El séptimo mandamiento


1. El hombre y los bienes materiales.

El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, une en su ser lo material y lo espiritual, lo visible y lo invisible. Por su dimensión material y corpórea el hombre posee una serie de necesidades materiales sin cuya satisfacción no puede existir, pues aunque no sólo de pan vive el hombre (Mt 4,4), tampoco puede vivir sin él. El orden de todas las realidades materiales necesarias para la subsistencia y el desarrollo de la vida del hombre constituye la esfera o dimensión del tener, que es diferente de la esfera o dimensión del ser, pero que está íntimamente unida a ella, ya que sin el necesario tener, el ser no puede subsistir y crecer. Al indicar los mandamientos necesarios para entrar en la vida eterna Jesús recordó explícitamente el no robarás (Ex 20,15; Dt 5,19; Mt 19,18). El séptimo mandamiento nos recuerda la importancia que la esfera del tener tiene para el hombre y nos inculca el respeto hacia los bienes del prójimo, que son unos instrumentos necesarios para el normal desarrollo de su existencia en el mundo. Para ello nos inculca tres actitudes fundamentales, tres virtudes: la templanza, la justicia y la solidaridad.

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

 

25 de septiembre de 2022

(Ciclo C - Año par)




  • Ahora se acabará la orgía de los disolutos (Am 6, 1a. 4-7)
  • ¡Alaba, alma mía, al Señor! (Sal 145)
  • Guarda el mandamiento hasta la manifestación del Señor (1 Tim 6, 11-16)
  • Recibiste bienes, y Lázaro males: ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado (Lc 16, 19-31)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

Tanto la primera lectura de hoy como el evangelio subrayan el egoísmo atroz del que los hombres somos capaces, un egoísmo en base al cual no tenemos ningún inconveniente en explotar de manera inhumana a los pobres y en disfrutar nosotros de la vida como si no existiera nadie más, como si nadie a nuestro alrededor estuviera sufriendo. El egoísmo es capaz de generar en nosotros una indiferencia brutal, que la primera lectura describe diciendo “y no os doléis de los desastres de José” y la parábola del evangelio diciendo que Lázaro deseaba “saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba”. Ante esta situación, que por desgracia es tan frecuente en la historia humana, el Señor pronuncia una sentencia condenatoria: “se acabó la orgía de los disolutos”.

Letanía por todos los hombres


Te confesamos, ¡oh Dios amante de los hombres!, y presentamos ante Ti nuestra debilidad, rogándote seas nuestra fuerza. Perdona nuestros pasados pecados y remite nuestras faltas de otro tiempo, haciendo de nosotros hombres nuevos. Conviértenos en tus servidores, puros y sin reproche; recíbenos, ¡oh Dios de la verdad!, recibe a tu pueblo y hazle enteramente sin reproche; haz que viva en la rectitud y la inocencia, que puedan ser contados entre los ángeles, que sean todos elegidos y santos.

Te rogamos por los que tienen fe y han reconocido al Señor Jesucristo; que sean confirmados en la fe, el conocimiento y la doctrina.

Te rogamos por este pueblo; sé clemente para todos, manifiéstate y muestra tu luz; que todos te reconozcan como Padre increado, así como a tu Hijo único, Jesucristo.

Te rogamos por todas las autoridades; que sea pacífico su gobierno, para la tranquilidad de la Iglesia católica.

XXV Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 


18 de septiembre de 2022

(Ciclo C - Año par)




  • Contra los que compran al indigente por plata (Am 8, 4-7)
  • Alabad al Señor, que alza al pobre (Sal 112)
  • Que se hagan oraciones por toda la humanidad a Dios, que quiere que todos los hombres se salven (1 Tim 2, 1-8)
  • No podéis servir a Dios y al dinero (Lc 16, 1-13)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

          
La parábola que acabamos de escuchar suele producir en nosotros un cierto desconcierto puesto que en ella escuchamos una alabanza hacia un hombre que ha tenido un comportamiento injusto. Sin embargo, si la leemos atentamente, veremos que la propia parábola califica como “injusto” a quien así ha procedido y que lo que se alaba no es esa injusticia sino la astucia con la que ha procedido (v. 8). La parábola quiere, pues, inculcarnos esa misma astucia en relación con Dios y su Reino.

La primera gran verdad que esta parábola nos enseña es que somos administradores y no propietarios de todo lo que somos y lo que tenemos. Convencernos de ello y actuar en consecuencia es una de las primeras exigencias de la conversión imprescindible para poder entrar en el Reino de Dios. Un administrador depende de su amo y es responsable ante él. No dispone de un bien propio, sino de los bienes de otro, de los bienes que Dios le ha confiado. Es fiel y digno de crédito si se deja guiar por la voluntad de su amo y no se comporta según su propio capricho. Todos sus pensamientos deben de estar dirigidos a garantizar que no haya ningún perjuicio para el amo, que nada suceda contra la voluntad del amo y que se cumplan sus proyectos. Mediante la relación con los bienes del amo, el administrador muestra el valor de su relación con el amo.

