porque a él le gusta. Después la monja se endereza, mira al padre y a la madre.

“¿Habéis oído qué carcajadas? Este dentro no tiene plata, tiene oro vivo”.

Lo besa, sin preocuparse de su rostro, ni de nada.

Santiago Apóstol, patrono de España

15 de agosto 

25 de julio de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago (Hch 4, 33; 5, 12. 27-33; 12, 2)
  • Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben (Sal 66)
  • Llevamos siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús (2 Cor 4, 7-15)
  • Mi cáliz lo beberéis (Mt 20, 20-28)
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Celebramos hoy, queridos hermanos, la fiesta del apóstol Santiago, patrono de España. La riqueza de la liturgia de la palabra de este día nos ofrece abundantes puntos de reflexión, que constituyen llamadas a nuestra conversión como católicos y como católicos españoles.

La primera lectura nos ha recordado la contundente respuesta que Pedro y los demás apóstoles dieron ante las autoridades religiosas judías: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Es una llamada a revisar nuestra jerarquía de valores y a preguntarnos qué es, de verdad, lo primero en nuestra vida, es decir, cuál es el criterio que prevalece sobre todos los demás a la hora de tomar nuestras decisiones. Si nuestro criterio es no distinguirnos de los demás, ser como todos, no llamar la atención, ser socialmente correctos, ajustándonos al comportamiento de la mayoría, entonces Dios no es el primero en nuestra vida, sino que lo primero es una determinada imagen de nosotros mismos que no queremos que desentone de la mayoría social; lo primero serría no querer tener problemas. El cristiano tiene que tener la audacia de poner a Dios, a su voluntad y a su santa ley, como lo más importante en su vida, aunque ello le genere algún problema.

XVI Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

23 de julio de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Concedes el arrepentimiento a los pecadores (Sab 12, 13. 16-19)
  • Tú, Señor, eres bueno y clemente (Sal 85)
  • El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables (Rom 8, 26-27)
  • Dejadlos crecer juntos hasta la siega (Mt 13, 24-43)
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La liturgia de la Palabra de este domingo aborda el tema del silencio de Dios durante la historia humana, a pesar de la presencia del mal. A los hombres nos gustaría que, al menor síntoma de mal, Dios interviniera, arrancándolo de cuajo. Pero como Dios no lo hace, a nosotros nos viene la tentación de hacerlo, de “limpiar el campo”, de extirpar el mal. Y la palabra de Dios, en el evangelio de hoy, nos sorprende diciéndonos: “dejadlos crecer juntos hasta la siega”.

Con su parábola el Señor quiere inculcarnos la paciencia como una actitud fundamental. Quiere decirnos que hemos de soportar, durante nuestra vida aquí en la tierra, esta situación de mezcolanza del bien y del mal, del trigo y de la cizaña. Quiere decirnos que hemos de aprender a vivir juntos los buenos y los malos, los piadosos y los impíos. Que hemos de contar con la presencia del mal. El Señor nos dice: es mejor soportar la presencia del mal que arrancar el bien, queriendo extirpar el mal. Porque nosotros no tenemos un método infalible de discernimiento. A lo largo de la historia humana, hemos de aceptar que el Reino de Dios crezca en el seno de una comunidad en la que se mezclan el bien y el mal. Y hemos de vivir esta situación con una paciente confianza. Al final el Señor vendrá y Él realizará el juicio definitivo, el juicio “final”. Pero sólo Él puede hacerlo, porque sólo Él discierne los corazones.

Frases...

No dejes encarcelarte por ningún afecto. Preserva tu soledad. Si alguna vez ocurre que se te ofrezca un afecto verdadero, aquel día no habrá oposición entre la soledad interior y la amistad, sino al contrario. Precisamente lo reconocerás por ese indicio infalible. Los demás afectos deben someterse a una disciplina severa.



Simone WEIL
"La gravedad y la gracia" 
Trotta, Madrid, 2007, (p. 109)

Tareas espirituales para la vejez

La vejez ya no es el tiempo de la vida activa en el que había que atender a muchas ocupaciones. Ahora tenemos mucho tiempo y no hay que perderlo. Este tiempo precioso pertenece a Dios. La vejez es el tiempo para la contemplación de los misterios revelados por Cristo Jesús. Todos esos misterios que ya conocemos, que aprendimos en el catecismo hace muchos años, que se nos han hecho familiares y que hemos celebrado a lo largo de nuestra vida. Pero no teníamos el tiempo necesario para profundizarlos. Ahora lo tenemos. La vejez es el tiempo de la contemplación.

