XXI Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

21 de agosto de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • De todas las naciones traerán a todos vuestros hermanos (Is 66, 18-21)
  • Id al mundo entero y proclamad el Evangelio (Sal 116)
  • El Señor reprende a los que ama (Heb 12, 5-7. 11-13)
  • Vendrán de oriente y occidente, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios (Lc 13, 22-30)
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La luz de la Palabra

Is 66,18-21; Hb 12,5-7.11-13; Lc 13,22-30


1.- «De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas». La profecía del final del libro de Isaías (primera lectura) dice al pueblo de Israel con toda claridad que Dios llamará también a hombres de países lejanos, que “nunca oyeron su fama”, y de entre ellos escogerá a algunos como sacerdotes y servidores particulares. Para Israel es una tarea sumamente difícil saberse el pueblo elegido y a la vez tener que relativizarse hasta el punto de tener que admitir esto: la misma elección afectará a otros cuando llegue el momento, un momento que solo Dios conoce. Estos otros, que en general eran considerados por Israel como enemigos de Dios, son ahora llamados por Dios “vuestros hermanos”. Los sacrificios que ellos ofrecerán en el templo del Señor no están manchados ni carecen de valor (como los sacrificios paganos), pues traen ofrendas “en vasijas puras”. ¿Cómo se comportará Israel con respecto a esta promesa?

2.- «No sé quiénes sois». El evangelio da respuesta a esta cuestión, pues se dirige a todo ese Israel que no quiere admitir la ampliación anunciada por el profeta. Que desconocidos “de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur”, vengan “a sentarse a la mesa en el reino de Dios” con los patriarcas de Israel, es algo tan insoportable para los interlocutores de Jesús que éstos, con “rechinar de dientes”, pasan a convertirse en últimos, aunque eran los “primeros”, e incluso ya no se les permite entrar. Tienen que reconocer que se comportaron como auténticos “malvados” cuando se empecinaron en su presunta prerrogativa mientras comían y bebían con Jesús y éste “enseñaba en sus plazas”. Las duras palabras que oyen por boca de Jesús son palabras de advertencia, de aviso, pero solo pueden provenir de su amor. Y aunque al final se les dice que serán “los últimos”, conviene no olvidar que este mismo puesto (como confirman muchas profecías: Ez 16,63) es ciertamente el lugar de la vergüenza, pero no el de la desesperación. Hay una esperanza para todo Israel (Rm 11,26).

3.- «El Señor reprende a los que ama». La segunda lectura, que habla de la reprensión de Dios, de la corrección que procede del amor, se dirige ciertamente primero a los cristianos. Estos deben sentirse igualmente interpelados por las advertencias del evangelio. Pues también ellos pueden, como los judíos, alardear de su elección y de sus presuntas prerrogativas, y por eso precisamente pueden quedarse fuera y ser relegados al último puesto. Por ello han de recordar que no deben entender la corrección simplemente como un castigo en su vida, sino como un necesario instrumento pedagógico que quiere conferir a su fe y a su vida relajadas un nuevo vigor cristiano. Pero también el Israel postcristiano debería recordar estas palabras a propósito de la corrección, que ya le fueron dichas en la Escritura de la Antigua Alianza (Pr 3,11-12). Si es verdad que los dones y las llamadas de Dios son irrevocables (Rm 11,29), entonces la larga pasión de Israel no puede ser más que un acontecimiento histórico dentro de su elección.

(Hans Urs von Balthasar, Luz de la Palabra. Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C, Ediciones Encuentro, Madrid, 1994, pp. 278-279)