Santa María, Madre de Dios

15 de agosto 


1 de enero de 2023

(Ciclo A - Año impar)




  • Invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré (Num 6, 22-27)
  • Que Dios tenga piedad y nos bendiga (Sal 66)
  • Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer (Gal 4, 4-7)
  • Encontraron a María y a José y al niño. Y a los ocho días, le pusieron por nombre Jesús (Lc 2, 16-21)
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En este primer día del año civil, la Iglesia nos invita a contemplar a María, la Madre del Señor, para que en ella encontremos el camino que conduce a la paz. Ese camino está indicado en el evangelio al afirmar que María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

El corazón es el verdadero centro de la persona humana, es el lugar donde “se anudan” todas las dimensiones del hombre: su libertad, su inteligencia, su afectividad, su corporalidad. Lo que toca el corazón toca a la persona, me toca a mí, en lo más íntimo, en lo más personal de mi ser.

La actitud que María adopta es la de dejar entrar en su corazón todo lo que la realidad le pone ante sus ojos, sin censurar nada, sin prohibirse contemplar y acoger cualquier aspecto de la realidad, por desconcertante o hiriente que sea. Nosotros solemos prohibir la entrada en nuestro corazón a las realidades que nos pueden resultar hirientes, porque no queremos sufrir. Y para ello nos cerramos, nos bloqueamos, miramos para otro lado.

Epitafio cristiano del año 344



En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Dios de los espíritus y de toda carne,
que has vencido a la muerte,
humillado al Hades,
dado la vida al mundo;
concede el reposo al alma de mi padre Sinethé
en el seno de Abraham, de Isaac y de Jacob,
en el país de la luz,
en el país del refrigerio,
donde no existen ya el sufrimiento,
el duelo ni las lágrimas.
Perdónale toda falta cometida con el pensamiento,
palabra u obra,
porque eres bueno y amas a los hombres.
Sí, sólo Tú eres Dios y estás libre de todo pecado,
y tu justicia es justicia por toda la eternidad.
Señor, tu palabra es verdad.
Da el reposo al alma de mi padre Sinethé,
pues Tú eres el reposo, la vida y la resurrección.
A Ti glorificamos, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Amén.

(Epitafio del año 344, encontrado en El Cairo. El hijo del difunto mandó grabar sobre la piedra que cubre la tumba esta oración)

Natividad del Señor

15 de agosto 

 

 25 de diciembre de 2022

(Ciclo A - Año impar)




  • Verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios (Is 52, 7-10)
  • Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios (Sal 97)
  • Dios nos ha hablado por el Hijo (Heb 1, 1-6)
  • El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1, 1-18)
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“Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres”, hemos proclamado en la segunda lectura de hoy. Un acontecimiento increíble ha sucedido: “Cuando un sosegado silencio lo envolvía todo y la noche se encontraba en la mitad de su carrera”, la Palabra de Dios “saltó del cielo, desde el trono real” y vino a la tierra, morando en medio de nosotros (Sb 18,14). “Dios ha realizado un milagro nunca visto entre los habitantes de la tierra: el que mide el cielo con la palma de su mano, yace en un pesebre de poco más de un palmo; el que en la cavidad de su mano contiene todo el mar, experimenta qué es nacer en una gruta. El cielo está lleno de su gloria y el pesebre está colmado de su esplendor”, canta San Efrén (+373).

Natividad del Señor. Misa de medianoche.

15 de agosto 

 

25 de diciembre de 2022

(Ciclo A - Año impar)




  • Un hijo se nos ha dado (Is 9, 1-6)
  • Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor (Sal 95)
  • Se ha manifestado la gracia de Dios para todos los hombres (Tit 2, 11-14)
  • Hoy os ha nacido un Salvador (Lc 2, 1-14)
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Queridos hermanos: ¿Cuál es el misterio que estamos celebrando? NO celebramos ciertamente el solsticio de invierno, ni los paisajes nevados, ni un vago y genérico “espíritu de la Navidad”, ni unos sentimientos filantrópicos de simpatía y bondad para todos, SINO el nacimiento en la carne del Hijo único de Dios. Es este acontecimiento histórico, realmente acontecido, lo que celebramos hoy. Es este hecho, que es el único, por cierto, que puede fundamentar unos sentimientos de bondad y de misericordia para con todos los hombres, y sobre todo de  esperanza de salvación para todos.

Este hecho consiste en que “un niño nos ha nacido, un hijo de nos ha dado”, como afirma el profeta Isaías en la primera lectura de hoy. Cuando nace un niño, sus padres descubren inmediatamente, con sorpresa, que ese hijo que ha venido al mundo a través de ellos, a través de su abrazo de amor, es otro, es distinto, es un sujeto humano diferente, en el que ya se vislumbran formas y criterios propios, independientes de los de sus padres. Aunque su existencia misma depende todavía por completo del cuidado de sus padres para subsistir, sin embargo ya muestra claramente su alteridad, su ser-otro.

