Santa María, Madre de Dios

15 de agosto 


1 de enero de 2023

(Ciclo A - Año impar)




  • Invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré (Num 6, 22-27)
  • Que Dios tenga piedad y nos bendiga (Sal 66)
  • Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer (Gal 4, 4-7)
  • Encontraron a María y a José y al niño. Y a los ocho días, le pusieron por nombre Jesús (Lc 2, 16-21)
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En este primer día del año civil, la Iglesia nos invita a contemplar a María, la Madre del Señor, para que en ella encontremos el camino que conduce a la paz. Ese camino está indicado en el evangelio al afirmar que María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

El corazón es el verdadero centro de la persona humana, es el lugar donde “se anudan” todas las dimensiones del hombre: su libertad, su inteligencia, su afectividad, su corporalidad. Lo que toca el corazón toca a la persona, me toca a mí, en lo más íntimo, en lo más personal de mi ser.

La actitud que María adopta es la de dejar entrar en su corazón todo lo que la realidad le pone ante sus ojos, sin censurar nada, sin prohibirse contemplar y acoger cualquier aspecto de la realidad, por desconcertante o hiriente que sea. Nosotros solemos prohibir la entrada en nuestro corazón a las realidades que nos pueden resultar hirientes, porque no queremos sufrir. Y para ello nos cerramos, nos bloqueamos, miramos para otro lado.

Epitafio cristiano del año 344



En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Dios de los espíritus y de toda carne,
que has vencido a la muerte,
humillado al Hades,
dado la vida al mundo;
concede el reposo al alma de mi padre Sinethé
en el seno de Abraham, de Isaac y de Jacob,
en el país de la luz,
en el país del refrigerio,
donde no existen ya el sufrimiento,
el duelo ni las lágrimas.
Perdónale toda falta cometida con el pensamiento,
palabra u obra,
porque eres bueno y amas a los hombres.
Sí, sólo Tú eres Dios y estás libre de todo pecado,
y tu justicia es justicia por toda la eternidad.
Señor, tu palabra es verdad.
Da el reposo al alma de mi padre Sinethé,
pues Tú eres el reposo, la vida y la resurrección.
A Ti glorificamos, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Amén.

(Epitafio del año 344, encontrado en El Cairo. El hijo del difunto mandó grabar sobre la piedra que cubre la tumba esta oración)

Natividad del Señor

15 de agosto 

 

 25 de diciembre de 2022

(Ciclo A - Año impar)




  • Verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios (Is 52, 7-10)
  • Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios (Sal 97)
  • Dios nos ha hablado por el Hijo (Heb 1, 1-6)
  • El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1, 1-18)
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“Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres”, hemos proclamado en la segunda lectura de hoy. Un acontecimiento increíble ha sucedido: “Cuando un sosegado silencio lo envolvía todo y la noche se encontraba en la mitad de su carrera”, la Palabra de Dios “saltó del cielo, desde el trono real” y vino a la tierra, morando en medio de nosotros (Sb 18,14). “Dios ha realizado un milagro nunca visto entre los habitantes de la tierra: el que mide el cielo con la palma de su mano, yace en un pesebre de poco más de un palmo; el que en la cavidad de su mano contiene todo el mar, experimenta qué es nacer en una gruta. El cielo está lleno de su gloria y el pesebre está colmado de su esplendor”, canta San Efrén (+373).

Natividad del Señor. Misa de medianoche.

15 de agosto 

 

25 de diciembre de 2022

(Ciclo A - Año impar)




  • Un hijo se nos ha dado (Is 9, 1-6)
  • Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor (Sal 95)
  • Se ha manifestado la gracia de Dios para todos los hombres (Tit 2, 11-14)
  • Hoy os ha nacido un Salvador (Lc 2, 1-14)
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Queridos hermanos: ¿Cuál es el misterio que estamos celebrando? NO celebramos ciertamente el solsticio de invierno, ni los paisajes nevados, ni un vago y genérico “espíritu de la Navidad”, ni unos sentimientos filantrópicos de simpatía y bondad para todos, SINO el nacimiento en la carne del Hijo único de Dios. Es este acontecimiento histórico, realmente acontecido, lo que celebramos hoy. Es este hecho, que es el único, por cierto, que puede fundamentar unos sentimientos de bondad y de misericordia para con todos los hombres, y sobre todo de  esperanza de salvación para todos.

Este hecho consiste en que “un niño nos ha nacido, un hijo de nos ha dado”, como afirma el profeta Isaías en la primera lectura de hoy. Cuando nace un niño, sus padres descubren inmediatamente, con sorpresa, que ese hijo que ha venido al mundo a través de ellos, a través de su abrazo de amor, es otro, es distinto, es un sujeto humano diferente, en el que ya se vislumbran formas y criterios propios, independientes de los de sus padres. Aunque su existencia misma depende todavía por completo del cuidado de sus padres para subsistir, sin embargo ya muestra claramente su alteridad, su ser-otro.

Homilía por su ahijada

(El texto reproduce el final del sermón que el sacerdote pronuncia en el entierro de Antonia, una joven corsa cuya pasión fue la fotografía, con la que se ganó la vida primero como reportero de guerra y después, tras la amarga experiencia de la guerra, como reportera de un periódico local y realizando por su cuenta reportajes de boda. Antonia ha llevado una vida moral bastante desordenada, tras el fracaso de su primera relación sentimental. El sacerdote es su tío, hermano de la madre de la difunta, y su padrino de bautismo, y Antonia ha sido para él la “niña de sus ojos”, su niña mimada; él fue quien le regaló su primera máquina de fotografiar y él la ha ayudado siempre en todo, quizás incluso excesivamente. El sacerdote no quería celebrar el funeral sino estar con su hermana y el resto de la familia y que fuera otro sacerdote quien lo celebrara. Pero su hermana le ha obligado a ello. El resultado es una homilía farragosa, abstracta, larga, interminable, en la que llega a un punto en el que se queda como bloqueado, sin saber qué decir. Tras un tenso silencio termina su homilía diciendo lo que de verdad importa)

Hace ya un buen rato que está callado, con la cabeza gacha hacia los Evangelios, suscitando entre los asistentes la esperanza, pronto defraudada, de que ha terminado. Su hermana crispa las manos en el respaldo del reclinatorio. Sigue sin decir nada a propósito de su ahijada. Antes siquiera de haberlo decidido, retoma la palabra.

