El matrimonio



1. La vida cristiana como vocación.

El bautismo define nuestro ser cristiano como una pertenencia a Jesucristo: somos “cosa suya”, miembros de su cuerpo, sarmientos de la única vid, ramas del único olivo. Esta pertenencia comporta el que no podamos concebir nuestra vida como proyecto, es decir, como despliegue de nuestra libertad desde sí misma y para sí misma, sino como vocación, es decir, como aceptación y adhesión de sí mismo al “lugar” que Jesucristo ha elegido para mí en el seno de su cuerpo, que es la Iglesia. En este sentido hay una afirmación capital en el Nuevo Testamento: “la realidad es el cuerpo de Cristo” (Col 2, 17). Nuestra relación con la realidad es, pues, nuestra relación con el cuerpo de Cristo, con la Iglesia. En esta realidad nueva y única, definitiva, en la que somos injertados por el bautismo, ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Gal 3, 28). Toda vocación cristiana será, por lo tanto, una manera de vivir este misterio de unidad que, en Cristo -en su cuerpo, que es la Iglesia- se desarrolla como semilla y realidad incipiente del Reino futuro. En este sentido son dos las posibilidades fundamentales -las vocaciones- del vivir cristiano: el matrimonio y la virginidad.

Frases...

La diferencia, siempre que no impida la humanidad de las relaciones, es fuente de interés y de fecundidad.


Jean-Luc Marion

V Domingo de Cuaresma

15 de agosto 

26 de marzo de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis (Ez 37, 12-14)
  • Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa (Sal 129)
  • El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros (Rom 8, 8-11)
  • Yo soy la resurrección y la vida (Jn 11, 1-45)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

“Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?”. El evangelio de hoy nos sitúa ante el hecho ineludible que más turba la vida del hombre sobre la tierra, la muerte, y nos entrega la Buena Noticia de que Jesús convierte la muerte en una realidad provisional, transitoria: se pasa por ella, pero ella no tiene la última palabra. La disgregación del ser del hombre que ella provoca –la separación del alma y del cuerpo- es sólo provisional, momentánea.

Para nosotros, la muerte constituye un límite infranqueable, un umbral que, una vez atravesado, ya no tiene retorno. Pero no así para Cristo. Para Él la muerte es algo de lo que puede sacarnos con tan sólo una palabra, diciendo nuestro nombre y dando la orden: “¡Lázaro, ven afuera!”. Por eso compara la muerte con el sueño: “Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo”. Los primeros cristianos comprendieron esto perfectamente y abandonaron la terminología pagana, que llamaba “necrópolis” a los lugares de enterramiento, y la sustituyeron por la palabra “cementerio”, que literalmente significa “dormitorio”: la muerte es un sueño, del que nos despertará la voz poderosa del Señor.

Los siete dolores de María


I Dolor: María recibe con fe la profecía de Simeón: que una espada de dolor atravesará su alma porque Jesús será signo de contradicción.

Madre, tú sabes qué es que te digan que lo más bello te lo arrebatarán y que nada te pertenece. Mira a nuestros hermanos recién bautizados y cuida de ellos, para que se mantengan en la verdad del Amor que trae la libertad. Oremos por los cristianos de China. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

II Dolor: María huye a Egipto con Jesús y José, porque Herodes quiere matar a Jesús.

Madre, tú sabes lo que es tener que escapar, lo que es sentirse despojada y al mismo tiempo segura de que tu marido te cuida y tu Hijo te protege. Mira con amor a nuestros hermanos que se ven obligados a salir de sus casas, a huir de su tierra, intercede por ellos ante tu Hijo Jesucristo y pide a San José que les acompañe. Oremos por los cristianos de Irak. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

III Dolor: María busca a Jesús perdido en Jerusalén. Jesús vino a cumplir la voluntad del Padre.

Madre, tú que sabes escuchar con el corazón, mira a los misioneros que están con los enfermos, los que no abandonan a sus hermanos, los que saben dar preferencia a las cosas del Padre, y enséñanos a leer las bienaventuranzas con la brisa del Espíritu. Oremos por los cristianos de Kenia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Icono de La Anunciación del Señor de Homs, Siria


Martes, 21 de marzo de 2023
Parroquia San León Magno


El icono de la Anunciación del Señor de Homs, fue rescatado de los escombros de un monasterio ortodoxo en Homs, Siria. 

Es signo y testigo de la persecución que, aún hoy en día, sufren muchos hermanos por su fidelidad a Cristo.

