Lo urgente

Estamos inaugurando una nueva forma de organizar la experiencia humana, menos estática que la escritura, mucho más instantánea, global, accesible y atractiva. No es casualidad que su metáfora sea la red. Pero quedan amenazadas algunas dimensiones importantes, como podemos comprobar en nuestro día a día. Ya lo profetizó McLuhan: “En la era del funcionamiento en circuito, las consecuencia de cualquier acción ocurren al mismo tiempo que esta”. Una de las cosas que nos arriesgamos a perder es el distanciamiento, el margen de tiempo y de libertad tan necesarios para la reflexión. Se espera que todo fluya sin pausas. Se habla mucho de una gestión eficaz de la información. Lo urgente, en cambio, sería reconocer que necesitamos tiempo y soledad para consultar los asuntos con la almohada. La mayoría de las veces, la almohada es mejor consejera que la pantalla.



Autor: José TOLENTINO MENDONÇA

Título: Pequeña teología de la lentitud

Editorial: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2017, (pp. 53-54)






IV Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

29 de enero de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre (Sof 2, 3; 3, 12-13)
  • Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Sal 145)
  • Dios ha escogido lo débil del mundo (1 Cor 1, 26-31)
  • Bienaventurados los pobres en el espíritu (Mt 5, 1-12a)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

El domingo pasado el evangelio nos mostraba al Señor anunciando la cercanía del reino de los cielos; hoy nos lo presenta describiéndonos el perfil de los hombres que van a poblar ese reino de los cielos. Se trata de los hombres que han sido alcanzados por Dios, que se han dejado “tocar” por Él, que se fían de Él y que llegarán a ser ciudadanos de su reino. Y de esos hombres se nos dice, ante todo, que serán felices, dichosos, porque la dicha es el estado que corresponde al hombre cuando el hombre vive en comunión con Dios.

En las bienaventuranzas se nos dice, ante todo, que Dios nos ha creado para la felicidad, para la dicha: en el paraíso terrenal, que fue la primera realización del reino de Dios en la tierra, Adán y Eva eran dichosos; el pecado original acabó con esa dicha e introdujo una situación de desdicha, en la que la felicidad se hizo rara y quedó reducida a determinados momentos puntuales, y habitualmente poco frecuentes, de la vida. Pero ahora Jesús trae la buena noticia de que Dios está dispuesto a actuar para volver a dar al hombre la felicidad para la que Él lo creó. Por eso el reino de los cielos que Jesús anuncia es un reino de felicidad, de dicha, de buena ventura: las bienaventuranzas así lo proclaman.

Una vida antes que una moral

 

1. Lo que no es el cristianismo.

Imaginemos un hombre que cumple perfectamente bien todos los mandamientos de Dios y de su Iglesia, un hombre que es justo y bueno, que busca la paz y trabaja por ella, que lucha contra la injusticia y quiere un mundo de hermanos, pero que hace todo esto sin creer que Jesucristo es Dios y sin estar bautizado... Pues bien, ese hombre no sería cristiano. No se es, en efecto, cristiano por cumplir todos los mandamientos, sino por creer que Jesucristo es Dios y por vincularse orgánicamente a Él mediante el bautismo; de este modo recibimos su Espíritu, y participamos así de su Vida. El cristiano es una vida mucho más y mucho antes que una moral. ¡Oh insensatos gálatas! ¿Quién os fascinó a vosotros, a cuyos ojos fue presentado Jesucristo crucificado? Quiero saber de vosotros una sola cosa: ¿recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por la fe en la predicación? ¿Tan insensatos sois? Comenzando por espíritu, ¿termináis ahora en carne? ¿Habéis pasado en vano por tales experiencias? ¡Pues bien en vano sería! El que os otorga, pues, el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace porque observáis la ley o porque tenéis fe en la predicación? (Gálatas 3,1-5). Lo que, en efecto, nos hace cristianos es la fe en la predicación, en el anuncio de que tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna (Juan 3,16) y la adhesión vital a este acontecimiento que opera en nosotros el bautismo.