IV Domingo de Adviento

15 de agosto 


18 de diciembre de 2022

(Ciclo A - Año impar)




  • Mirad: la virgen está encinta (Is 7, 10-14)
  • Va a entrar el Señor; él es el Rey de la gloria (Sal 23)
  • Jesucristo, de la estirpe de David, Hijo de Dios (Rom 1, 1-7)
  • Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David (Mt 1, 18-24)
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El evangelio de hoy nos prepara a la celebración de la Navidad poniendo ante nuestros ojos la figura luminosa de san José, y entregándonos, también, dos afirmaciones capitales sobre el niño que va a nacer.

De José se nos dicen fundamentalmente dos cosas. La primera es que José, era bueno (justo). Ser “justo”, ante Dios, no consiste en ser un hombre que reivindica sus derechos, que es “justiciero”; ser justo ante Dios es ser bondadoso. La bondad de José se manifiesta en el hecho de que, al percatarse de que María, su esposa, estaba esperando un hijo, “decidió repudiarla en secreto”, lo que significa que tomó la decisión de desaparecer él de su ciudad de Nazaret y permitir a María recorrer su propio camino, cargando él con la vergüenza de quedar como un esposo que no ha sido capaz de asumir su propia responsabilidad, y salvando así el honor -e incluso la vida, puesto que María hubiera podido ser acusada de adulterio y condenada a muerte- de su esposa María. José constata que su esposa ha entrado en un camino en el que él no tiene nada que ver, puesto que él no es el padre del niño que lleva en sus entrañas, y decide dejarla recorrer su propio camino. José es un hombre bueno porque quiere que María sea, aunque no sea para él. Y esa es la esencia del amor. La esencia del amor es el amor virginal, que es el amor que afirma al otro con un desprendimiento total, sin querer poseer al otro, sin pretender que el otro sea para uno mismo. El verdadero amor está lleno de desprendimiento: la pureza del amor consiste en el desprendimiento. Lo que “prepara el camino al Señor” y hace posible su venida entre los hombres es la bondad, es el amor virginal.

Frases...

Cuanto más nos acercamos a Dios, más solos estamos. Es el infinito de la soledad.


Léon Bloy


(Citado por Itxu DÍAZ, Todo iba bien. Breve ensayo sobre la tristeza, la nostalgia y la felicidad, Ediciones Encuentro, Madrid, 2020, p. 176)

III Domingo de Adviento

15 de agosto 


11 de diciembre de 2022

(Ciclo A - Año impar)




  • Dios viene en persona y os salvará (Is 35, 1-6a. 10)
  • Ven, Señor, a salvarnos (Sal 145)
  • Fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca (Sant 5, 7-10)
  • ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? (Mt 11, 2-11)
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Juan, el Bautista, estaba encerrado en la cárcel por haberse atrevido a decirle a Herodes que no le era lícito tener la mujer de su hermano (Mt 14,4). Él había anunciado la llegada de Jesús como la llegada de Dios, del “Día del Señor”, y la había descrito diciendo fundamentalmente dos cosas: que bautizaría “con Espíritu Santo y fuego”, es decir, que ofrecería a los hombres la posibilidad de un nuevo nacimiento, de una nueva manera de ser, y que realizaría el juicio definitivo de Dios, separando para siempre el grano de la paja, guardando el grano en el granero y quemando la paja en una hoguera que no se apaga. Y ahora, las noticias que le llegaban sobre Jesús se lo presentaban realizando unos “signos” (milagros) que correspondían a lo que se esperaba de la llegada del Señor, pero sin realizar la deseada separación entre buenos y malos con el correspondiente premio o castigo; al contrario, Jesús comía con los pecadores: comer juntos significa entablar una relación de comunión, de amistad. Y Juan Bautista entra en crisis: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”

María

Pero hay un día, una hora, un momento
en que no bastan los patronos y los grandes santos.
Y entonces hay que hacer lo que hay que hacer.
Hay que coger el coraje con las dos manos
y dirigirse directamente a la que está por encima de todo.

Ser valiente de una vez.
Y dirigirse animosamente a la que es infinitamente bella
porque es infinitamente buena.
A la que intercede,
a la única que puede hablar con la autoridad de una madre.

Inmaculada Concepción de la Virgen María

15 de agosto 


8 de diciembre de 2022

(Ciclo A - Año impar)




  • Pongo hostilidad entre tu descendencia y la descendencia de la mujer (Gén 3, 9-15. 20)
  • Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas (Sal 97)
  • Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo (Ef 1, 3-6. 11-12)
  • Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo (Lc 1, 26-38)
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La liturgia de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María nos retrotrae al inicio de la creación, al paraíso en el que Dios situó al hombre recién creado a imagen y semejanza de Él, creado “en la santidad y en la justicia”. Es el hombre según el querer de Dios, el hombre conforme a su voluntad. El hombre así creado vivía en la inocencia, lo que significa que veía todas las cosas en Dios, que percibía la realidad en la mirada de Dios. Por eso dice la Escritura que “estaban desnudos y no sentían vergüenza”. En efecto, en la desnudez corporal veían el ser personal del otro, “se veían”, porque así es la mirada de Dios: “todo es puro para los puros”.

