Tareas espirituales para la vejez

La vejez ya no es el tiempo de la vida activa en el que había que atender a muchas ocupaciones. Ahora tenemos mucho tiempo y no hay que perderlo. Este tiempo precioso pertenece a Dios. La vejez es el tiempo para la contemplación de los misterios revelados por Cristo Jesús. Todos esos misterios que ya conocemos, que aprendimos en el catecismo hace muchos años, que se nos han hecho familiares y que hemos celebrado a lo largo de nuestra vida. Pero no teníamos el tiempo necesario para profundizarlos. Ahora lo tenemos. La vejez es el tiempo de la contemplación.

La vejez es también el tiempo del testimonio silencioso. Los ancianos son como esos velones siempre encendidos que señalan en las iglesias la presencia del Señor en el sagrario. Las personas mayores, en silencio delante del Santísimo Sacramento, recuerdan a todos que estar ante Dios pertenece al ser más profundo del hombre. Su silencio ante Dios es una palabra que dice simplemente que Dios es Dios y que estar ante Él nos constituye.

Es también el tiempo de orar por todos los que no tienen tiempo para orar: orar por ellos y orar en lugar de ellos, en nombre de ellos, aunque ellos no nos lo hayan explícitamente pedido. Oración atravesada muchas veces por el dolor y la angustia de preguntarse qué es lo que hemos hecho mal, o lo que no hemos sabido hacer, para que el tesoro de la fe, que es lo más querido para nosotros, no haya sido recogido por nuestros hijos y nuestros nietos. Oración llena de esperanza, sin embargo, porque sabemos también que Dios puede convertir los corazones, que el poder del Espíritu Santo es más fuerte que el del Maligno.



Autor: Alain QUILICI
Título: Du bon usage de la viellesse
Éditions du Carmel, Toulouse, 2017, 
(pp. 14-15; 22-24)