Se utilizó de diana, conserva tres impactos de bala, dos con orificio de entrada y salida y un tercero, sobre la cabeza de la Virgen, que conserva el proyectil.

Este icono, ante el cual con tanto fervor habrán rezado multitud de cristianos, fue profanado cuando los terroristas del DAESH entraron en Siria con la intención de acabar con el cristianismo en esas tierras. Cuando algunos cristianos consiguieron volver a su ciudad, rescataron este sagrado icono de los escombros de una de sus iglesias, y lo cedieron para que sirviera de nexo de unión entre ellos -nuestros hermanos perseguidos- y nosotros. Ellos esperan nuestra ayuda, nuestro apoyo y nuestra oración.

San José

15 de agosto 

20 de marzo de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • El Señor Dios le dará el trono de David, su padre (2 Sam 7, 4-5a. 12-14a. 16)
  • Su linaje será perpetuo (Sal 88)
  • Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza (Rom 4, 13. 16-18. 22)
  • José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor (Mt 1, 16. 18-21. 24a)
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No sería correcto interpretar que la Virgen y san José se “despistaron” en relación a su hijo Jesús a la hora de regresar desde Jerusalén a Nazaret. Y esto por dos razones. En primer lugar porque el niño Jesús acababa de cumplir 12 años, como el evangelio se preocupa de subrayar. Doce años era y es la edad en la que un niño judío empieza a ser considerado “adulto”: se le declara “hijo de la Ley”, que a partir de ahora tiene la obligación de estudiar, y adquiere también el deber de defender a su pueblo Israel. A partir de los doce años se produce una inflexión en el trato que los padres dispensan a su hijo: un control agobiante ya no sería pertinente, una cierta libertad y capacidad de iniciativa propia resultan ya necesarias. En segundo lugar, en las caravanas de la época los varones y las mujeres caminaban en grupos distintos y diferenciados, mientras que los niños podían elegir libremente entre caminar en uno u otro grupo. Con toda probabilidad María pensaría que Jesús iba con José y José que iba con María. Al reunirse al anochecer para acampar es cuando se percataron de su error.

Durante tres días estuvieron buscándolo. María y José nos dan ejemplo de lo que hay que hacer cuando se pierde a Cristo: buscarlo sin parar hasta encontrarlo. Una vez que se ha conocido a Jesús, vivir sin Él es verdaderamente miserable e insoportable: hay que ponerse a buscarlo hasta encontrarlo. Cuando perdemos a Cristo por el pecado mortal, hay que ponerse inmediatamente a buscarlo por el arrepentimiento y la confesión sacramental, en vez de quedarse chapoteando en los propios pecados.

No soy digno

Señor, Dios mío,
yo sé que no soy digno de que entréis en la morada de mi alma,
puesto que está completamente desierta y arruinada,
y no hay en ella un lugar donde reposar la cabeza.
Pero como sé que os habéis rebajado por nosotros
desde lo alto del cielo,
os pido que os rebajéis ahora a mi desolación.

Vos habéis aceptado ser acostado en un pesebre
destinado a las bestias:
aceptad ahora penetrar en mi alma animal
y en mi cuerpo manchado.

IV Domingo de Cuaresma

15 de agosto 

19 de marzo de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • David es ungido rey de Israel (1 Sam 16, 1b. 6-7. 10-13a)
  • El Señor es mi pastor, nada me falta (Sal 22)
  • Levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará (Ef 5, 8-14)
  • Él fue, se lavó, y volvió con vista (Jn 9, 1-41)
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La historia del ciego de nacimiento es como una parábola del bautismo y de la vida cristiana que se inicia con él. Uno de los nombres del bautismo es, precisamente, iluminación, porque mediante él reconocemos que Cristo es la “luz del mundo” y nos dejamos iluminar por Él: “Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz” (2ª lectura).

La liturgia de la palabra de este domingo subraya la gratuidad del bautismo, la gratuidad del don de Dios. De la misma manera que el joven David no había hecho ningún mérito para que fuera elegido por Dios como rey de Israel, el ciego de nacimiento ni siquiera le pide a Jesús que lo cure, su papel es meramente receptivo: está ahí, en la oscuridad de su ceguera. Pero consiente que los dedos del Señor se posen sobre sus ojos con el barro que había hecho con su propia saliva: “Escupió para que advirtieras que el interior de Cristo es luz. Y ve realmente, quien es purificado por lo que procede del interior de Cristo”, escribe San Ambrosio.