El noveno mandamiento

 


El noveno mandamiento ordena: No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo (Ex 20,17). La tradición catequética católica centra el noveno mandamiento en la prohibición de la “concupiscencia” -es decir de la codicia- de la carne, así como el décimo en la de la prohibición de la codicia del bien ajeno. El noveno mandamiento está recogido en la palabra del Señor: el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón (Mt 5,28).

1. El combate espiritual.

El hombre, como consecuencia del pecado original, está marcado por un conflicto antropológico que atraviesa su ser y afecta a todas sus relaciones, y que se manifiesta en la rebeldía de los diversos estratos y fuerzas impulsivas del ser del hombre, contra la orientación fundamental de la persona hacia Dios. San Pablo (Rm 7,14-25) lo tematiza hablando de la ley del pecado que habita en mí y el lenguaje teológico hablando de concupiscencia. La palabra “concupiscencia” designa, en -sentido etimológico, toda forma vehemente de deseo humano, y en sentido teológico, el desorden de las facultades morales del hombre que es consecuencia del primer pecado. La concupiscencia no es, en sí misma, un pecado, sino una situación antropológica y espiritual que inclina al hombre a cometer pecados (CAT 2515).

II Domingo de Adviento

15 de agosto

4 de diciembre de 2022

(Ciclo A - Año impar)





  • Juzgará a los pobres con justicia (Is 11, 1-10)
  • Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente (Sal 71)
  • Cristo salva a todos los hombres (Rom 15, 4-9)
  • Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos (Mt 3, 1-12)
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“El Señor viene, el Señor está cerca” tal podría ser, en síntesis, el mensaje que la Palabra de Dios nos entrega hoy. El Evangelio nos lo dice a través de algunos detalles. Sólo del profeta Elías (2Re 1,8) y de Juan Bautista dice la Escritura que llevaban una correa de cuero a la cintura. Por su manera de vestir, Juan ha de ser reconocido como el Elías que vendría de nuevo, pero no para preparar la venida de otro profeta, sino la del mismo Dios, según lo anunciado por el profeta Malaquías: “He aquí que yo os envío al profeta Elías antes de que llegue el Día del Señor, grande y terrible” (Mal 3,23). El propio Señor dirá de Juan el Bautista: “Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir” (Mt 11,14). Además, Juan bautiza en el Jordán, el río que el profeta Elías cruzó, junto con Eliseo, antes de ser ascendido en un carro de fuego al cielo, es decir, al encuentro directo e inmediato con el Señor (2Re 2,1-18).

Ave Regina Caeloum

Ave Regina Caelorum
ave Domina angelorum!
Salve radix, salve porta
ex qua mundo lux est orta!
Gaude virgo gloriosa,
super omnes speciosa!
Vale, o valde decora
et pro nobis Christum exora!


¡Salve Reina de los Cielos
y Señora de los ángeles!
¡Salve Raíz, salve Puerta,
que dio paso a nuestra luz!
¡Alégrate, Virgen gloriosa,
entre todas la más bella!
¡Salve oh hermosa doncella,
ruega a Cristo por nosotros!
Amén.

Oración en formato pdf

I Domingo de Adviento

15 de agosto 

27 de noviembre de 2022

(Ciclo A - Año impar)





  • El Señor congrega a todas las naciones en la paz eterna del Reino de Dios (Is 2, 1-5)
  • Vamos alegres a la casa del Señor (Sal 121)
  • La salvación está más cerca de nosotros (Rom 13, 11-14a)
  • Estad en vela para estar preparados (Mt 24, 37-44)
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“Al final de los días…”. La Buena Noticia que la iglesia nos da, en este primer domingo de Adviento, es que los días tendrán un final, es decir, que la historia humana no será siempre la monótona repetición de lo mismo, sino que tendrá un final en el que irrumpirá algo verdaderamente nuevo, un estado de cosas completamente diferente al que conocemos ahora. Lo que ahora conocemos es la división entre los hombres, la imposible unidad del género humano, siempre dividido por la economía, la política, la cultura, la memoria histórica etc.

Lo que se nos anuncia es la irrupción del Reino de Dios que realizará la unidad del género humano, porque “hacia el monte del Señor, hacia la casa del Dios de Jacob (…) confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos”. La unidad es un milagro que hará el Señor. Los hombres muy a menudo somos incapaces de hacerla.

Sobre la belleza

La belleza como anticipo del cielo

Al hablar de este deseo de nuestra lejana patria que hallamos en nosotros aquí y ahora siento cierto pudor: estoy cometiendo prácticamente una indecencia. Estoy intentando desvelar el secreto insondable que existe en cada uno de ustedes: ese secreto que duele tanto que nos vengamos de él poniéndole nombres como Nostalgia, Romanticismo y Adolescencia; ese secreto que nos atraviesa con tanta suavidad que, cuando una conversación íntima se hace inminente, nos incomodamos y fingimos reírnos de nosotros mismos; ese secreto que no podemos ocultar y del que no podemos hablar, aunque deseemos hacer ambas cosas. No podemos hablar de él porque se trata del deseo de algo que nuestra experiencia nunca nos ha ofrecido. No podemos ocultarlo porque nuestra experiencia está constantemente insinuándolo, y nos traicionamos como los enamorados cuando se menciona un nombre. Nuestro recurso más habitual es llamarlo belleza y comportarnos como si así el asunto quedara zanjado (…) Los libros o la música en los que pensamos que se halla la belleza nos traicionarán si depositamos nuestra confianza en ellos: la belleza no estaba en ellos, únicamente nos llegaba a  través de ellos, y lo que nos llegaba a través de ellos era la nostalgia (…) Porque no son la cosa en sí: solo son el aroma de una flor que no hemos encontrado, el eco de una melodía que no hemos escuchado, la información que tenemos de un país que nunca hemos visitado. ¿Creen que pretendo tejer un hechizo? Puede ser. Pero recuerden los cuentos de hadas: los hechizos se usan tanto para romper encantamientos como para provocarlos. Y ustedes y yo necesitamos el hechizo más potente que existe para despertarnos del perverso encantamiento de la mundanidad al que se nos ha venido exponiendo durante casi un siglo. Casi toda nuestra educación se ha dirigido a silenciar esa voz interior tímida y persistente; casi todas nuestras filosofías modernas se han concebido para convencernos de que el bien del hombre se tiene que buscar en este mundo. 

Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

15 de agosto 

 

20 de noviembre de 2022

(Ciclo C - Año par)




  • Ellos ungieron a David como rey de Israel (2 Sam 5, 1-3)
  • Vamos alegres a la casa del Señor (Sal 121)
  • Nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor (Col 1, 12-20)
  • Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino (Lc 23, 35-43)
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El evangelio de hoy nos ofrece una imagen de lo que es la humanidad: un conjunto de malhechores en medio de los cuales está crucificado el único inocente, Jesús, el Señor. Al presentarnos esta imagen rompe uno de los sueños más enraizados en el corazón del hombre y abre una ventana a la esperanza. El sueño que el evangelio de hoy destruye es el de pensar que los hombres se dividen en buenos y malos y que yo estoy entre los buenos. La esperanza que inaugura es que, si a pesar de mi maldad, invoco con fe al Señor Jesús, también yo escucharé las benditas palabras: “Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso”.

“Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios” (Rm 3,23), afirma san Pablo. Es tanto como decir que todos “hemos hecho el mal”, es decir, que todos hemos sido, en alguna ocasión y de algún modo, “mal-hechores”, “hacedores del mal”. Porque Dios es Amor (1Jn 4,16) y ¿quién de nosotros puede afirmar que nunca ha herido al Amor? Todos, en efecto, a veces por debilidad y otras por egoísmo o malicia, hemos herido al Amor en la persona de nuestros padres, de nuestro cónyuge, de nuestros hijos, de nuestros familiares o compañeros de trabajo o vecinos, o amigos, o de nuestro prójimo en general. Por lo tanto todos merecemos la muerte ya que “el salario del pecado es la muerte” (Rm 6,23). El lugar que nos corresponde es el Calvario.

Frases...

“Casi nunca las emociones son como esperábamos. Por eso la anticipación sentimental es siempre una práctica fallida”




Autor: Itxu DÍAZ
Título: Todo iba bien. Breve ensayo sobre la tristeza, la nostalgia y la felicidad. Ediciones Encuentro, Madrid, 2020, (pp. 74-75)







XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 


13 de noviembre de 2022

(Ciclo C - Año par)




  • A vosotros os iluminará un sol de justicia (Mal 3, 19-20a)
  • El Señor llega para regir los pueblos con rectitud (Sal 97)
  • Si alguno no quiere trabajar, que no coma (2 Tes 3, 7-12)
  • Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas (Lc 21, 5-19)
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El domingo pasado la Palabra de Dios nos hablaba de la esperanza escatológica, de la “gran esperanza”, del “cielo” en el que nos aguarda el Señor. Este domingo nos habla de lo que nos espera, pero no al final de los tiempos, cuando vuelva el Señor, sino de lo que nos espera aquí, en el tiempo, en la historia humana, en la vida terrena. Y el panorama que el Señor nos describe es bastante penoso: nos dice que nos las vamos a tener que ver con la idolatría, con el desorden y con la persecución, la traición y el odio.

La idolatría, porque muchos dirán “yo soy” o “el momento está cerca”, es decir, porque muchos pretenderán tener la solución, la respuesta adecuada a los anhelos del corazón del hombre y conocer el futuro, es decir, poseer la clave de la historia humana, saber hacia donde vamos inexorablemente, hacia dónde camina la historia.

Amar la vida tal como es

Es necesario elegir entre el amor ilusorio a la vida, que nos empuja a postergarla indefinidamente, y el amor real, aun herido, con el que la asumimos. Entre amar la vida hipotéticamente por lo que se espera de ella o amarla incondicionalmente por lo que es, muchas veces pura impotencia, pura pérdida, carencia irresoluble. Condicionar el gozo por la vida a una felicidad soñada es ya renunciar a él, porque la vida es decepcionante (no temamos esta palabra). Debemos esforzarnos para pasar del apego narcisista a la idealización de la vida, a la hospitalidad de la vida tal como se nos presenta, sin mentiras ni ilusiones; y eso requiere un camino de depuración, sin renunciar a la complejidad de la propia existencia, pero aceptando que no se puede desvelar completamente.

¿Cuándo llega la hora de la felicidad?, nos preguntamos. Llega en esos momentos de gracia en que no esperamos nada.



Autor: José TOLENTINO MENDONÇA
Título: Pequeña teología de la lentitud
Editorial: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2017, (PP. 36-37)







XXXII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 


6 de noviembre de 2022

(Ciclo C - Año par)




  • El Rey del universo nos resucitará para una vida eterna (2 Mac 7, 1-2. 9-14)
  • Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor (Sal 16)
  • Que el Señor os dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas (2 Tes 2, 16 - 3, 5)
  • No es Dios de muertos, sino de vivos (Lc 20, 27-38)
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Benedicto XVI, en su encíclica sobre la esperanza, distingue entre las “pequeñas esperanzas” -la esperanza de aprobar una oposición, de curarme de una enfermedad, de encontrar la persona adecuada para compartir mi vida con ella etc.- que nos ayudan a vivir la vida y la “gran esperanza”, que es la esperanza cristiana, la esperanza de participar en la resurrección de Jesucristo, de vivir en plenitud la vida nueva, la vida divina, que en Él se nos ofrece.

