IV Domingo de Cuaresma

31 de marzo de 2019
(Ciclo C - Año impar)






  • El pueblo de Dios, tras entrar en la tierra prometida, celebra la Pascua (Jos 5, 9a. 10-12)
  • Gustad y ved qué bueno es el Señor (Sal 33)
  • Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo (2 Cor 5, 17-21)
  • Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido (Lc 15, 1-3. 11-32)
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La fe de los demonios y la fe de los cristianos

La diferencia entre la fe de los demonios y la de los cristianos se puede expresar esquemáticamente diciendo que la primera “se tiene” mientras que la segunda “nos tiene”. La fe hace que el fiel entre en una oscuridad más profunda que la noche del ateísmo, que es sólo una noche superficial, y en una luz más deslumbrante que las claridades de Satán, que son claridades a su medida. Se ve mejor qué deficiente puede ser la expresión “tener fe”. Sólo los demonios tienen fe como se tiene un objeto en la palma de la mano y se maneja a voluntad. Pero la fe formada por la caridad, más que poseerla el fiel, lo desposee a él de sí mismo. Es un tener que le hace perder todo, incluso él mismo, por Cristo. Tan cierto es que no tiene la fe, que la fe lo tiene a él, que lo desnuda y lo deja abrazarse en el amor.

El modelo de esa virtud lo revela de inmediato. María no se planta ante la Revelación como ante la claridad de un teorema, ni disfruta de la fe como del más romántico de los sentimientos. Camina en la ignorancia más que en el conocimiento. Y conoce el desgarro más que las delicias: Y a ti una espada te atravesará el alma, le profetiza el viejo Simeón (Lc 2, 35). Para ella, el misterio es aún más misterioso, pues su oscuridad no procede de un defecto, sino de un exceso de luz. Su fe es más perfecta porque la arroja mejor en brazos de lo incomprensible. Su noche es más intensa porque es más bien una noche de bodas. El episodio del niño perdido y hallado en el Templo lo dice literalmente. Aquella cuya fe no desfalleció no deja de gritar retomando y sobrepasando los gritos de Job: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando (Lc 2, 48). ¿Cómo? ¿María preguntándole a Dios: Por qué nos has hecho esto? ¿María expresando un tormento suyo causado por Jesús? La fe de María es una fe sin falta; no es una fe, sin embargo, sin fractura: sufre aquí abajo algo comparable a las penas del infierno y que consiste en la espada de ese amor que abre en su corazón una fractura lo bastante grande para acoger en ella la plenitud desgarradora del misterio divino. A su pregunta: ¿Por qué nos has hecho esto? Dios responde con su voz de niño de doce años. Una revelación directa de la que María y José deberían estar al corriente a partir de entonces. Peor el Evangelio declara: Ellos no comprendieron la respuesta que les dio (Lc 2, 50). ¿Qué la distingue entonces de aquellos otros de los que el Hijo dirá, citando a Isaías, que oyen sin entender (Lc 8, 10)? Simplemente esto: Su Madre Conservaba cuidadosamente estas cosas en su corazón (Lc 2, 51). La Palabra es una espada, su corazón es vaina para ella. Allí donde otros lo cierran, el suyo sigue abierto para que lo incomprensible more en él con todo su cortante filo.

III Domingo de Cuaresma

24 de marzo de 2019
(Ciclo C - Año impar)






  • "Yo soy" me envía a vosotros (Éx 3, 1-8a. 13-15)
  • El Señor es compasivo y misericordioso (Sal 102)
  • La vida del pueblo con Moisés en el desierto fue escrita para escarmiento nuestro (1 Cor 10, 1-6. 10-12)
  • Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera (Lc 13, 1-9)
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El reinado de Cristo

¡Oh Cristo, tú eres el único rey que reina sobre mí!
¡Oh bondad inefable,
que siempre eres vencido por la compasión
dominado por la misericordia,
impulsado por tu amor,
forzado por tu bondad
y obligado por tu dulzura!

Tú no te cansas nunca de suplicarme que vuelva a ti;
tú no te detienes nunca corriendo tras de mí;
tú me llamas y aunque yo me hago el sordo,
tú no te enfadas conmigo.

