Himno de la tarde



Luz radiante de la gloria,
del Padre celeste venturoso e inmortal,
¡oh Jesucristo!

Llegados a la caída del sol
contemplamos la claridad de la tarde:
cantamos al Padre, al Hijo
y al Espíritu Santo de Dios.

Tú eres digno para siempre
de ser cantado por voces puras,
¡oh Hijo de Dios!, que das la vida.
Así proclama tu gloria el universo.


(Este himno continúa siendo la oración de la tarde en la Iglesia griega. San Basilio [330-379] da testimonio de él diciendo: “Nuestros padres no quisieron recibir en silencio la gracia de esta luz de la tarde, en cuanto aparece, bendicen a Dios”)