I Domingo Cuaresma

15 de agosto 

18 de febrero de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Pacto de Dios con Noé liberado del diluvio de las aguas (Gen 9, 8-15)
  • Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza (Sal 24)
  • El bautismo que actualmente os está salvando (1 Pe 3, 18-22)
  • Era tentado por Satanás, y los ángeles lo servían (Mc 1, 12-15)
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En el evangelio de hoy contemplamos a Jesús que, inmediatamente después de su bautismo, se va, movido por el Espíritu Santo, al desierto, donde permanece durante cuarenta días. El bautismo de Jesús evoca el paso del Mar Rojo y su estancia de cuarenta días en el desierto, evoca igualmente los cuarenta años que Israel permaneció en el desierto antes de entrar en la tierra prometida. En el desierto Israel fue tentado y cayó; aquí Jesús va a ser tentado también por Satanás, pero no va a caer. Con ello se nos está diciendo que en Jesús, en Cristo, se retoma la historia del pueblo de Israel, pero ahora bajo el signo de la fidelidad a Dios y a su Reino. Jesucristo significa, por lo tanto, un nuevo comienzo para la historia de Israel, como historia de fidelidad y de amor (y no, como había sido hasta entonces, una historia de traición e infidelidad).

En el desierto Jesús se encuentra con Satanás, con las fieras y con los ángeles. Satanás es el que pretende separar y enfrentar a Dios y a los hombres. Lo consiguió con nuestros primeros padres, Adán y Eva; pero no lo consigue con Jesús. Lo que sí consiguió es que Jesús sintiera el vértigo de la tentación, aunque sin conocer la amargura de la caída. Pues la tentación, queridos hermanos, es una especie de vértigo que se apodera de nosotros y que nos hace ver como bueno y bello aquello que, en realidad, es para nosotros destructor. Dios ha querido conocer, en su Hijo Jesucristo, ese vértigo que nos aflige y por eso nos comprende perfectamente. “Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna” (Hb 4,15-16). Cuando nos sorprenda la tentación, acudamos a Cristo, porque Él conoce, por experiencia propia, lo que es ser tentado, y puede socorrernos.

Las fieras, las alimañas, constituyen en la Biblia uno de los cuatro peligros que amenazan la vida del hombre, junto con la espada (la guerra), el hambre (las carestías) y la peste. Que Jesús conviva pacíficamente con las fieras significa que con Él volvemos al paraíso, donde Adán y Eva también convivían pacíficamente con los animales, y que con Él llegan los tiempos mesiánicos en los que “serán vecinos el lobo y el cordero (…) y un niño pequeño los conducirá (…) y nadie hará daño, nadie hará mal” (Is 11,6-9). Con este hombre, Jesús de Nazaret, que convive pacíficamente con las fieras en el desierto, la creación vuelve a ser como fue antes de que el hombre pecara y la obra de salvación se hace realidad.

Los ángeles pertenecen a la esfera divina de manera exclusiva: están al servicio de Dios y sólo hacen lo que Él les ordena (Hb 1,14). Si sirven a Jesús en el desierto es porque han sido enviados por Dios para ello. El evangelio no especifica cual es el contenido de este servicio. No obstante, el hecho de que los ángeles sirvan a Jesús muestra la estrecha vinculación entre Él y Dios, muestra que Dios está con Jesús, que con Él Dios se hace cercano al hombre.

Todos estos elementos van en la misma dirección: que con este hombre, Jesús de Nazaret, Dios se acerca a los hombres y les ofrece la posibilidad de empezar de nuevo, de retomar su historia personal y la historia de toda la humanidad desde un nuevo comienzo, para cambiar el signo de esa historia, para que ya no sea una historia de desobediencia sino de fidelidad, una historia de desencuentros entre Dios y los hombres sino de amistad y comunión profunda entre ambos.

Y esto es lo que Jesús empieza a anunciar. “Se ha cumplido el plazo y está cerca el Reino de Dios”, significa que lo que durante tanto tiempo ha sido objeto de esperanza, llega ahora a ser realidad: Dios va a hacer cercano su dominio real sobre la Creación y sobre la historia humana. ¿Por qué dice Jesús esto, si siguen habiendo guerras, hambres, epidemias, terremotos y toda clase de catástrofes naturales? ¿Qué hay de nuevo en el panorama de dolor y sufrimiento que es la historia humana?

Sólo hay una respuesta: Jesús. Lo nuevo es Él y que con Él y en Él Dios se acerca al hombre y lo introduce en el misterio de su propia vida divina. Y ese misterio es más fuerte que todo el misterio del mal. Todavía no ha desparecido el mal de la vida de los hombres, pero ya les ha sido dada a los hombres la posibilidad de vencerlo, si acogen a la persona de Cristo y se unen para siempre a Él. “Convertíos y creed la Buena Noticia” significa ante todo esto que estamos diciendo: creed que en Cristo está la fuerza de Dios venciendo el mal. Mirad hacia Él más que hacia el mal; adherid a Él, porque en Él y por Él, Dios va a instaurar su Reino. La fe es esta adhesión completa a Cristo, y el bautismo es el sacramento que la realiza hasta el punto de unirnos a Él de un modo orgánico, como el sarmiento está unido a la vid (Jn 15,5). Que el Señor nos conceda vivirlo con total intensidad.