Homilía por su ahijada

(El texto reproduce el final del sermón que el sacerdote pronuncia en el entierro de Antonia, una joven corsa cuya pasión fue la fotografía, con la que se ganó la vida primero como reportero de guerra y después, tras la amarga experiencia de la guerra, como reportera de un periódico local y realizando por su cuenta reportajes de boda. Antonia ha llevado una vida moral bastante desordenada, tras el fracaso de su primera relación sentimental. El sacerdote es su tío, hermano de la madre de la difunta, y su padrino de bautismo, y Antonia ha sido para él la “niña de sus ojos”, su niña mimada; él fue quien le regaló su primera máquina de fotografiar y él la ha ayudado siempre en todo, quizás incluso excesivamente. El sacerdote no quería celebrar el funeral sino estar con su hermana y el resto de la familia y que fuera otro sacerdote quien lo celebrara. Pero su hermana le ha obligado a ello. El resultado es una homilía farragosa, abstracta, larga, interminable, en la que llega a un punto en el que se queda como bloqueado, sin saber qué decir. Tras un tenso silencio termina su homilía diciendo lo que de verdad importa)

Hace ya un buen rato que está callado, con la cabeza gacha hacia los Evangelios, suscitando entre los asistentes la esperanza, pronto defraudada, de que ha terminado. Su hermana crispa las manos en el respaldo del reclinatorio. Sigue sin decir nada a propósito de su ahijada. Antes siquiera de haberlo decidido, retoma la palabra.

IV Domingo de Adviento

15 de agosto 


18 de diciembre de 2022

(Ciclo A - Año impar)




  • Mirad: la virgen está encinta (Is 7, 10-14)
  • Va a entrar el Señor; él es el Rey de la gloria (Sal 23)
  • Jesucristo, de la estirpe de David, Hijo de Dios (Rom 1, 1-7)
  • Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David (Mt 1, 18-24)
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El evangelio de hoy nos prepara a la celebración de la Navidad poniendo ante nuestros ojos la figura luminosa de san José, y entregándonos, también, dos afirmaciones capitales sobre el niño que va a nacer.

De José se nos dicen fundamentalmente dos cosas. La primera es que José, era bueno (justo). Ser “justo”, ante Dios, no consiste en ser un hombre que reivindica sus derechos, que es “justiciero”; ser justo ante Dios es ser bondadoso. La bondad de José se manifiesta en el hecho de que, al percatarse de que María, su esposa, estaba esperando un hijo, “decidió repudiarla en secreto”, lo que significa que tomó la decisión de desaparecer él de su ciudad de Nazaret y permitir a María recorrer su propio camino, cargando él con la vergüenza de quedar como un esposo que no ha sido capaz de asumir su propia responsabilidad, y salvando así el honor -e incluso la vida, puesto que María hubiera podido ser acusada de adulterio y condenada a muerte- de su esposa María. José constata que su esposa ha entrado en un camino en el que él no tiene nada que ver, puesto que él no es el padre del niño que lleva en sus entrañas, y decide dejarla recorrer su propio camino. José es un hombre bueno porque quiere que María sea, aunque no sea para él. Y esa es la esencia del amor. La esencia del amor es el amor virginal, que es el amor que afirma al otro con un desprendimiento total, sin querer poseer al otro, sin pretender que el otro sea para uno mismo. El verdadero amor está lleno de desprendimiento: la pureza del amor consiste en el desprendimiento. Lo que “prepara el camino al Señor” y hace posible su venida entre los hombres es la bondad, es el amor virginal.

Frases...

Cuanto más nos acercamos a Dios, más solos estamos. Es el infinito de la soledad.


Léon Bloy


(Citado por Itxu DÍAZ, Todo iba bien. Breve ensayo sobre la tristeza, la nostalgia y la felicidad, Ediciones Encuentro, Madrid, 2020, p. 176)

III Domingo de Adviento

15 de agosto 


11 de diciembre de 2022

(Ciclo A - Año impar)




