V Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

4 de febrero de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Me harto de dar vueltas hasta el alba (Job 7, 1-4. 6-7)
  • Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados (Sal 146)
  • Ay de mí si no anuncio el Evangelio (1 Cor 9, 16-19. 22-23)
  • Curó a muchos enfermos de diversos males (Mc 1, 29-39)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

Predicando en las sinagogas y expulsando demonios. San Marcos subraya que el ministerio de Cristo se realiza mediante la predicación /y/ las “acciones de poder”, que consisten en expulsar demonios (exorcismos) y realizar curaciones. La predicación ocurre en las sinagogas. En Israel había un solo templo que estaba en Jerusalén. En cambio, en cada aldea había una sinagoga, que era el lugar donde se reunía la comunidad para rezar y escuchar la palabra de Dios en la Sagrada Escritura. Al predicar en las sinagogas Jesús está insertando su ministerio en la vida litúrgica del pueblo de Israel y con ello está diciendo que lo que Él anuncia es el cumplimiento del obrar salvífico de Dios a lo largo de la historia de Israel. Está subrayando la continuidad en la novedad, lo que el mismo Señor expresará más tarde diciendo: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mt 5,17).

Las acciones de poder (exorcismos y curaciones), por su parte, proclaman que Dios es todopoderoso, que no hay nada que se le resista, que Él es más fuerte que todo lo que aflige al hombre; y que Él es misericordioso, compasivo, lleno de ternura hacia los hombres y sus miserias y desgracias; que Él tiene la última palabra y que, por lo tanto, hay esperanza para el hombre. “Mis días se consumen sin esperanza”, ha dicho Job en la 1ª lectura de hoy. A este lamento responden los milagros de Jesús, en los que se ve que para Dios “nada hay imposible” (Lc 1, 37). Las “acciones de poder” de Jesús significan que Él no es sólo un maestro y que, por lo tanto, el cristianismo no es sólo una doctrina, sino el encuentro con Aquel que no sólo predica (enseña, muestra la Verdad), sino que vence el Mal.

¿Cómo es mi relación con Cristo? ¿Lo considero sólo como un maestro que me enseña o soy capaz también de pedirle que me cure, que sane mi corazón?

La curación de la suegra de Pedro ilustra el dominio de Jesús sobre cualquier manifestación del mal, en este caso la fiebre como síntoma de una enfermedad. El verbo que emplea san Marcos, en el texto griego, para decir que la suegra de Pedro “se levantó” es el mismo verbo que emplea para decir que Cristo “resucitó”. Las curaciones que hace el Mesías Jesús son creadoras de un hombre nuevo, de un ser “resucitado”; Jesús no sólo sana el cuerpo, sino la totalidad de la persona, creando un hombre nuevo. Por eso dice el evangelio que se levantó “y se puso a servirles”: servir a Jesús y a sus discípulos -es decir, a su Iglesia- es el rasgo distintivo del hombre nuevo, del hombre que ha iniciado una existencia resucitada, toda ella determinada por la caridad.

¿Comprendo yo que Cristo quiere hacer de mí un hombre nuevo o me limito a pedirle que me solucione alguna que otra “fiebre” (es decir, algún que otro problema)?

Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Al Señor Jesús le creaba problemas el éxito entre los hombres, porque los hombres -en este caso los habitantes de Cafarnaún- querían retenerlo, “hacerlo suyo”. Jesús experimenta así la tensión entre la voluntad y los deseos de los hombres y la misión que Él ha recibido del Padre. Y por eso busca el silencio y la soledad para orar. Tal vez lo más probable es que el Señor le pidiera al Padre del cielo luz para saber qué camino tomar, si debía establecerse en Cafarnaún -donde acababa de tener tanto éxito (“todo el mundo te busca”)-, o si más bien tenía que irse a otra parte.

Las palabras de Jesús: “Vámonos a otra parte para predicar también allí, que para eso he venido” expresan la respuesta que el Padre le dio en la oración. Jesús no va a “echar raíces” en ningún lugar físico; sus raíces, su enraizamiento, será la voluntad del Padre y el corazón de los hombres. Es ahí donde Él quiere “echar raíces” y no en Cafarnaún. Las raíces del hombre están constituidas por lo que su corazón ama; y en el caso de Jesús lo que él ama es el Padre del cielo y también los hombres.

¿Busco yo también el silencio y la soledad para la oración? ¿Le pido al Señor que me dé luz para ver cuál es Su voluntad sobre mí?