La fiesta gitana

(La novela está ambientada en Plovdiv, ciudad al sur de Bulgaria, en el siglo XX, donde conviven gentes de diferentes etnias y religiones: judíos sefardíes, expulsados de Toledo en tiempos de los Reyes Católicos, turcos otomanos, búlgaros, gitanos, armenios etc. El protagonista y narrador es un judío sefardí que evoca su infancia, criado por sus abuelos, el Borrachón y su esposa Mazal, con sus padres desaparecidos y su relación entrañable con la cristiana armenia Araxi Vartanian, compañera de curso e hija de la profesora de francés. La narración cabalga entre dos tiempos: el de la infancia y el tiempo actual, en el que él es un profesor universitario, bizantinólogo, afincado en Israel)

(En el campamento gitano de la ciudad, en plena fiesta con motivo de San Jorge, aparece la autoridad civil para ordenar el traslado de todos los gitanos hacia el norte del país, a Vidin, a orillas del Danubio, en aras de la nueva “racionalidad” socialista, que quiere construir edificios en el terreno que ellos ocupan)

Quien no haya asistido nunca a una fiesta gitana desconoce lo que es gozar de la vida, embriagarse al máximo de alegría y despreocupación y no agobiarse con interrogantes sobre el día de mañana. Ahora, años más tarde, me doy cuenta de que en esa frivolidad hereditaria hay algo que está en armonía con la naturaleza, un código programado durante los milenios pasados en las cavernas, una incuria animal, pero también marcada por una sabiduría inconsciente y espontánea… Es, en fin, una manera de vivir nuestra fugaz existencia.

El profesor Stóichev alzó la voz para que le oyera toda esa gente apiñada que estaba formando un muro.

-¡El proletariado gitano, compañeras y compañeros de la minoría, debe enviar a sus hijos a la escuela! Vosotros también, hermanos y hermanas gitanos, debéis tener vuestros propios intelectuales, vuestros médicos, escritores, ingenieros…

Sus últimas palabras quedaron suspendidas de forma absurda en el silencio general. Un niño de pecho lloriqueó y desde el río relincharon los caballos, ladraron perros. Por fin, una gitana vieja dijo con una voz cavernosa, poco menos que masculina:

-¿Y quién va a tejer canastas, jefe? ¿Quién va a clavar herraduras a los caballos? ¿Quién va a hacer bailar a los osos? ¿Y quién dirá la suerte por las líneas de las manos?

Uno de los milicianos, el sargento, espetó, sombrío:

-¿Quién va a robar gallinas?

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 


11 de septiembre de 2022

(Ciclo C - Año par)




  • Se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado (Éx 32, 7-11. 13-14)
  • Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre (Sal 50)
  • Cristo vino para salvar a los pecadores (1 Tim 1, 12-17)
  • Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta (Lc 15, 1-32)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

La luz de la Palabra

Ex 32,7-11.13-14; 1Tm 1,12-17; Lc 15,1-32


1.- «Pero Dios tuvo compasión de mí». Todos los textos hablan hoy de la misericordia de Dios. La misericordia es ya en la Antigua Alianza el atributo de Dios que da acceso a lo más íntimo de su corazón. En la segunda lectura Pablo se muestra como un puro producto de la misericordia divina, diciendo dos veces: “Dios tuvo compasión de mí”, y esto para que “pudiera ser modelo de todos los que creerán en él”: “Se fió de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un violento”. Y esto por una obcecación que Dios con su potente luz transformó en una ceguera benigna, para que después “se le cayeran de los ojos una especie de escamas”. Pablo, para poner de relieve la total paradoja de la misericordia de Dios, se pone en el último lugar: se designa como “el primero de los pecadores”, para que aparezca en él “toda la paciencia” de Cristo, y se convierte así en objeto de demostración de la misericordia de Dios en beneficio de la Iglesia por los siglos de los siglos.

Frases...

 “La bondad avala la calidad de la belleza; 
la belleza, por su parte, irradia la bondad y la hace deseable”

François Cheng

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

4 de septiembre de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • ¿Quién se imaginará lo que el Señor quiere? (Sab 9, 13-18)
  • Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación (Sal 89)
  • Recóbralo, no como esclavo, sino como un hermano querido (Flm 9b-10. 12-17)
  • Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío (Lc 14, 25-33)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf


La luz de la Palabra

Sb 9,13-19; Flm 9b-10.12-17; Lc 14,25-33

 1.- «El que no renuncia a todos sus bienes…». Esto es lo que Jesús exige en el evangelio cuando alguien quiere ser discípulo suyo. Bienes en este contexto son también las relaciones con los demás hombres, incluidos los parientes y la propia familia. Y Jesús utiliza la palabra “odiar”, un término ciertamente duro que adquiere toda su significación allí donde algún semejante impide la relación inmediata del discípulo con el maestro o la pone en cuestión. Jesús exige, por ser el representante de Dios Padre en el tierra, aquel amor indiviso que la ley antigua reclamaba para Dios: “con todo el corazón, con todas las fuerzas”. Nada puede competir con Dios, y Jesús es la visibilidad del Padre. El que ha renunciado a todo por Dios está más allá de todo cálculo. El hombre tiene que deliberar y calcular solo mientras aspira a un compromiso. Si fija la mirada en este compromiso no terminará su construcción, no ganará su guerra. Jesús plantea esta escandalosa exigencia a una gran multitud de gente que le sigue externamente: ¿pero quién en esta gran masa está dispuesto a cargar con su cruz detrás de Jesús? (Los romanos habían crucificado a miles de judíos revoltosos, todo el mundo podía entender lo que significaba la cruz: disponibilidad para una muerte ignominiosa en la desnudez más completa). Jesús había renunciado a todo: a sus parientes, a su madre, no tiene dónde reclinar la cabeza. Él mismo tendrá que “llevar a cuestas su cruz” (Jn 19,17). Sólo el que lo ha dejado todo puede –en la misión recibida de Dios- recibirlo, “con persecuciones” (Mc 10,30).