  • Dios viene en persona y os salvará (Is 35, 1-6a. 10)
  • Ven, Señor, a salvarnos (Sal 145)
  • Fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca (Sant 5, 7-10)
  • ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? (Mt 11, 2-11)
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Juan, el Bautista, estaba encerrado en la cárcel por haberse atrevido a decirle a Herodes que no le era lícito tener la mujer de su hermano (Mt 14,4). Él había anunciado la llegada de Jesús como la llegada de Dios, del “Día del Señor”, y la había descrito diciendo fundamentalmente dos cosas: que bautizaría “con Espíritu Santo y fuego”, es decir, que ofrecería a los hombres la posibilidad de un nuevo nacimiento, de una nueva manera de ser, y que realizaría el juicio definitivo de Dios, separando para siempre el grano de la paja, guardando el grano en el granero y quemando la paja en una hoguera que no se apaga. Y ahora, las noticias que le llegaban sobre Jesús se lo presentaban realizando unos “signos” (milagros) que correspondían a lo que se esperaba de la llegada del Señor, pero sin realizar la deseada separación entre buenos y malos con el correspondiente premio o castigo; al contrario, Jesús comía con los pecadores: comer juntos significa entablar una relación de comunión, de amistad. Y Juan Bautista entra en crisis: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”

María

Pero hay un día, una hora, un momento
en que no bastan los patronos y los grandes santos.
Y entonces hay que hacer lo que hay que hacer.
Hay que coger el coraje con las dos manos
y dirigirse directamente a la que está por encima de todo.

Ser valiente de una vez.
Y dirigirse animosamente a la que es infinitamente bella
porque es infinitamente buena.
A la que intercede,
a la única que puede hablar con la autoridad de una madre.

Inmaculada Concepción de la Virgen María

15 de agosto 


8 de diciembre de 2022

(Ciclo A - Año impar)




  • Pongo hostilidad entre tu descendencia y la descendencia de la mujer (Gén 3, 9-15. 20)
  • Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas (Sal 97)
  • Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo (Ef 1, 3-6. 11-12)
  • Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo (Lc 1, 26-38)
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La liturgia de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María nos retrotrae al inicio de la creación, al paraíso en el que Dios situó al hombre recién creado a imagen y semejanza de Él, creado “en la santidad y en la justicia”. Es el hombre según el querer de Dios, el hombre conforme a su voluntad. El hombre así creado vivía en la inocencia, lo que significa que veía todas las cosas en Dios, que percibía la realidad en la mirada de Dios. Por eso dice la Escritura que “estaban desnudos y no sentían vergüenza”. En efecto, en la desnudez corporal veían el ser personal del otro, “se veían”, porque así es la mirada de Dios: “todo es puro para los puros”.

El noveno mandamiento

 


El noveno mandamiento ordena: No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo (Ex 20,17). La tradición catequética católica centra el noveno mandamiento en la prohibición de la “concupiscencia” -es decir de la codicia- de la carne, así como el décimo en la de la prohibición de la codicia del bien ajeno. El noveno mandamiento está recogido en la palabra del Señor: el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón (Mt 5,28).

1. El combate espiritual.

El hombre, como consecuencia del pecado original, está marcado por un conflicto antropológico que atraviesa su ser y afecta a todas sus relaciones, y que se manifiesta en la rebeldía de los diversos estratos y fuerzas impulsivas del ser del hombre, contra la orientación fundamental de la persona hacia Dios. San Pablo (Rm 7,14-25) lo tematiza hablando de la ley del pecado que habita en mí y el lenguaje teológico hablando de concupiscencia. La palabra “concupiscencia” designa, en -sentido etimológico, toda forma vehemente de deseo humano, y en sentido teológico, el desorden de las facultades morales del hombre que es consecuencia del primer pecado. La concupiscencia no es, en sí misma, un pecado, sino una situación antropológica y espiritual que inclina al hombre a cometer pecados (CAT 2515).

II Domingo de Adviento

15 de agosto

4 de diciembre de 2022

(Ciclo A - Año impar)





  • Juzgará a los pobres con justicia (Is 11, 1-10)
  • Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente (Sal 71)
  • Cristo salva a todos los hombres (Rom 15, 4-9)
  • Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos (Mt 3, 1-12)
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“El Señor viene, el Señor está cerca” tal podría ser, en síntesis, el mensaje que la Palabra de Dios nos entrega hoy. El Evangelio nos lo dice a través de algunos detalles. Sólo del profeta Elías (2Re 1,8) y de Juan Bautista dice la Escritura que llevaban una correa de cuero a la cintura. Por su manera de vestir, Juan ha de ser reconocido como el Elías que vendría de nuevo, pero no para preparar la venida de otro profeta, sino la del mismo Dios, según lo anunciado por el profeta Malaquías: “He aquí que yo os envío al profeta Elías antes de que llegue el Día del Señor, grande y terrible” (Mal 3,23). El propio Señor dirá de Juan el Bautista: “Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir” (Mt 11,14). Además, Juan bautiza en el Jordán, el río que el profeta Elías cruzó, junto con Eliseo, antes de ser ascendido en un carro de fuego al cielo, es decir, al encuentro directo e inmediato con el Señor (2Re 2,1-18).