I Domingo de Adviento

2 de diciembre de 2018
(Ciclo C - Año impar)






  • Suscitaré a David un vástago legítimo (Jer 33, 14-16)
  • A ti, Señor, levanto mi alma (Sal 24)
  • Que el Señor afiance vuestros corazones, para cuando venga Cristo (1 Tes 3, 12- 4,2)
  • Se acerca vuestra liberación (Lc 21, 25-28. 34-36)
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¿Por qué?

Abba Antonio escrutaba la profundidad de los juicios de Dios, y preguntó: "Señor, ¿por qué algunos mueren después de una vida corta, mientras otros alcanzan una prolongada ancianidad? ¿Por qué unos carecen de todo y otros nadan en la abundancia? ¿Por qué los malos viven en la opulencia y los justos padecen extrema pobreza?". Y vino una voz que le dijo: "Antonio, ocúpate de ti mismo. Así son los juicios de Dios y no te conviene conocerlos". 




Título: Apotegmas de los padres del desierto
Editorioal: Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2017, XV, 1







Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

25 de noviembre de 2018
(Ciclo B - Año par)






  • Su poder es un poder eterno (Dan 7, 13-14)
  • El Señor reina, vestido de majestad (Sal 92)
  • El príncipe de los reyes de la tierra nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios (Ap 1, 5-8)
  • Tú lo dices: soy rey (Jn 18, 33b-37)
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La experiencia originaria del ser: el seno materno

Antes de ser “arrojado al mundo” el hombre es un ser acogido. Su primera morada es el vientre de una madre: “Así, lo más original que perciben los sentidos, en su transcendencia más esencial, es el acto de un amor que protege y que calienta” . El calor del seno es indisociablemente vida y ternura. El cachorro de hombre se abre a una primera relación con el espacio como confianza. Porque antes de ser sistema métrico o tridimensional, el espacio es primeramente afectivo. Como dice Fabrice Hadjadj de sí mismo: “Viví en primer lugar en el vientre de una judía alta, rubia, guapa, que era militante maoísta y diplomada en inglés. Allí, mi recogimiento era monástico pese a todo; mi posición, la de una adoración perfecta en pirueta. Me llevaban de acá para allá en las calles de Túnez y los restaurantes de París, pero yo no abandonaba mi ermita viviente, encontrándome con la gente sólo a través del tamiz de una mucosa que me los hacía a todos cálidos. Así debuté en la vida. En un tabernáculo de carne. La inquietud vendría sólo después, con la disipación. Sin embargo, si creo el célebre verso de Wordsworth -“el Hijo es el padre del Hombre”- es imposible que esta primera experiencia de lo real no fuera el fundamento de todas las que siguieron”.

En el recinto maternal, ser y amor, espacio y confianza, alimento y abrazo no son distintos. ¿Hay alimento acaso sin los fervorosos abrazos íntimos de la madre, y sin la unión física con sus senos? Gustave Siewerth insiste en el carácter fundamental de esta experiencia uterina que se prolonga en los brazos de los padres. El hijo amado tiene la percepción de que todos sus gozos provienen de una fuente de abnegación y de clemencia. El rostro del don precede al descubrimiento del propio rostro. El biberón preparado para él, al mismo tiempo que una bebida agradable, es un gesto de devoción. El pañal que le es cambiado, al mismo tiempo que un acto de higiene, es un abrazo gratuito. Su sensualidad está conformada completamente por la ofrenda. El puré de zanahorias es un plato de caricias. El gusto a chocolate es inseparable del sabor de un beso. Por eso, más tarde, deseará al otro por encima de todo, y el placer sensible separado apenas le interesará: “Sólo cuando el amor le ha sido negado, sólo entonces los contenidos de los sentidos se vuelven preciosos e importantes para él, porque los ha experimentado de manera aislada, y su corazón debe contentarse con ellos solos” .

Tal es la profundidad del sexo femenino: su ambiente subyace a nuestra presencia en el mundo. Ese ambiente no es nunca un burdel donde los hombres van a emborracharse. Es una cartuja, en la que el feto se establece en la confianza, bañado de un calor transcendente. Así podemos comprender la conmoción de Pasolini en 1975: “Estoy traumatizado por la legislación sobre al aborto, porque la considero, al igual que muchos, como una legislación sobre el homicidio. En mis sueños y en mi comportamiento cotidiano -es algo común a todos los hombres- vivo mi vida prenatal, mi dichosa inmersión en las aguas maternales: sé que allí yo estaba vivo” . ¿Qué “cínica prevaricación” puede transformar el santuario mismo de la vida en cámara mortuoria? ¿Cómo se pueden enviar las pirañas a esta piscina de la “dichosa inmersión”? El realizador de Teorema denuncia un contrasentido visceral.