Escuela de la fe #11: San Isaac el sirio: las tantaciones y los pecados




San Isaac el sirio: las tentaciones y los pecados


D. Fernando Colomer Ferrándiz
20 de enero de 2023


Enlace para escuchar en ivoox: https://go.ivoox.com/rf/126370251


Oración por la salvación de un cristiano que se ha suicidado

¡Oh Corazón de Jesús, dame su alma! Haz, ¡oh Señor!, que la tácita plegaria que incesantemente hacia Ti se dirige, que las lágrimas en silencio vertidas, intercedan, Corazón de Jesús, por el hermano que murió, aunque no según la naturaleza. Su alma inmortal murió a la vida de la gracia. ¡Piedad, dulce Jesús, piedad!, que esta alma no se pierda para siempre. ¡Con qué sutiles argucias llegó a él el tentador, con el fatal y adulador engaño! Pero mi hermano no habría muerto, Señor, si Tú hubieses estado allí (Cf. Jn 11, 21). Mas, ¡ay!, el orgullo de su espíritu te hizo alejarte de él, porque olvidó, es más, despreció tu consejo: Sed mansos y humildes de corazón (Mt 11, 29). Por el amor que tu Madre sintió por él, escucha esta mi angustiosa oración. Arráncale de la venganza del tentador. Sálvale, Señor, porque te amó. Por las humillaciones de tu Pasión, por tu muerte en la Cruz, pídeme, Señor, lo que quieras, pero dame aquella alma. Por la tierna compasión de tu Corazón a la vista del dolor humano, haz que el corazón que gime ante Ti obtenga gracia, y aquella alma sea ganada por tu Misericordia. Vuelve a él tu mirada, como a Pedro cuando te negó (cf. Lc 22, 61). Con esa mirada le podrás vencer, porque…Señor, en otro tiempo te amó. Lo confesaremos nosotros en su lugar: él actuó como un traidor. Pero quizá algún dulce recuerdo perdura aún en él. ¡Despiértalo en su corazón, Señor! Corazón de Jesús, Pastor y Redentor, Tú que salvas y redimes, ¡piedad para nuestro hermano errante! Llámalo, para que salga de su sepulcro (cf. Jn 11, 43). ¡Miserere! (Sal 50, 1). Tú que no desdeñas la súplica del pecador, ¡escúchame, Señor!, y reclama junto a tu Corazón al hermano que se alejó de Ti.

Cardenal Merry del Val [1]

III Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

22 de enero de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • En Galilea de los gentiles el pueblo vio una luz grande (Is 8, 23b - 9, 3)
  • El Señor es mi luz y mi salvación (Sal 26)
  • Decid todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros (1 Cor 1, 10-13. 17)
  • Se estableció en Cafarnaún, para que se cumpliera lo dicho por Isaías (Mt 4, 12-23)
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Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea (…) Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías”. Con estas palabras san Mateo nos hace ver que Jesús otorga en su vida un peso a las circunstancias externas, que las observa, las valora y toma decisiones en base a ellas. A pesar de ser Dios, Jesús descubre la voluntad del Padre a través de las circunstancias externas de su vida -como nos ocurre a nosotros- y actúa en función de ellas. Jesús no se comporta como un héroe desafiante sino como un hombre humilde que examina la realidad en la que se encuentra envuelto para tomar sus decisiones, en este caso concreto la decisión de huir buscando un sitio más seguro. Y a través de esto se cumple la Escritura, el plan de Dios se va realizando. Él dirá a sus discípulos: “Cuando os persigan en una ciudad huid a otra, y si también en ésta os persiguen, marchaos a otra” (Mt 10,23). También nosotros debemos aprender a leer la voluntad de Dios a través de las circunstancias de nuestra vida (y no esperar que un ángel nos la diga).

Las buenas palabras

Las buenas palabras son, en este mundo, como una música del cielo. Poseen un poder que parece superar a la naturaleza. Es como si la voz de un ángel se hubiera extraviado sobre nuestra tierra y sus acentos inmortales hirieran suavemente los corazones, depositando en ellos algo de la naturaleza de los ángeles.

Las buenas palabras pueden enderezar los asuntos más embrollados, porque, en realidad, un corazón inaccesible al perdón es un monstruo bastante raro. Casi todo el mundo se cansa de las disputas, incluso de las más justas. Incluso aquellas en las que todos los errores están del mismo lado, que son las más difíciles de arreglar, con el tiempo ceden ante las palabras conciliadoras.

Toda disputa tiene probablemente su origen en un malentendido y sólo subsiste por el silencio que perpetua ese error. Cuando un malentendido ha vivido más de un mes, se le puede considerar en general como incurable mediante explicaciones que no hacen sino multiplicar los malentendidos. Entonces las buenas palabras, cuyos frutos no veremos más que a base de perseverancia, son nuestra única esperanza, pero son una esperanza cierta. Porque ellas no explicarán nada, sino que harán algo mejor: harán inútil toda explicación y de ese modo evitarán que se reabran las antiguas llagas. En estas circunstancias, las buenas palabras poseen una fuerza medicinal. Y también productiva, porque, entre otras cosas, dan felicidad.

Frederick William Faber


II Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

15 de enero de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación (Is 49, 3. 5-6)
  • Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad (Sal 39)
  • A vosotros, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo (1 Cor 1, 1-3)
  • Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Jn 1, 29-34)
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Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio; entonces yo digo: ‘Aquí estoy (…) para hacer tu voluntad’. Dios mío lo quiero y llevo tu ley en las entrañas”. Estas palabras del salmo 39, que hemos proclamado en el salmo responsorial, expresan la esencia de la novedad que llega con la persona de Cristo. En el régimen de los sacrificios rituales que instaura el Levítico, cuando se quiere ofrecer un sacrificio de expiación por los propios pecados, el oferente “impondrá su mano sobre la cabeza de la víctima y le será aceptada como expiación” (Lv 1,4): el sacrificio del animal ofrecido al Señor es como una muerte vicaria del hombre que lo ofrece; el oferente reconoce así que “la paga del pecado es la muerte” (Rm 6,23) y que es él mismo quien debería morir, pero lo hace el animal en lugar suyo, y Dios acepta ese sacrificio como expiación por el pecado.

