Aprender a esperar

Hoy en día vivimos en un acelerador de partículas, en un clima de expectativa permanente. Tenemos una dificultad que nos parece insuperable: la de sumergirnos en la lentitud y gratuidad de los procesos humanos auténticos, por excepcionales y cotidianos que sean.

Nuestra cultura, ingenuamente mitificadora de la eficacia y el utilitarismo, ha abolido hace tiempo el valor de esperar: la espera se ha convertido en un peso muerto que nos incomoda y que es preciso tirar por la borda.

Quizá necesitaríamos decirnos a nosotros mismos y a los demás que esperar no es necesariamente una pérdida de tiempo. Que puede ser justo lo contrario: reconocer el propio tiempo, el tiempo necesario para ser; tomar tiempo para uno mismo, como lugar de maduración, como oportunidad recuperada. Quien no acepte, por ejemplo, la imposibilidad de satisfacer inmediatamente un deseo, difícilmente llegará a saber lo que es un deseo (o, por lo menos, un gran deseo). Quien no tenga paciencia para esperar que germine la simiente, jamás experimentará la alegría de verla florecer.

En cuestiones de tiempo, la vida es completamente artesanal.




Autor: José TOLENTINO MENDONÇA
Título: Pequeña teología de la lentitud
Editorial: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2017, (p.p. 23-25)