La vejez es también el tiempo del testimonio silencioso. Los ancianos son como esos velones siempre encendidos que señalan en las iglesias la presencia del Señor en el sagrario. Las personas mayores, en silencio delante del Santísimo Sacramento, recuerdan a todos que estar ante Dios pertenece al ser más profundo del hombre. Su silencio ante Dios es una palabra que dice simplemente que Dios es Dios y que estar ante Él nos constituye.

Es también el tiempo de orar por todos los que no tienen tiempo para orar: orar por ellos y orar en lugar de ellos, en nombre de ellos, aunque ellos no nos lo hayan explícitamente pedido. Oración atravesada muchas veces por el dolor y la angustia de preguntarse qué es lo que hemos hecho mal, o lo que no hemos sabido hacer, para que el tesoro de la fe, que es lo más querido para nosotros, no haya sido recogido por nuestros hijos y nuestros nietos. Oración llena de esperanza, sin embargo, porque sabemos también que Dios puede convertir los corazones, que el poder del Espíritu Santo es más fuerte que el del Maligno.



Autor: Alain QUILICI
Título: Du bon usage de la viellesse
Éditions du Carmel, Toulouse, 2017, 
(pp. 14-15; 22-24)














XV Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

16 de julio de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • La lluvia hace germinar la tierra (Is 55, 10-11)
  • La semilla cayó en tierra buena, y dio fruto (Sal 64)
  • a creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios (Rom 8, 18-23)
  • Salió el sembrador a sembrar (Mt 13, 1-23)
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Casi con toda probabilidad podemos afirmar que esta parábola fue pronunciada por el Señor a causa de un cierto desánimo que había en sus discípulos. Éstos, en efecto, veían que eran muchas las personas que escuchaban la predicación del Señor, pero que, sin embargo, no todos se convertían en discípulos suyos. Es una cuestión siempre actual, que no vale sólo de la predicación de Jesús sino también de la predicación de la Iglesia (que es sustancialmente la misma predicación de Jesús) a lo largo de la historia. La parábola sale al paso de esta cuestión y afirma una cosa muy sencilla: que el fruto de la predicación no depende sólo de la semilla que se siembra sino también del terreno que la acoge.

A este respecto la parábola se recrea en la contemplación de los diferentes tipos de “terreno” que la Palabra de Dios puede encontrar. Todos comprendemos que el “terreno” es el corazón del hombre. La parábola viene a decirnos: no todos los corazones son iguales y por eso la misma predicación no da el mismo fruto en todos.

Frases...

Cuando uno es feliz está dispuesto a soportar cualquier clase de disciplina.


Graham GREEN

La vida eterna



1. “Vida eterna”: la vida misma de Dios.

Desde el punto de vista científico la expresión “vida eterna” resulta paradójica, ya que la “vida” tal como la conocemos en nuestra experiencia, es un proceso eminentemente lábil y frágil que está irremediablemente abocado a la muerte. Vida y muerte son nociones correlativas. Esta expresión, en su paradoja, pone de relieve que estamos ante algo inaudito, ante una promesa de Dios, ante un don suyo, y no ante una experiencia biológica o una perspectiva científica.

La temporalidad propia de nuestra existencia aquí en la tierra, hace que nuestra vida se caracterice por la fragmentación en lo disperso y disgregado, por la fugacidad: la vida se nos escapa de las manos en un fluir ininterrumpido entre el pasado y el futuro. Vida eterna significa la superación de esta situación en un presente concentrado, pleno, que no se diluye en el pasado ni se desvanece en el futuro. La eternidad es, en efecto, la posesión simultánea y perfecta de una vida interminable, según definió Boecio en el siglo V.

Esta plenitud del ahora insuperable y único es lo propio de la vida divina. De ahí que la Tradición de la Iglesia no ha dudado en hablar de divinización para expresar el destino al que está llamado el hombre: “Dios se ha hecho hombre para que el hombre pueda llegar a ser Dios” (San Atanasio). El hombre es el ser paradójico que, para ser plenamente él mismo, tiene que aspirar a ser más de lo que es, tiene que aspirar a ser Dios. Puesto que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, su ser se afirma y se realiza en la medida en que se va pareciendo a Aquel del cual es la imagen.

