Frases...

Sufrimiento y consuelo

“El mejor servicio que podrías prestarme, amigo mío, sería no tratar de ofrecerme socorro, sino estar sencillamente aquí, a mi lado, cogiéndome la mano”




(Palabras de Job a Elifaz en la obra de Fabrice HADJADJ, Job o la tortura de los amigos, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2015, p. 22)

Mar sin fondo










¡Oh Trinidad eterna!
Tú eres un mar sin fondo
en el que, cuanto más me sumerjo, más te encuentro,
y cuanto más te encuentro, más te busco todavía.
El alma que se sacia en tus profundidades
te desea sin cesar,
porque siempre está hambrienta de ti,
y siempre desea ver su propia luz
en tu luz.

II Domingo de Cuaresma

15 de agosto 

25 de febrero de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe (Gen 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18)
  • Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos (Sal 115)
  • Dios no se reservó a su propio Hijo (Rom 8, 31b-34)
  • Este es mi Hijo, el amado (Mc 9, 2-10)
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Los milagros de Jesús y su pretensión de perdonar los pecados y de anunciar la cercanía del Reino de Dios plantean una cuestión: ¿Quién es este hombre que se atreve a perdonar pecados y a anunciar la proximidad del Reino de Dios? ¿Quién es este hombre que posee poderes sanadores tan espectaculares? ¿Quién es él? El evangelio de hoy va a responder a esta cuestión diciendo: es el Hijo de Dios.

Tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y subió con ellos solos a una montaña alta. La “montaña alta” evoca el monte Sinaí, donde subió Moisés y estuvo cuarenta días delante del Señor, en gran intimidad con Él, recibiendo los mandamientos de Dios. Todo indica que Jesús busca la soledad y un marco adecuado para la intimidad. Va a hacer una gran revelación, pero no quiere que sea todavía pública, sino destinada tan solo a estos tres.

Se transfiguró delante de ellos. La transfiguración no fue un cambio de la naturaleza de Jesús, sino una revelación de su verdadera naturaleza, de su identidad más profunda. La figura familiar y el aspecto habitual de Jesús se transforman ante sus ojos y ellos caen en la cuenta de que su aspecto habitual terreno-humano no expresa toda su realidad, toman conciencia de que él no está encerrado en los límites de la realidad terrena. Lo mismo indica el “blanco deslumbrador” de sus vestidos, que simboliza el mundo divino, la esfera de la luz esplendorosa de la majestad divina (cf. Mc 16,5; Ap 3,5)

Deseos para el futuro

Aún anhelo algo más: que la humanidad llamada a habitar lo que para nosotros es el futuro sienta a veces que no sabe qué pensar. Es decir, que se deje desconcertar por el inefable esplendor de cada amanecer, que se quede sin palabras ante el mar, como aquellos que lo vieron por primera vez; que se sienta irresistiblemente atraída por la variedad de colores, volúmenes y fragancias del paisaje diurno y nocturno; que se estremezca al entrar en contacto con el agua; que mantenga la capacidad de asombro ante la manera en que el viento arrastra nuestras voces felices en la distancia; que mire de la misma manera despreocupada la lluvia, los campos anegados en silencio, las cosas pequeñas y las más grandes, el paso de las nubes, las amapolas diseminadas en los campos semejantes a palabras que sueñan.

Deseo fervientemente que la humanidad del futuro saboree la turbación por lo que permanece abierto no por escasez, sino por exceso, y no se apresure a catalogar, describir o apresar. Que su forma de comprensión sea una nueva manera de mantener intacto (o de aumentar incluso) el asombro.