En la segunda lectura de hoy se nos ha dicho que Jesucristo “nos ha regalado (…) una gran esperanza”. Es apoyándose en esa gran esperanza, que todavía no había sido revelada en todo su esplendor, como los siete hermanos de la primera lectura de hoy, fueron capaces de afrontar el martirio proclamando que “vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará”.

El octavo mandamiento



El octavo mandamiento ordena: No darás testimonio falso contra tu prójimo (Ex 20,16). El Señor lo retoma en el evangelio con estas palabras: Se dijo a los antepasados: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos (Mt 5,33). Es un mandamiento que regula las relaciones con el prójimo desde el punto de vista de la verdad. Pues Dios es la Verdad y el pueblo de la Alianza tiene que caracterizarse por vivir en la verdad. Toda traición a la verdad comporta una traición a la relación con el Dios que es veraz (Rm 3,4) y que nos ha llamado en Jesucristo luz verdadera que ilumina a todo hombre (Jn 1,9), a vivir como hijos de la luz (Ef 5,8) y a ser santificados por la obediencia a la verdad (1 Pe 1,22).

1. La búsqueda humana de la verdad.

“Todos los hombres, conforme a su dignidad, por ser personas..., se ven impulsados, por su misma naturaleza, a buscar la verdad y, además, tienen la obligación moral de hacerlo, sobre todo con respecto a la verdad religiosa. Están obligados también a adherirse a la verdad una vez que la han conocido y a ordenar toda su vida según sus exigencias” afirma el Catecismo (2467) citando el concilio Vaticano II.

Todos los santos

15 de agosto 

1 de noviembre de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas (Ap 7, 2-4. 9-14)
  • Esta es la generación que busca tu rostro, Señor (Sal 23)
  • Veremos a Dios tal cual es (1 Jn 3, 1-3)
  • Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo (Mt 5, 1-12a)
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Sólo Dios es santo (“porque sólo Tú eres santo”). Sin embargo los primeros cristianos se denominaban a sí mismos “los santos", y lo hacían con toda naturalidad, hablando como de pasada, revelando así una autoconciencia, una manera de definirse, que era común a todos ellos. Así vemos, por ejemplo, que Ananías le dice al Señor: "Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los muchos males que ha causado a tus santos en Jerusalén" (Hch 9,13). Pablo, cuando pide dinero para los cristianos pobres de Jerusalén, afirma estar haciendo una colecta "para los santos" (1Co 16,1-2), "en bien de los santos" (2Co 8,4). Cuando recomienda a Estéfanas lo elogia diciendo que "se ha puesto al servicio de los santos" (1Co 16,15). Pedro, después de resucitar a la joven Tabita, "llamó a los santos y a las viudas" y se la presentó viva (Hch 9,32-41).

La belleza de Dios

Catequesis parroquial nº 171

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 26 de octubre de 2022


XXXI Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

30 de octubre de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Te compadeces de todos, porque amas a todos los seres (Sab 11, 22 - 12, 2)
  • Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey (Sal 144)
  • El nombre de Cristo será glorificado en vosotros y vosotros en él (2 Tes 1, 11 - 2, 2)
  • El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido (Lc 19, 1-10)
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La primera lectura de hoy, sacada del libro de la Sabiduría, nos describe de manera muy bella el obrar de Dios con nosotros. Nos explica que Dios tiene paciencia con cada hombre, porque los ama a todos y no quiere que ninguno se pierda. La paciencia es algo divino, no humano. El Señor, en efecto, “conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro” (Sal 102, 14), y por eso procede con nosotros poco a poco, adaptándose a nuestro ritmo. Nos recuerda también que para encontrarnos con Dios es imprescindible el arrepentimiento y que Él, en su bondad y en su paciencia, nos va conduciendo hacia él. La historia de Zaqueo, en el evangelio, lo pone de relieve.

Como una danza

Concedednos, Señor, vivir nuestra vida,
no como una partida de ajedrez donde todo está calculado,
no como una competición en la que todo es difícil,
no como un teorema que nos rompe la cabeza,
sino como una fiesta sin fin en la que el encuentro con Vos se renueva,
como un baile, como una danza,
entre los brazos de vuestra gracia,
en la música universal del amor.
Señor, venid a invitarnos a danzar.


Madeleine Delbrêl


XXX Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

23 de octubre de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • La oración del humilde atraviesa las nubes (Eclo 35, 12-14. 16-19a)
  • El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó (Sal 33)
  • Me está reservada la corona de la justicia (2 Tim 4, 6-8. 16-18)
  • El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no (Lc 18, 9-14)
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La liturgia de la palabra de hoy nos habla de la relación con Dios, que se expresa de modo privilegiado en la oración. Viene a decirnos que nuestra manera de orar puede revelarnos cómo es nuestra relación con Dios. Ya la primera lectura nos recuerda que el pobre alcanza el favor de Dios, que Dios es sensible a la llamada del pobre y que, en cambio, añade el evangelio, la fatuidad humana aleja de Dios.

Lo que hace que el hombre sea humilde o fatuo en su relación con Dios, es, como recuerda Benedicto XVI,  la orientación de su mirada: quien centra su mirada en Dios, queda sobrecogido por la gratuidad de su Amor, por su paciencia, por su bondad y generosidad; y, de rebote, se ve a sí mismo pequeño, mezquino, impuro: porque su mirada está centrada en Aquel que es la generosidad y la pureza en persona. Quien, en cambio, centra su mirada en sí mismo, busca términos de comparación que le favorezcan, y ve a Dios de rebote, como Aquel que tiene que sancionar la supuesta excelencia y bondad de uno mismo.