XIV Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

9 de julio de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Mira a tu rey que viene a ti pobre (Zac 9, 9-10)
  • Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey. (Sal 144)
  • Si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis. (Rom 8, 9. 11-13)
  • Soy manso y humilde de corazón (Mt 11, 25-30)
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En el evangelio de hoy el Señor da gracias al Padre, que es el Señor del cielo y de la tierra, por haber escondido su plan de salvación a los ojos de los sabios y entendidos y haberlo revelado, en cambio, a la gente sencilla. Los “sabios y entendidos” son los que razonan según la lógica humana que nos dice que para “destruir a los carros de Efraím y a los caballos de Jerusalén” lo que hace falta son unos carros más potentes y unos caballos más veloces. Y sin embargo Dios anuncia, por medio del profeta Zacarías, que Dios alcanzará esa victoria mediante un rey modesto que “cabalga en un asno, en un pollino de borrica”.

Los sencillos de corazón son los que, antes que nada, piensan en Dios y dicen: si Dios lo quiere podrá ocurrir. Son como niños que están seguros del poder y de la fuerza de su padre y que lo creen todo posible si su papá está allí e interviene. Con estas palabras el Señor nos invita a buscar la sencillez de corazón, que consiste en prestar mucha más atención, en todos los asuntos, a la existencia de Dios, a Su voluntad y a Su poder, que al entramado de causas segundas que intervienen en ellos. Quien así procede está convencido de que “para Dios nada hay imposible” (Lc 1,37), tal como le dijo el ángel Gabriel a la Virgen María. La Virgen era sencilla de corazón, y por eso respondió: “aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).

Frases...

Salgo al balcón y el mundo es un himno, enciendo la tele y es un sarcasmo.


Gabriel Insausti

Para dar gracias a Dios

Yo confieso vuestro nombre, oh Dios,
luz y fuerza de mi alma,
que me habéis gobernado y dirigido desde mi infancia
contando todos los cabellos de mi cabeza.
Os doy gracias por todos los beneficios
que habéis querido obrar en mí, por mí y a causa de mí.

Me habéis protegido día y noche
a la sombra de vuestras alas
y me habéis guardado como a la niña de vuestros ojos.

Como el águila que invita a sus pequeños a volar
y que vuela sobre ellos,
extiende sus alas y los toma y lleva sobre sus hombros,
habéis previsto todos mis caminos,
habéis sondeado mis riñones,
habéis extendido vuestra mano
sobre la cólera de mis enemigos
y me habéis salvado,
no por mi justicia,
sino por vuestra pura misericordia.

A Vos la alabanza y la gloria
por los siglos de los siglos.

Amén.

San Pedro Canisio

Escuela de la fe #14: La paz de Cristo




La paz de Cristo


D. Fernando Colomer Ferrándiz
28 de junio de 2023


Enlace para escuchar en ivoox: https://go.ivoox.com/rf/126370437


XIII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

2 de julio de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Es un hombre santo de Dios; se retirará aquí (2 Re 4, 8-11. 14-16a)
  • Cantaré eternamente las misericordias del Señor (Sal 88)
  • Sepultados con él por el bautismo, andemos en una vida nueva (Rom 6, 3-4. 8-11)
  • El que no carga con la cruz no es digno de mí (Mt 10, 37-42)
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En el evangelio de hoy, queridos hermanos, el Señor nos habla de la relación de los discípulos con Él y de la relación entre los discípulos y los demás hombres.

Al describirnos cómo debe ser la relación de los discípulos con Él, el Señor nos dice que deben preferirle a él antes que a la familia –tanto a los padres como a los hijos-, que no deben rehuir el sufrimiento –la cruz- para seguirle y que entre “asegurar” la propia vida o perderla por Él, el discípulo debe de estar siempre dispuesto a esto último, que es lo que hará que, verdaderamente, “encuentre” su vida. Jesús pretende de sus discípulos un amor sin límites, sin medida ni condiciones, por encima del amor a los padres, a los hijos, al propio bienestar y a la propia vida, de manera que si surge un conflicto entre lo que debemos a Jesús y lo que nos exigen otras personas, prefiramos siempre a Jesús.