¡Conmigo, que soy malo, tú eres bueno;
conmigo, que soy culpable, tú eres indulgente;
conmigo que soy pecador, tú expías mis pecados;
conmigo que soy tinieblas, tú eres la luz;
conmigo que estoy muerto, tú eres Vida!


San Gregorio de Narek (+1010)


II Domingo de Cuaresma

17 de marzo de 2019
(Ciclo C - Año impar)






  • Dios inició un pacto fiel con Abrahán (Gén 15, 5-12. 17-18)
  • El Señor es mi luz y mi salvación (Sal 26)
  • Cristo nos configurará según su cuerpo glorioso (Flp 3, 17- 4, 1)
  • Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió (Lc 9, 28b-36)
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La reconciliación

Catequesis parroquial nº 151
Retiro de Cuaresma 2019 (3/3)

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 14 de marzo de 2019

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La necesidad de perdonar siempre

Catequesis Parroquial nº 150
Retiro de Cuaresma 2019 (2/3) 

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 13 de marzo de 2019

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La necesidad de arrepentirnos y pedir perdón

Catequesis parroquial nº 149
Retiro de Cuaresma 2019 (1/3) 

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 12 de marzo de 2019

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I Domingo de Cuaresma

10 de marzo de 2019
(Ciclo C - Año impar)






  • Profesión de fe del pueblo elegido (Dt 26, 4-10)
  • Quédate conmigo, Señor, en la tribulación (Sal 90)
  • Profesión de fe del que cree en Cristo (Rom 10, 8-13)
  • El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado (Lc 4, 1-13)
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El desafío del tiempo

(Gueorgui Vorotíntsev es un joven oficial del Ejército Ruso, adscrito al Estado Mayor del frente en la guerra contra los alemanes en 1914. Se halla inspeccionando las tropas rusas en la Prusia recién invadida, y mientras afronta una cabalgada de seis días en solitario, para conocer bien el terreno, va reflexionando sobre su matrimonio con la joven y bella Alina)

A decir verdad, había aún otra causa de la sensación de ligereza que entonces experimentaba.

Se sentía ahora tan a gusto en primera línea porque se había separado de su mujer.

En un primer momento, ni siquiera había dado crédito a esta sensación: la separación nunca había sido antes motivo de alegría o de alivio. Pero tres semanas atrás, en Moscú, cuando en el Estado Mayor de la circunscripción se recibió la orden de la movilización general y toda su cabeza y todo su pecho quedaron invadidos por el problema común al conjunto del país, Vorotíntsev advirtió cómo por los peñascos de la guerra se deslizaba cual una irisada lagartija este pensamiento: ahora, como es lógico, se vería apartado por largo tiempo de su mujer, descansaría de ella.

¿De su mujer, a la que amaba? ¡No lo habría creído! Ocho años atrás había llevado al altar a aquella etérea maravilla blanca con el único temor de que ella pudiera volverse atrás en el último minuto; ¡no lo habría creído!

Se conocieron a raíz de su regreso de la guerra contra el Japón, cuando se hallaba poseído del particular entusiasmo posbélico de vivir: ¡Me he salvado! ¡Ahora viviré largamente! ¡Ahora quiero ser feliz! ¡Ha llegado el momento de casarse! Y desde el primer paso que dio hacia ella y le besó la mano, desde la primera palabra que le oyó decir, lo decidió: ¡es ella, es ella! -cuando todavía sin tener conciencia la miraba, la comparaba con cuantas la rodeaban-, es la única, la mejor de la tierra; ha sido creada para mí. Ella no lo comprendió así de buenas a primeras, su declaración la recibió con cierto coqueteo, sin decidirse a darle el sí, ¡pero él lo comprendió al instante!

VIII Domingo del Tiempo Ordinario

3 de marzo de 2019
(Ciclo C - Año impar)






  • No elogies a nadie antes de oírlo hablar (Eclo 27, 4-7)
  • Es bueno darte gracias, Señor (Sal 91)
  • Nos da la victoria por medio de Jesucristo (1 Cor 15, 54-58)
  • De lo que rebosa el corazón habla la boca (Lc 6, 39-45)
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