El silencio

Ningún amor verdadero empieza nunca sin su antesala de silencio y asombro; quizá tampoco ninguna verdadera enseñanza ni ninguna auténtica pregunta. Ninguna música. Sin ámbitos de silencio, sin lugares de silencio, sin preludios o pausas de silencio, nada puede engarzarse bien, echar a andar o seguir andando con verdadera fecundidad. En nuestro colosal griterío nihilista, cada vez tenemos mayor falta de lugares y tiempos de silencio, de un silencio más silencioso y espacioso. Necesidad incluso del silencioso vacío de la inmensidad en última instancia, del yermo o el páramo o el desierto, de la pura extensión, como drenaje del confuso chisporroteo continuo de ruidos e imágenes a que estamos sometidos y, luego, como lugar de acogida de la nitidez y la concreción de la presencia.

El silencio acoge, el silencio cunde, rinde, concreta, da de sí, el silencio provee y aprovecha. ¿No has visto todo lo que puede llegar a cundir el silencio cuando apagas de repente tus aparatos o te desconectas de tus dispositivos y te pones a escuchar o no te pones a nada?, ¿cuando empiezas por no encender nada y no conectarte a nada? Donde tienes que conectarte primero mayormente es a ti mismo, me digo, que sueles andar inconexo, mostrenco; ponerte primero a dejarte, y luego ya irá viniendo todo y habrá de todo lo demás. Dejarte ver y respirar, oír y respirar, estar y respirar; dejarte ir sacando a las cosas poco a poco de la indiferencia en que las habías sumido y respirar hasta que hayas conectado con algo parecido a un secreto fondo de la vida que hace que entonces todo vuelva a reconectarse y entre en vigor una nueva alianza a partir de la cual ya todo lo que hagas, incluso trajinar con artilugios, esté más cerca de su mejor posibilidad y de tu mejor tú, el que recibe con aprecio y da cabida, el que acoge y aprovecha.

Autor: J. A. GONZÁLEZ SAINZ
Título: La vida pequeña. El arte de la fuga
Editorial: Anagrama, Barcelona 2021, (pp. 169-170)

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XXIX Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

16 de octubre de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Mientras Moisés tenía en alto las manos, vencía Israel (Éx 17, 8-13)
  • Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra (Sal 120)
  • El hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena (2 Tim 3, 14 - 4, 2)
  • Dios hará justicia a sus elegidos que claman ante él (Lc 18, 1-8)
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El evangelio de hoy sale al paso de una pregunta que a menudo nos hacemos con cierta angustia: ¿Sirve para algo la oración? ¿Se interesa Dios por quien se dirige a Él en la oración? ¿O la oración va en realidad dirigida al viento y con él se pierde? ¿Tiene de verdad eficacia la oración? Muchas veces parece que Dios no reacciona ante nuestras plegarias, nosotros no advertimos su ayuda y entonces cabe preguntarse si no sería más lógico reconocer que estamos solos con nuestros problemas y que nos las tenemos arreglar por nosotros mismos.

Jesús que conoce nuestro corazón y que sabe que estas cuestiones se insinúan en él, sale al paso con esta parábola del juez indigno y de la pobre viuda, para decirnos que hemos de orar siempre, sin cansarnos, con una confianza inagotable, y que no nos tenemos que desanimar porque pase el tiempo y todo siga igual.

Frases...

Tengo agua, comida y un techo. También, tras la ventana, la cinta de plata del río, el perfil de un monte, la vidriera azul del cielo. Sólo me falta la pureza necesaria para verlo.



(Gabriel INSAUSTI, Récord de permanencia, Rialp, Madrid, 2020, p. 17)

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

9 de octubre de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Volvió Naamán al hombre de Dios y alabó al Señor (2 Re 5, 14-17)
  • El Señor revela a las naciones su salvación (Sal 97)
  • Si perseveramos, también reinaremos con Cristo (2 Tim 2, 8-13)
  • ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero? (Lc 17, 11-19)
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Uno de los destinos más duros que le podían advenir a un hombre en tiempos de Jesús era la lepra. Pues quien tenía esta enfermedad quedaba rigurosamente excluido de la familia y de la aldea, viéndose obligado a vivir al margen de la comunidad humana. Podía tener vida en común sólo con personas afectadas de la misma enfermedad. Si una persona sana llegaba a sus parajes, el leproso debía reclamar su atención con gritos o con un pequeño cencerro o una campanilla.

Las horas puras

Una de las formas en las que la dimensión de gratuidad que acompaña a la existencia humana, puede aparecer es lo que se puede llamar las horas puras. No entendemos por esto un proceso, sino un estado; aquel en el que la vida se basta, se colma y se siente libre y en calma. Se sabe que todo es bueno. No hay nada más que desear. La existencia es perfecta. Las tensiones que sostienen la vida no han sido eliminadas sino que han entrado en un estado que, lleno de sentido, oscila a la vez ligeramente y promete lo definitivo. El crepúsculo de un día esplendoroso es como un símbolo de este estado: las cosas aparecen dueñas de su más íntima forma esencial y, a la vez, transparentan lo más propio suyo. Algo inefable está presente y hace feliz. El hombre experimenta como una culminación y un íntimo sosiego en el que la vida aparece llena de sus posibilidades y esperanzas. Es una experiencia de plenitud, de cumplimiento, de acabamiento, aunque persiste la conciencia de la fragilidad de nuestro ser y de nuestro mundo. Pero es como si, por un momento, nos hubiera visitado un ángel.

XXVII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 


2 de octubre de 2022

(Ciclo C - Año par)




  • El justo por su fe vivirá (Hab 1, 2-3; 2, 2-4)
  • Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón» (Sal 94)
  • No te avergüences del testimonio de nuestro Señor (2 Tim 1, 6-8. 13-14)
  • ¡Si tuvierais fe! (Lc 17, 5-10)
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Tanto la primera lectura como el evangelio de hoy nos hablan de la fe. En la primera lectura el profeta Habacuc nos ha dicho: “El injusto (esto es, el hombre que no cree en Dios) tiene el alma hinchada; pero el justo vivirá por su fe”. El alma del injusto está hinchada a causa de su ego, que es tan grande que ocupa todo el espacio de su alma, sin dejar lugar para Otro. La fe es lo contrario de esta hinchazón del alma: es un hueco, un vacío, por el cual puede instalarse Otro, puede entrar en nosotros Dios. El injusto no deja sitio para Dios, todo lo llena su ego, su personalidad, sus ideas, sus planes, sus proyectos. “Creer” es hacer sitio para que en mi vida entren los planes y los proyectos de Otro, del Señor. Por eso en el salmo responsorial hemos repetido: “escucharemos tu voz, Señor”, que es como decir “te haremos sitio en nosotros, Señor”.

