Te damos gracias, ¡oh Dios!, por tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor, por habernos iluminado mostrándonos la luz incorruptible.
Hemos agotado la duración del día y llegamos a los linderos de la noche; hemos sido saciados por la luz del día que Tú has creado para nuestra alegría.
Y ahora que nos falta la luz de la tarde cantamos tu santidad y tu gloria por tu Hijo único, nuestro Señor Jesucristo.
Por Él y con Él posees la gloria, el poder y el honor con el Espíritu Santo, ahora y por los siglos de los siglos.
Y que todos digan:
Amén.
(Los judíos, al atardecer del viernes y del sábado, celebran la bendición de la lámpara, para señalar el comienzo y el fin del sabbath. Este rito inspiró a los cristianos la ceremonia del lucernario, que comprendía, además de la bendición de la lámpara, una acción de gracias por la jornada)