El velo

Un anciano dijo: «Si el molinero no tapa los ojos del animal que da vueltas a la muela, este se desmandará y comerá el fruto de su trabajo. Así, por disposición divina, hemos recibido un velo que nos impide ver el bien que hacemos, para que no nos sintamos satisfechos de nosotros mismos y perdamos nuestra recompensa. Por eso también, de vez en cuando, nos vemos abandonados a muchos pensamientos sucios, para que cuando los veamos nos condenemos a nosotros mismos. Y estos pensamientos son para nosotros un velo que oculta el poco bien que hacemos. Porque cuando el hombre se acusa a sí mismo, no pierde su recompensa».

 
(Apotegmas de los padres del desierto, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2017, XV, 100)

XXX Domingo del Tiempo Ordinario

27 de octubre de 2019
(Ciclo C - Año impar)






  • La oración del humilde atraviesa las nubes (Eclo 35, 12-14. 16-19a)
  • El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó (Sal 33)
  • Me está reservada la corona de la justicia (2 Tim 4, 6-8. 16-18)
  • El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no (Lc 18, 9-14)
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Abraham, nuestro padre en la fe

Catequesis parroquial nº 153 

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 16 de octubre de 2019

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XXIX Domingo del Tiempo Ordinario

20 de octubre de 2019
(Ciclo C - Año impar)






  • Mientras Moisés tenía en alto las manos, vencía Israel (Éx 17, 8-13)
  • Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra (Sal 120)
  • El hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena (2 Tim 3, 14 - 4, 2)
  • Dios hará justicia a sus elegidos que claman ante él (Lc 18, 1-8)
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Contra el demonio: pobreza y sacerdocio

La necesaria desnudez

Gregorio Magno observa que el diablo, espíritu puro, no necesita riquezas materiales y nos las cede de buena gana. Esta liberalidad sólo sirve para proporcionarle más agarraderos: puede poseernos por medio de nuestras posesiones; con las cosas a las que estamos apegados, puede llevarnos como con una correa. El desprendimiento es, pues, el mejor escudo espiritual; la desnudez, nuestra más sólida armadura. “Los espíritus del mal no poseen nada como propio en este mundo. Debemos, pues, luchar desnudos con esos seres desnudos. Porque si un hombre vestido lucha contra un hombre desnudo, rápidamente es derribado en tierra, porque ofrece muchos agarraderos. ¿Y que son, en efecto, todos los bienes terrestres, sino una especie de vestido para el cuerpo? El que se prepare, pues, para combatir al diablo, que deje sus vestidos para no sucumbir”, nos advierte san Gregorio Magno. Y añade: “No basta abandonar lo que es nuestro, si no nos abandonamos también a nosotros mismos”. Pues si de esa desnudez sacamos orgullo, como esos campeones del ayuno que desprecian a sus hermanos poco dotados para la ascesis, nos hacemos semejantes al diablo. 

Jacques Maritain indicó muy bien el peligro de una Nueva Evangelización que olvidara esa desnudez para reducir su novedad a la vieja tentación: contentarse con recurrir a los grandes medios del mundo, tener bastante con integrar nuevas tecnologías. Recuerda él que el apostolado de Jesús se llevó a cabo sólo mediante la presencia de un Cuerpo en una túnica sin costuras: “¿Cuáles fueron los medios temporales de la Sabiduría encarnada? Predicó en las aldeas. No escribió libros, un medio demasiado cargado de materia, no fundó periódicos ni revistas. No preparaba discursos ni conferencias, abría la boca y el clamor de la sabiduría, la frescura del cielo pasaba sobre los corazones. ¡Qué libertad! Si hubiera querido convertir el mundo con los grandes medios del poder, con los ricos medios temporales, con los métodos americanos, qué fácil hubiera sido. ¿No le ofreció alguien todos los reinos de la tierra? Haec omnia tibi dabo. ¡Qué ocasión para el apostolado! Nunca se encontrará otra parecida. La rechazó”. 

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario

13 de octubre de 2019
(Ciclo C - Año impar)






  • Volvió Naamán al hombre de Dios y alabó al Señor (2 Re 5, 14-17)
  • El Señor revela a las naciones su salvación (Sal 97)
  • Si perseveramos, también reinaremos con Cristo (2 Tim 2, 8-13)
  • ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero? (Lc 17, 11-19)
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Tú, el único santo

¡Tú eres el único santo, Señor Dios
Tú que haces maravillas!

Tú eres fuerte,
Tú eres grande,
Tú eres el Altísimo,
Tú eres el Todopoderoso,
Tú, Padre santo,
Rey del cielo y de la tierra.

Tú eres tres y tú eres uno al mismo tiempo,
Señor Dios, bien total,
Tú eres el único Bien,
Tú eres todo bien,
Tú eres el soberano Bien,
Señor Dios vivo y verdadero.

Tú eres caridad, amor,
Tú eres sabiduría,
Tú eres humildad,
Tú eres paciencia,
Tú eres seguridad,
Tú eres descanso,
Tú eres alegría y regocijo,
Tú eres justicia y mesura,
Tú eres riqueza y sobreabundancia,
Tú eres nuestra esperanza,
Tú eres nuestra fe.

Tú eres nuestra gran dulzura,
Tú eres nuestra vida eterna,
gran y admirable Señor,
Dios todopoderoso,
dulce Salvador misericordioso.

Tú eres la belleza,
Tú eres la dulzura,
Tú eres nuestro abrigo,
Tú eres nuestro guardián y nuestro defensor,
Tú eres la fuerza,
Tú eres el frescor.

   San Francisco de Asís

XXVII Domingo del Tiempo Ordinario

6 de octubre de 2019
(Ciclo C - Año impar)






  • El justo por su fe vivirá (Hab 1, 2-3; 2, 2-4)
  • Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: "No endurezcáis vuestro corazón" (Sal 94)
  • No te avergüences del testimonio de nuestro Señor (2 Tim 1, 6-8. 13-14)
  • ¡Si tuvierais fe! (Lc 17, 5-10)
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Amor y cambio

El gato de mi abuelo desmadeja un ovillo. Lleva un rato llenando las habitaciones de nudos, como si cimentara un camino para no perderse. Mi abuelo tiene muchos gatos. Les da de comer todos los días. Lleva décadas haciéndolo: reúne las sobras, baja las escaleras metálicas y los convoca con un silbido. Décadas. Mi abuelo es un hombre rudo, de campo. Fuma tabaco negro y bebe chatos de vino en el único bar del pueblo. Sufrió un infarto hace unos años, resiste. Para mi abuelo la liturgia diaria de alimentar los gatos es innegociable. En este mundo se nos predican los viajes y los cambios, el movimiento continuo, pero el amor florece en la quietud, es hacer lo mismo todos los días muchas veces. Saber que no hay nada más importante que dar de comer a los gatos, aunque hiele y haya nieve y uno, que ya no es lo que era, pueda resbalarse. El amor de mi abuelo mantiene vivo este lugar. Cuando falte será un terruño hermoso por las vistas, pero vacío. No obstante, esos gatos callejeros guardarán memoria de su entrega.


Autor: Jesús MONTIEL
Título: Sucederá la flor
Editorial: Pre-textos, Valencia, 2018 (pp. 50-51)