Jueves Santo

9 de abril de 2020
(Ciclo A - Año par)






  • Prescripciones sobre la cena pascual (Éx 12, 1-8. 11-14)
  • El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo (Sal 115)
  • Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor (1 Cor 11, 23-26)
  • Los amó hasta el extremo (Jn 13, 1-15)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

“Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía”. Con estas palabras el evangelista nos indica que Jesús era consciente de que había llegado su “hora”, es decir, el momento culminante de su vida en el que iba a ofrecer la máxima prueba del amor de Dios a los hombres, entregando su vida por ellos, e iba a volver a la casa del Padre. Consciente Jesús de todo ello, realiza un gesto inusual, el lavatorio de los pies, que tiene como objetivo ayudar a sus discípulos a penetrar en el significado de todo lo que va a suceder a continuación: la institución de la Eucaristía y del sacerdocio ministerial, el mandamiento del amor fraterno, su muerte y su resurrección. Sobre toda esta plenitud de luz se cierne, como una sombra inquietante, el misterio de la libertad humana que elige el mal, que está representado por la figura de Judas. Por eso dice Jesús: “También vosotros estáis limpios, aunque no todos”.

Lavar los pies era un signo de hospitalidad que el anfitrión ofrecía al huésped cuando éste era una persona importante; eran los esclavos quienes normalmente realizaban este servicio. La objeción de Pedro está llena de sentido: puesto que no hay nadie en la tierra superior a Jesús, Jesús no debe mostrarle este signo de respeto. El gesto de Jesús revela la humildad de Dios que, sin necesitar para nada de la criatura, la acoge en su seno, en su casa, y la recibe como si fuera un gran señor: se arrodilla ante ella y le lava los pies. Todo ello es un inmenso misterio de amor por el que Dios se abaja ante los hombres para que los hombres podamos vivir en comunión con Él, que es lo único que nos realiza en plenitud. “Dios se ha hecho hombre para que el hombre pueda llegar a ser Dios”, dice San Atanasio y con él todos los Padres de la Iglesia. 

Lavar los pies expresa de manera muy clara la voluntad de que el otro sea, de que esté en condiciones de recorrer su propio camino, de alcanzar su propio destino. Jesús lava los pies a todos los discípulos, incluso a Judas, que empleará sus pies para recorrer el camino del mal. Así de humilde y de bueno es Dios, que nos da el ser, con la energía y la fuerza para existir, que nos da la libertad y que no deja de darnos todo eso incluso cuando lo empleamos para hacer el mal, para separarnos de Él. El amor es voluntad de que el otro sea. El odio, en cambio, es voluntad de destruir al otro. Dios es Amor y por eso quiere que los hombres seamos, y por eso nos lava los pies.