El séptimo mandamiento


1. El hombre y los bienes materiales.

El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, une en su ser lo material y lo espiritual, lo visible y lo invisible. Por su dimensión material y corpórea el hombre posee una serie de necesidades materiales sin cuya satisfacción no puede existir, pues aunque no sólo de pan vive el hombre (Mt 4,4), tampoco puede vivir sin él. El orden de todas las realidades materiales necesarias para la subsistencia y el desarrollo de la vida del hombre constituye la esfera o dimensión del tener, que es diferente de la esfera o dimensión del ser, pero que está íntimamente unida a ella, ya que sin el necesario tener, el ser no puede subsistir y crecer. Al indicar los mandamientos necesarios para entrar en la vida eterna Jesús recordó explícitamente el no robarás (Ex 20,15; Dt 5,19; Mt 19,18). El séptimo mandamiento nos recuerda la importancia que la esfera del tener tiene para el hombre y nos inculca el respeto hacia los bienes del prójimo, que son unos instrumentos necesarios para el normal desarrollo de su existencia en el mundo. Para ello nos inculca tres actitudes fundamentales, tres virtudes: la templanza, la justicia y la solidaridad.

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

 

25 de septiembre de 2022

(Ciclo C - Año par)




  • Ahora se acabará la orgía de los disolutos (Am 6, 1a. 4-7)
  • ¡Alaba, alma mía, al Señor! (Sal 145)
  • Guarda el mandamiento hasta la manifestación del Señor (1 Tim 6, 11-16)
  • Recibiste bienes, y Lázaro males: ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado (Lc 16, 19-31)
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Tanto la primera lectura de hoy como el evangelio subrayan el egoísmo atroz del que los hombres somos capaces, un egoísmo en base al cual no tenemos ningún inconveniente en explotar de manera inhumana a los pobres y en disfrutar nosotros de la vida como si no existiera nadie más, como si nadie a nuestro alrededor estuviera sufriendo. El egoísmo es capaz de generar en nosotros una indiferencia brutal, que la primera lectura describe diciendo “y no os doléis de los desastres de José” y la parábola del evangelio diciendo que Lázaro deseaba “saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba”. Ante esta situación, que por desgracia es tan frecuente en la historia humana, el Señor pronuncia una sentencia condenatoria: “se acabó la orgía de los disolutos”.

Letanía por todos los hombres


Te confesamos, ¡oh Dios amante de los hombres!, y presentamos ante Ti nuestra debilidad, rogándote seas nuestra fuerza. Perdona nuestros pasados pecados y remite nuestras faltas de otro tiempo, haciendo de nosotros hombres nuevos. Conviértenos en tus servidores, puros y sin reproche; recíbenos, ¡oh Dios de la verdad!, recibe a tu pueblo y hazle enteramente sin reproche; haz que viva en la rectitud y la inocencia, que puedan ser contados entre los ángeles, que sean todos elegidos y santos.

Te rogamos por los que tienen fe y han reconocido al Señor Jesucristo; que sean confirmados en la fe, el conocimiento y la doctrina.

Te rogamos por este pueblo; sé clemente para todos, manifiéstate y muestra tu luz; que todos te reconozcan como Padre increado, así como a tu Hijo único, Jesucristo.

Te rogamos por todas las autoridades; que sea pacífico su gobierno, para la tranquilidad de la Iglesia católica.

XXV Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 


18 de septiembre de 2022

(Ciclo C - Año par)




  • Contra los que compran al indigente por plata (Am 8, 4-7)
  • Alabad al Señor, que alza al pobre (Sal 112)
  • Que se hagan oraciones por toda la humanidad a Dios, que quiere que todos los hombres se salven (1 Tim 2, 1-8)
  • No podéis servir a Dios y al dinero (Lc 16, 1-13)
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La parábola que acabamos de escuchar suele producir en nosotros un cierto desconcierto puesto que en ella escuchamos una alabanza hacia un hombre que ha tenido un comportamiento injusto. Sin embargo, si la leemos atentamente, veremos que la propia parábola califica como “injusto” a quien así ha procedido y que lo que se alaba no es esa injusticia sino la astucia con la que ha procedido (v. 8). La parábola quiere, pues, inculcarnos esa misma astucia en relación con Dios y su Reino.

La primera gran verdad que esta parábola nos enseña es que somos administradores y no propietarios de todo lo que somos y lo que tenemos. Convencernos de ello y actuar en consecuencia es una de las primeras exigencias de la conversión imprescindible para poder entrar en el Reino de Dios. Un administrador depende de su amo y es responsable ante él. No dispone de un bien propio, sino de los bienes de otro, de los bienes que Dios le ha confiado. Es fiel y digno de crédito si se deja guiar por la voluntad de su amo y no se comporta según su propio capricho. Todos sus pensamientos deben de estar dirigidos a garantizar que no haya ningún perjuicio para el amo, que nada suceda contra la voluntad del amo y que se cumplan sus proyectos. Mediante la relación con los bienes del amo, el administrador muestra el valor de su relación con el amo.

