4 de septiembre de 2022
(Ciclo C - Año par)
- ¿Quién se imaginará lo que el Señor quiere? (Sab 9, 13-18)
- Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación (Sal 89)
- Recóbralo, no como esclavo, sino como un hermano querido (Flm 9b-10. 12-17)
- Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío (Lc 14, 25-33)
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La luz
de la Palabra
Sb
9,13-19; Flm 9b-10.12-17; Lc 14,25-33
2.- «Me harás este favor con toda libertad». En la segunda lectura Pablo intenta educar a su hermano Filemón en este desprendimiento, en esta renuncia a todo lo propio, un desasimiento que no solo es compatible con el amor puro, sino que coincide con él. Cuando le remite al esclavo fugitivo, Pablo hace saber a Filemón que le hubiera gustado retenerlo a su servicio, pero que deja que sea él, Filemón, el que tome la decisión; le desliga de su propiedad (el esclavo pertenecía a Filemón), pero también de todo cálculo (pues no gana nada si se lo devuelve a Pablo). E incluso le expropia aún más profundamente, al enviar a Onésimo no como esclavo sino como hermano querido, pues en eso es en lo que se ha convertido para Pablo; por eso “cuánto más ha de quererlo” Filemón, y esto tanto “como hombre” (pues el esclavo se ha convertido para Filemón mediante el amor de Pablo en un semejante, en un hermano) como “según el Señor”, que es el desasimiento por excelencia, superior a todo deseo de poseer.
3.- «Se salvarán con la sabiduría». El mandamiento de Jesús sobre la perfecta expropiación –con vistas a la pura disponibilidad para Dios- no es algo que pueda conseguir el hombre con su esfuerzo, es una sabiduría (en la primera lectura) que viene dada de lo alto. El que piensa con categorías puramente intramundanas, tiene que preocuparse de muchas cosas, porque las cosas terrenales son muy precarias; y esta preocupación le impide divisar el panorama de la despreocupación celeste. Su obligación de calcular no le permite hacerse una idea de los “planes de Dios”, que se fundamentan siempre en la entrega generosa y no en cálculos o razonamientos. Sólo “la sabiduría” puede “salvar” al hombre de esta preocupación que le impide toda visión de las cosas del cielo.
(Hans Urs von Balthasar, Luz de la Palabra. Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C, Ediciones Encuentro, Madrid, 1994, pp. 281-282)