Autor: José TOLENTINO MENDONÇA

Título: Pequeña teología de la lentitud

Editorial: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2017, (pp. 73-74)




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I Domingo Cuaresma

15 de agosto 

18 de febrero de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Pacto de Dios con Noé liberado del diluvio de las aguas (Gen 9, 8-15)
  • Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza (Sal 24)
  • El bautismo que actualmente os está salvando (1 Pe 3, 18-22)
  • Era tentado por Satanás, y los ángeles lo servían (Mc 1, 12-15)
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En el evangelio de hoy contemplamos a Jesús que, inmediatamente después de su bautismo, se va, movido por el Espíritu Santo, al desierto, donde permanece durante cuarenta días. El bautismo de Jesús evoca el paso del Mar Rojo y su estancia de cuarenta días en el desierto, evoca igualmente los cuarenta años que Israel permaneció en el desierto antes de entrar en la tierra prometida. En el desierto Israel fue tentado y cayó; aquí Jesús va a ser tentado también por Satanás, pero no va a caer. Con ello se nos está diciendo que en Jesús, en Cristo, se retoma la historia del pueblo de Israel, pero ahora bajo el signo de la fidelidad a Dios y a su Reino. Jesucristo significa, por lo tanto, un nuevo comienzo para la historia de Israel, como historia de fidelidad y de amor (y no, como había sido hasta entonces, una historia de traición e infidelidad).

En el desierto Jesús se encuentra con Satanás, con las fieras y con los ángeles. Satanás es el que pretende separar y enfrentar a Dios y a los hombres. Lo consiguió con nuestros primeros padres, Adán y Eva; pero no lo consigue con Jesús. Lo que sí consiguió es que Jesús sintiera el vértigo de la tentación, aunque sin conocer la amargura de la caída. Pues la tentación, queridos hermanos, es una especie de vértigo que se apodera de nosotros y que nos hace ver como bueno y bello aquello que, en realidad, es para nosotros destructor. Dios ha querido conocer, en su Hijo Jesucristo, ese vértigo que nos aflige y por eso nos comprende perfectamente. “Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna” (Hb 4,15-16). Cuando nos sorprenda la tentación, acudamos a Cristo, porque Él conoce, por experiencia propia, lo que es ser tentado, y puede socorrernos.

Frases...

El silencio no es lo contrario que la palabra, es el preludio a toda palabra.






Autor: Gabriel INSAUSTI
Título: Récord de permanencia
Editorial: Rialp, Madrid, 2020. (p. 53)

VI Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

11 de febrero de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • El leproso vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento (Lev 13, 1-2. 44-46)
  • Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación (Sal 31)
  • Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo (1 Cor 10, 31 - 11, 1)
  • La lepra se le quitó, y quedó limpio (Mc 1, 40-45)
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Uno de los mayores peligros espirituales que acechan al hombre es el de la confusión, el de no diferenciar y no distinguir claramente la verdad de la mentira, el bien del mal. Contra ese peligro se yerguen, en el Antiguo Testamento, las leyes de pureza e impureza, cuyo mensaje central es claro: no todo es lo mismo ni da lo mismo, y no podemos abordar la relación con Dios de cualquier modo. Con estas leyes Dios va educando a su pueblo, y a la humanidad entera a través de él, para que dé un testimonio correcto de la Verdad y del Bien que proceden de Dios y que nos obligan a distinguir entre lo que construye y lo que destruye, lo que clarifica y lo que confunde, lo que realiza al hombre y lo que le destroza.

En este contexto se inscribe la primera lectura de hoy, donde se nos explica que la lepra es fuente de impureza y que, en consecuencia, un leproso no puede participar en el culto divino, como tampoco en la convivencia humana: por eso tiene que vivir “solo”, “fuera del campamento”, proclamando a voz en grito que es impuro. El leproso es un “intocable” porque, simbólicamente hablando, es como una encarnación del mal y su aislamiento es una manera de enseñarnos que “no hay que tocar al mal” porque quien toca el mal, quien juega con él, se contamina. Pero ese aislamiento es “mientras le dure la lepra”, porque Dios puede curar también de la lepra y por eso el libro del Levítico prevé también lo que hay que hacer en caso de curación (Lv 14, 1-32).

La paz del corazón

Ninguna realidad espiritual debería ser más familiar para el cristiano que la paz. Ella fue anunciada desde el nacimiento de Jesús durante la noche de Navidad: “Paz a los hombres que ama el Señor” (Lc 2, 14). Después de su resurrección, Jesús se presenta a sus discípulos con el mismo deseo en sus labios: “La paz con vosotros” (Jn 20, 19), como si quisiera asegurarles el final de todo conflicto, de toda turbación, de toda inquietud. De modo semejante, el apóstol Pablo iniciará todas las cartas escritas directamente por él con el deseo de la gracia y la paz; “gracia y paz” es la traducción que hace Pablo del deseo de los ángeles en la noche de Navidad; al fin y al cabo la gracia de Dios coincide con su Amor.

