El monje y el campesino


En Egipto, en el tiempo en que había allí numerosos monasterios, un monje se había hecho amigo de un campesino cándido y poco ilustrado. Un día, el campesino le dijo al monje:

- ¡Sabes, yo también venero a Dios que ha creado este mundo! Cada tarde pongo leche de cabra en una escudilla y la dejo debajo de una palmera. Y durante la noche, Dios viene y bebe mi leche. ¡Le gusta mucho! Siempre se la bebe toda, no queda nada en la escudilla.

Al oír esto, el monje no pudo evitar una sonrisa, y se puso a explicar a su amigo, sencillamente y con bondad, que Dios no tiene ninguna necesidad de leche de cabra. Pero el campesino se encabezonó, y persistía en su afirmación de que Dios venía a beber su leche todas las noches. Entonces el monje le propuso vigilar durante la noche siguiente, después de poner la escudilla con la leche.

Dicho y hecho. Esa misma noche el monje y el campesino se apostaron no muy lejos del árbol y, a la luz de la luna, vieron a un pequeño zorro que se acercaba y que lamía toda la leche de la escudilla.

El descubrimiento golpeó como un rayo al campesino.

- ¡Sí, admitió él apenado, ahora veo que no era Dios!

El monje intentó reconfortarlo diciéndole que Dios era Espíritu, completamente distinto de nuestro mundo, que los hombres accedíamos a conocerlo de una forma particular… Pero el campesino, que permanecía cabizbajo delante de él, se puso a llorar y regresó a su cabaña.

El monje tomó también el camino de su celda. Cuando llegó a ella, vio con asombro un ángel que le impedía la entrada. Asustado, cayó de rodillas. Entonces el ángel le declaró:

- Este hombre simple no tenía ni educación, ni sabiduría, ni estudios para honrar a Dios de otro modo que como lo hacía. Y tú, que eres sabio y letrado, le has quitado esa posibilidad. Ya sé que tú has razonado correctamente. Pero hay una cosa que tú, con toda tu sabiduría, ignoras: que Dios, en atención al corazón sincero de ese campesino, enviaba cada noche a ese pequeño zorro junto a la palmera para que bebiera la leche y consolara así al campesino permitiéndole hacer una ofrenda.