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario

18 de noviembre de 2018
(Ciclo B - Año par)






  • Entonces se salvará tu pueblo (Dan 12, 1-3)
  • Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti (Sal 15)
  • Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados (Heb 10, 11-14. 18)
  • Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos (Mc 13, 24-32)
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Fuego eterno, abismo de caridad

¡Oh Dios eterno, hogar de toda luz,
oh fuego por encima de cualquier otro fuego,
único fuego que arde sin consumirse,
fuego que destruye en el alma todo pecado
y todo amor propio;
fuego que no destruye el alma
sino que la alimenta con un amor insaciable,
de tal modo que el alma, saciada de Ti,
te desea cada vez más,
y cuanto más te desea,
más te posee y te gusta,
oh fuego soberano, fuego eterno, abismo de caridad!

Oh Dios infinito,
el amor solo y siempre el amor,
te ha empujado a crearnos a tu imagen y semejanza,
a colmarnos de gracias infinitas y de dones sin medida.
Oh bondad por encima de toda bondad,
Tú nos has dado el Verbo, tu Hijo único,
para que viviera con nosotros,
en contacto con nuestro ser de corrupción
y con nuestras tinieblas.
El amor fue la causa de este don.
Oh Grandeza eterna, Tú te has abajado,
te has hecho pequeña, para hacer al hombre grande.
E incluso antes de que existiéramos,
Tú nos has amado.
Verdaderamente hacia cualquier lado que mire
no encuentro otra cosa más que el abismo de tu caridad.

Santa Catalina de Siena

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario

11 de noviembre de 2018
(Ciclo B - Año par)






  • La viuda preparó con su harina una pequeña torta y se la llevó a Elías (1 Re 17, 10-16)
  • Alaba, alma mía, al Señor (Sal 145)
  • Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos (Heb 9, 24-28)
  • Esta viuda pobre ha echado más que nadie (Mc 12, 38-44)
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La mujer

Cierto día -¡ah, ese recuerdo no se le borraría jamás!- le había hablado un Personaje, un sacerdote de luenga barba patriarcal, que llevaba la cruz pectoral y la amatista y parecía llegar de las soledades de los confines del mundo, donde pasean, bajo cielos terribles, los leones evangélicos del Episcopado.

Viendo llorar a una niña tan joven, se acercó a ella, la miró con bondad y, lentamente, moviendo los labios con dulzura, la bendijo. Luego, poniendo la mano sobre la cabeza de ella, a la manera de un dominador de almas, le dijo:

- Hija mía… ¿por qué llora usted?

Aun oía ella esa voz serena y penetrante que le parecía la de un ser sobrehumano. Pero ¿qué podía contestar en ese momento sino que moría del deseo de vivir? Con sus grandes ojos de corza extraviada, en los que se leía su pena, lo miró en silencio. Fue entonces cuando el desconocido pronunció esas palabras sorprendentes que ella no olvidaría jamás:

- Alguna vez han debido hablarle a usted de Eva, la Madre del género humano. Aunque casi no se la honre en este Occidente, donde su nombre es mezclado con frecuencia en reflexiones profanas, a los ojos de la Iglesia es una gran Santa, a quien invoca siempre nuestra cristiandad del viejo Oriente, que conserva mejor las tradiciones antiguas. Su nombre significa Madre de los Vivientes… Dios, que inspira todos nuestros pensamientos, ha querido, sin duda, que yo la recuerde al verla a usted. Diríjase, entonces, a esa Madre, que está más cerca de usted que aquella que la engendró. Sólo Ella, créalo, puede socorrerla, puesto que usted no se parece a nadie, pobre niña que tiene sed de Vida. Puede ser, además, que el Espíritu Santo haya puesto en usted su temible Signo, pues los caminos son ignorados… Adiós, mi dulce niña. Dentro de unos instantes volveré a partir para tierras lejanas, y soy tan viejo, que acaso no regrese jamás… No la olvidaré, sin embargo… Cuando se encuentre entre las llamas, acuérdese del viejo misionero, que rezará por usted en el fondo de los desiertos.

XXXI Domingo del Tiempo Ordinario

4 de noviembre de 2018
(Ciclo B - Año par)






  • Escucha Israel: Amarás al Señor con todo tu corazón (Dt 6, 2-6)
  • Yo te amo, Señor: tú eres mi fortaleza (Sal 17)
  • Como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa (Heb 7, 23-28)
  • Amarás al Señor, tu Dios. Amarás a tu prójimo (Mc 12, 28b-34)
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Todos los santos

1 de noviembre de 2018
(Ciclo B - Año par)






  • Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas (Ap 7, 2-4. 9-14)
  • Esta es la generación que busca tu rostro, Señor (Sal 23)
  • Veremos a Dios tal cual es (1 Jn 3, 1-3)
  • Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo (Mt 5, 1-12a)
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