Así pues lo primero para ser cristiano es dejarse alcanzar por Cristo (y esto es lo que hacéis los padres cristianos cuando traéis a vuestros hijos recién nacidos a la Iglesia para que sean bautizados: se los presentáis y ofrecéis a Cristo, para que Él los ilumine). Y esto es, queridos hermanos, lo que hacemos cada vez que recibimos alguno de los sacramentos: nos dejamos alcanzar por Cristo, para que Él nos toque y realice en nosotros su acción salvadora.

Agradecer lo que no nos dan

Me gusta agradecerle a Dios todo cuanto me da, es siempre tanto que no tengo palabras para describirlo. Pero siento que debo agradecerle también lo que no me da, las cosas buenas que no he tenido, e incluso las que tanto he pedido y deseado y no he llegado a disfrutar. El hecho de que no me haya concedido algunas de ellas me ha obligado a descubrir en mí fuerzas insospechadas y, en cierto modo, me ha permitido ser yo.

Mientras no le agradezcamos a Dios, a la vida y a los demás lo que no nos han dado, parece que nuestra oración queda incompleta. Podemos fácilmente seguir adelante alimentando el resentimiento por lo que no nos ha sido dado, comparándonos con otras personas y considerándonos injustamente tratados, lamentando la dureza de lo que en cada etapa no corresponde a lo que habíamos imaginado.




Autor: José TOLENTINO MENDONÇA
Título: Pequeña teología de la lentitud
Editorial: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2017, (pp. 16-17)







III Domingo de Cuaresma

15 de agosto 

12 de marzo de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Danos agua que beber (Ex 17, 2)
  • Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón» (Sal 94)
  • El amor ha sido derramado en nosotros por el Espíritu que se nos ha dado (Rom 5, 1-2. 5-8)
  • Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna (Jn 4, 5-42)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

El encuentro del Señor con la samaritana se produce junto a un pozo, que la tradición atribuye a Jacob. El pozo es el lugar donde se sacia la sed, y el hombre es un ser de deseos, un ser que tiene sed. El Señor inicia su diálogo con la samaritana arrancando de la sed física que él tiene en ese momento, para conducir a esa mujer a la sed de su corazón y hacerle caer en la cuenta de que esa sed del corazón es sed de Dios.

Aquella mujer era una mujer de deseos, como lo testimoniaban sus cinco maridos. Deseaba amar y ser amada. Era una mujer fuerte, capaz de descartar maridos y de encontrar otros; y al mismo tiempo era una mujer débil, porque a pesar de tanto marido, no conseguía nunca apaciguar su corazón inquieto, saciar la sed de su corazón. Al encontrar a Jesús no va a encontrar su “séptimo marido”; va a encontrar al Esposo -con mayúscula- a Aquel que nos colma interiormente con el don del Espíritu Santo y nos hace capaces de empezar a dar, a donar, a manar, como un manantial de agua viva que salta hasta la vida eterna.

Frases...

El honor es lo que nadie puede darte, ni nadie puede quitarte. Es un regalo que el hombre se hace a sí mismo.


(De la película Rob Roy)


II Domingo de Cuaresma

15 de agosto 

5 de marzo de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Vocación de Abrahán, padre del pueblo de Dios (Gen 12, 1-4a)
  • Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti (Sal 32)
  • Dios nos llama y nos ilumina (2 Tim 1, 8b-10)
  • Su rostro resplandecía como el sol (Mt 17, 1-9)
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“Dios nos ha llamado “a una vida santa” (2ª lectura.: 2Tm). Pero la llamada de Dios comporta siempre una renuncia, un sacrificio. Por eso se nos recuerda hoy la figura de Abraham, nuestro padre en la fe. Él tuvo que “salir de su tierra y de la casa de su padre”: es la renuncia que el Señor le pidió. Después tuvo que mostrarse dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac. También los apóstoles tuvieron que dejar las redes y a su familia para seguirle. Cuando llama Dios, siempre hay que hacer una ruptura, un desprendimiento de algo amado. Siempre hay que hacer un sacrificio, siempre está presente la Cruz. También en el evangelio de hoy que se inicia con una indicación cronológica: “seis días después”. ¿Después de qué? Si consultamos el evangelio de san Mateo vemos que se trata del primer anuncio de la pasión que hizo el Señor a los discípulos y contra el que se sublevó Pedro, quien probablemente pensaba que un Mesías que iba a sufrir y a morir no les servía de nada, que lo que hacía falta era un Mesías victorioso y triunfante. El incidente provocó el que Jesús llamara a Pedro “Satanás”: “Quítate de mi vista, Satanás (...) tus pensamientos no son los de Dios sino los de los hombres” (Mt16, 21-23).