Durante la última cena Jesús mismo había dicho a sus discípulos: “Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde” (Jn 14, 27). Y, sin embargo, el mundo ha seguido teniendo conflictos y guerras cada vez más sanguinarias. ¿Es una ilusión la paz que Jesús nos ha dado?

V Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

4 de febrero de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Me harto de dar vueltas hasta el alba (Job 7, 1-4. 6-7)
  • Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados (Sal 146)
  • Ay de mí si no anuncio el Evangelio (1 Cor 9, 16-19. 22-23)
  • Curó a muchos enfermos de diversos males (Mc 1, 29-39)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

Predicando en las sinagogas y expulsando demonios. San Marcos subraya que el ministerio de Cristo se realiza mediante la predicación /y/ las “acciones de poder”, que consisten en expulsar demonios (exorcismos) y realizar curaciones. La predicación ocurre en las sinagogas. En Israel había un solo templo que estaba en Jerusalén. En cambio, en cada aldea había una sinagoga, que era el lugar donde se reunía la comunidad para rezar y escuchar la palabra de Dios en la Sagrada Escritura. Al predicar en las sinagogas Jesús está insertando su ministerio en la vida litúrgica del pueblo de Israel y con ello está diciendo que lo que Él anuncia es el cumplimiento del obrar salvífico de Dios a lo largo de la historia de Israel. Está subrayando la continuidad en la novedad, lo que el mismo Señor expresará más tarde diciendo: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mt 5,17).

Las acciones de poder (exorcismos y curaciones), por su parte, proclaman que Dios es todopoderoso, que no hay nada que se le resista, que Él es más fuerte que todo lo que aflige al hombre; y que Él es misericordioso, compasivo, lleno de ternura hacia los hombres y sus miserias y desgracias; que Él tiene la última palabra y que, por lo tanto, hay esperanza para el hombre. “Mis días se consumen sin esperanza”, ha dicho Job en la 1ª lectura de hoy. A este lamento responden los milagros de Jesús, en los que se ve que para Dios “nada hay imposible” (Lc 1, 37). Las “acciones de poder” de Jesús significan que Él no es sólo un maestro y que, por lo tanto, el cristianismo no es sólo una doctrina, sino el encuentro con Aquel que no sólo predica (enseña, muestra la Verdad), sino que vence el Mal.

¿Cómo es mi relación con Cristo? ¿Lo considero sólo como un maestro que me enseña o soy capaz también de pedirle que me cure, que sane mi corazón?

La seducción de Jesucristo



1. Qué es ser cristiano.

Uno no es cristiano por creer que existe un “Algo”, ni siquiera por creer que existe “Dios”, ni mucho menos por estar a favor de la justicia, de la libertad, de la paz, del bienestar y el respeto de los derechos humanos. Uno es cristiano únicamente si cree en algo absolutamente inaudito: que existe un hombre –Jesucristo– que es Dios, que es la Felicidad.

En el corazón de todo hombre que viene a este mundo hay un ansia de verdad, de bondad y de belleza que ningún objeto de este mundo puede saciar por completo. Por eso el hombre es un ser perpetuamente insatisfecho, un ser en constante búsqueda. Y además el hombre no sólo anhela la posesión de la verdad, de la bondad y de la belleza, sino, sobre todo, su posesión simultánea, sin escisiones, sin fisuras. El anhelo del hombre es el de una vida en que todo sea verdadero, bueno y bello. Eso se llama Felicidad.

Pues bien, uno es cristiano si cree en un acontecimiento inaudito: que la Felicidad se ha hecho uno de nosotros, que ha aparecido la Felicidad en persona en medio de nosotros, que la Felicidad ya no es una idea, un ideal, una aspiración, sino una realidad, algo –Alguien– que se puede ver, tocar, palpar, escuchar. Este es el contenido de la fe cristiana, como escribe San Juan: Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de la vida, -pues la Vida se manifestó y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la Vida eterna, que estaba vuelta hacia el Padre y que se nos manifestó– lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo. Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo (1 Jn 1, 1-4).