La fiesta gitana

(La novela está ambientada en Plovdiv, ciudad al sur de Bulgaria, en el siglo XX, donde conviven gentes de diferentes etnias y religiones: judíos sefardíes, expulsados de Toledo en tiempos de los Reyes Católicos, turcos otomanos, búlgaros, gitanos, armenios etc. El protagonista y narrador es un judío sefardí que evoca su infancia, criado por sus abuelos, el Borrachón y su esposa Mazal, con sus padres desaparecidos y su relación entrañable con la cristiana armenia Araxi Vartanian, compañera de curso e hija de la profesora de francés. La narración cabalga entre dos tiempos: el de la infancia y el tiempo actual, en el que él es un profesor universitario, bizantinólogo, afincado en Israel)

(En el campamento gitano de la ciudad, en plena fiesta con motivo de San Jorge, aparece la autoridad civil para ordenar el traslado de todos los gitanos hacia el norte del país, a Vidin, a orillas del Danubio, en aras de la nueva “racionalidad” socialista, que quiere construir edificios en el terreno que ellos ocupan)

Quien no haya asistido nunca a una fiesta gitana desconoce lo que es gozar de la vida, embriagarse al máximo de alegría y despreocupación y no agobiarse con interrogantes sobre el día de mañana. Ahora, años más tarde, me doy cuenta de que en esa frivolidad hereditaria hay algo que está en armonía con la naturaleza, un código programado durante los milenios pasados en las cavernas, una incuria animal, pero también marcada por una sabiduría inconsciente y espontánea… Es, en fin, una manera de vivir nuestra fugaz existencia.

El profesor Stóichev alzó la voz para que le oyera toda esa gente apiñada que estaba formando un muro.

-¡El proletariado gitano, compañeras y compañeros de la minoría, debe enviar a sus hijos a la escuela! Vosotros también, hermanos y hermanas gitanos, debéis tener vuestros propios intelectuales, vuestros médicos, escritores, ingenieros…

Sus últimas palabras quedaron suspendidas de forma absurda en el silencio general. Un niño de pecho lloriqueó y desde el río relincharon los caballos, ladraron perros. Por fin, una gitana vieja dijo con una voz cavernosa, poco menos que masculina:

-¿Y quién va a tejer canastas, jefe? ¿Quién va a clavar herraduras a los caballos? ¿Quién va a hacer bailar a los osos? ¿Y quién dirá la suerte por las líneas de las manos?

Uno de los milicianos, el sargento, espetó, sombrío:

-¿Quién va a robar gallinas?

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 


11 de septiembre de 2022

(Ciclo C - Año par)




  • Se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado (Éx 32, 7-11. 13-14)
  • Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre (Sal 50)
  • Cristo vino para salvar a los pecadores (1 Tim 1, 12-17)
  • Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta (Lc 15, 1-32)
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La luz de la Palabra

Ex 32,7-11.13-14; 1Tm 1,12-17; Lc 15,1-32


1.- «Pero Dios tuvo compasión de mí». Todos los textos hablan hoy de la misericordia de Dios. La misericordia es ya en la Antigua Alianza el atributo de Dios que da acceso a lo más íntimo de su corazón. En la segunda lectura Pablo se muestra como un puro producto de la misericordia divina, diciendo dos veces: “Dios tuvo compasión de mí”, y esto para que “pudiera ser modelo de todos los que creerán en él”: “Se fió de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un violento”. Y esto por una obcecación que Dios con su potente luz transformó en una ceguera benigna, para que después “se le cayeran de los ojos una especie de escamas”. Pablo, para poner de relieve la total paradoja de la misericordia de Dios, se pone en el último lugar: se designa como “el primero de los pecadores”, para que aparezca en él “toda la paciencia” de Cristo, y se convierte así en objeto de demostración de la misericordia de Dios en beneficio de la Iglesia por los siglos de los siglos.

Frases...

 “La bondad avala la calidad de la belleza; 
la belleza, por su parte, irradia la bondad y la hace deseable”

François Cheng

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

4 de septiembre de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • ¿Quién se imaginará lo que el Señor quiere? (Sab 9, 13-18)
  • Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación (Sal 89)
  • Recóbralo, no como esclavo, sino como un hermano querido (Flm 9b-10. 12-17)
  • Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío (Lc 14, 25-33)
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La luz de la Palabra

Sb 9,13-19; Flm 9b-10.12-17; Lc 14,25-33

 1.- «El que no renuncia a todos sus bienes…». Esto es lo que Jesús exige en el evangelio cuando alguien quiere ser discípulo suyo. Bienes en este contexto son también las relaciones con los demás hombres, incluidos los parientes y la propia familia. Y Jesús utiliza la palabra “odiar”, un término ciertamente duro que adquiere toda su significación allí donde algún semejante impide la relación inmediata del discípulo con el maestro o la pone en cuestión. Jesús exige, por ser el representante de Dios Padre en el tierra, aquel amor indiviso que la ley antigua reclamaba para Dios: “con todo el corazón, con todas las fuerzas”. Nada puede competir con Dios, y Jesús es la visibilidad del Padre. El que ha renunciado a todo por Dios está más allá de todo cálculo. El hombre tiene que deliberar y calcular solo mientras aspira a un compromiso. Si fija la mirada en este compromiso no terminará su construcción, no ganará su guerra. Jesús plantea esta escandalosa exigencia a una gran multitud de gente que le sigue externamente: ¿pero quién en esta gran masa está dispuesto a cargar con su cruz detrás de Jesús? (Los romanos habían crucificado a miles de judíos revoltosos, todo el mundo podía entender lo que significaba la cruz: disponibilidad para una muerte ignominiosa en la desnudez más completa). Jesús había renunciado a todo: a sus parientes, a su madre, no tiene dónde reclinar la cabeza. Él mismo tendrá que “llevar a cuestas su cruz” (Jn 19,17). Sólo el que lo ha dejado todo puede –en la misión recibida de Dios- recibirlo, “con persecuciones” (Mc 10,30).