Frases...

“La Iglesia es intolerante en cuanto a sus principios porque cree, y en su praxis es tolerante, porque ama. Los enemigos de la Iglesia son tolerantes en cuanto a los principios, porque no creen, e intolerantes en su praxis, porque no aman”.



Reginald GARRIGOU-LAGRANGE O.P.
(1877-1964)

Bautismo del Señor

15 de agosto 

8 de enero de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Mirad a mi siervo, en quien me complazco (Is 42, 1-4. 6-7)
  • El Señor bendice a su pueblo con la paz (Sal 28)
  • Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo (Hch 10, 34-38)
  • Se bautizó Jesús y vio que el Espíritu de Dios se posaba sobre él (Mt 3, 13-17)
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El episodio de la vida del Señor que el evangelio de hoy nos relata, ha tenido siempre un cierto carácter turbador para la conciencia cristiana. Porque la reacción de Juan el Bautista está llena de buen sentido y de razón: si Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, si Él es el que va detrás de Juan y al que Juan no es digno de desatar la correa de su sandalia, si Él es el que bautizará en Espíritu Santo y fuego, y si el bautismo de Juan es, como el propio Juan declara, un bautismo de penitencia por el que quien se hace bautizar reconoce sus pecados y la necesidad de conversión que tiene, entonces, efectivamente, tiene toda la razón Juan cuando afirma: “Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?”.

Tenemos una esperanza

“Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza” (1Ts 4, 13).

Yo sé que tengo un Redentor que está vivo en el cielo y que yo resucitaré del seno de la tierra. Yo sé que veré en mi propia carne y con mis propios ojos a Dios mi Salvador. Yo sé que la muerte no es para mí más que un cambio de estado, un tránsito para mi alma y un sueño para mi cuerpo; que me va a despojar para revestirme, que me va a quitar una vida frágil y perecedera para darme una vida que no terminará nunca. Yo sé todo esto; y esta esperanza que Dios ha puesto en mí como un precioso depósito es la que me consuela en mis miserias, la que me fortalece en mis desánimos, la que me da fuerza para cumplir mis deberes, la que me hace invencible en las tentaciones, la que me impide sucumbir a la violencia de las persecuciones. Sin esta esperanza toda mi fuerza me abandonaría en mil ocasiones y yo cedería a las rebeldías de la naturaleza; pero esta esperanza es mi soporte, y por eso la conservo en mi corazón.

Louis Bourdaloue

(Fallecido en 1704, este jesuita fue un orador brillante que predicó en la Corte de Francia, en cinco ocasiones, durante el Adviento y la Cuaresma, entre los años 1672 y 1697)

Epifanía del Señor

15 de agosto 

6 de enero de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • La gloria del Señor amanece sobre ti (Is 60, 1-6)
  • Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra (Sal 71)
  • Ahora ha sido revelado que los gentiles son coherederos de la promesa (Ef 3, 2-3a. 5-6)
  • Venimos a adorar al Rey (Mt 2, 1-12)
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El evangelio de hoy, queridos hermanos, nos presenta tres tipos de hombres que adoptan actitudes diferentes ante Jesús: los magos, que le buscan con tesón y quieren rendirle homenaje, los escribas, que conocen el lugar de su nacimiento, pero no se interesan por él y Herodes que se siente amenazado por él en su poder y quiere por ello eliminarlo. Estos tres tipos de hombres los encontraremos también durante la vida pública de Jesús y a lo largo de la historia de la Iglesia, en el tiempo del anuncio del Evangelio a todos los hombres: siempre habrá quien se interese por Jesús para darle su corazón, quien se interese por Él como una curiosidad intelectual, como un elemento de la cultura humana, y quien vea en Él a su peor enemigo. Estos últimos normalmente no dicen nada contra Él sino contra su cuerpo, que es la Iglesia, el lugar de la prolongación de su presencia en la historia. Pero aquí hay que recordar las palabras del Señor a Saulo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? (Hch 9,4).

El décimo mandamiento



El apóstol san Juan resume “todo lo que hay en el mundo” en la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas (1Jn 2,16). El noveno mandamiento se refiere a la concupiscencia de la carne, mientras que el décimo concierne a la concupiscencia de los ojos: No codiciarás... nada que sea de tu prójimo (Ex 20,17); No desearás... su casa, su campo, su siervo o su sierva, su buey o su asno: nada que sea de tu prójimo (Dt 5,21). Todo cuanto dijimos a propósito del noveno mandamiento, en cuanto esfuerzo por ordenar el mundo pulsional según la ley de Dios, vale de nuevo aquí. Pues el fondo de la cuestión sigue siendo el mismo, a saber que donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mt 6,21).

El apetito sensible nos impulsa a desear las cosas agradables que no poseemos. Así, desear comer cuando se tiene hambre o calentarse cuando se tiene frío. Aunque estos deseos son buenos en sí mismos, no es extrajo que, en la actual condición del hombre, (fruto del primer pecado o pecado original), con frecuencia no guarden la medida de la razón, y nos empujen a codiciar injustamente lo que no es nuestro sino que pertenece, o es debido, a otra persona.