Lunes de la II Semana de Pascua

20 de abril de 2020
(Ciclo A - Año par)






  • Al terminar la oración, los llenó a todos el Espíritu Santo, y predicaban con valentía la palabra de Dios (Hch 4, 23-31)
  • Dichosos los que se refugian en ti, Señor (Sal 2)
  • El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios (Jn 3, 1-8)
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Con toda valentía (He 4, 23-31)

Ante las amenazas de los sumos sacerdotes y de los ancianos, Pedro y Juan, junto con la comunidad cristiana de Jerusalén, oran suplicando al Señor que les conceda predicar su palabra con toda valentía, es decir, desde el convencimiento de que esa palabra expresa los proyectos del corazón de Dios, que son para siempre, que duran “de edad en edad” (Sal 32, 11), y que es portadora de la fuerza de Dios para salvar el mundo. Por eso le piden que la avale con “curaciones, signos y prodigios”. Y el Señor responde a su plegaria haciendo temblar el lugar donde estaban reunidos –Dios es “el Gran Rey de toda la tierra” (Sal 46, 3)- y llenándolos a todos del Espíritu Santo. Entonces predican con toda valentía. Veni Sancte Spiritus.


Nacer de nuevo (Jn 3, 1-8)


La novedad que Cristo nos ha traído –el reino de Dios- es tan diferente y distante de todo cuanto vivimos en este mundo, que nuestros órganos de conocimiento no la pueden ver, como afirma san Pablo: “lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, los que Dios preparó para los que le aman” (1Co 2, 9). Por eso para verla hace falta “nacer de nuevo”, es decir, ser introducidos en una nueva dimensión, en una realidad distinta de nuestra vida biológica, porque “lo que nace de la carne es carne”. Ese nuevo nacimiento es “de agua y de Espíritu”, es el bautismo, por el que empezamos a participar de la vida misma de Dios, se despiertan en nosotros los sentidos espirituales –una nueva visión, un nuevo olfato, un nuevo gusto etc.- y accedemos a una nueva libertad en la que somos conducidos por el Espíritu Santo.


Emergencia sanitaria: La visitación de la Virgen María a su prima Isabel


Al rezar el segundo misterio gozoso del santo rosario, caigo en la cuenta de que ahora no podemos hacernos visitas, de que una cosa tan profundamente humana como es visitar a otro o recibir la visita de otro, ahora nos está vedada. Y comprendo que toda visita es una gracia, es un regalo, es un don, y que tenemos que aprender a vivirla como tal. “Visitar a los enfermos” es una de las obras de misericordia corporales, que ahora resulta complicado realizar. Y le pido al Señor que, comprendiendo todo esto, cuando esta situación pase, no trivialicemos nuestras visitas -ni las que hacemos ni las que recibimos- y que el Espíritu Santo esté siempre presente en ellas, como estuvo en la de María e Isabel. De ese modo sabremos intuir el misterio de quien nos visita, como hizo Isabel, y proclamar la grandeza del Señor, como hizo María.