VI Domingo de Pascua

15 de agosto 

22 de mayo de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables (Hch 15, 1-2. 22-29)
  • Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben (Sal 66)
  • Me mostró la ciudad santa que descendía del cielo (Ap 21, 10-14. 22-23)
  • El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho (Jn 14, 23-29)
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Cuando dos personas se aman “entran” la una en la otra por su relación de amor: “se llevan dentro” recíprocamente, de modo que la identidad personal de cada una de ellas se configura a través del diálogo interior que mantiene constantemente con aquellos que ha acogido por el amor. El amor nos hace dar hospitalidad a aquellos que amamos, y ellos entran en nuestra casa, es decir, en nuestra alma, en nuestro corazón. Se convierten en nuestros huéspedes y compañeros de viaje: caminamos junto con ellos.

El Señor nos dice que la experiencia cristiana es así: una experiencia de amor por la que acogemos a Cristo en nuestro corazón, le damos hospitalidad, y entonces Él viene a nosotros, junto con el Padre y el Espíritu Santo, y habita en nuestro interior. Pero esto no es algo que ocurre a la fuerza, sino sólo cuando nosotros, libremente, decidimos amarle. La prueba de que le amamos es que “guardamos su palabra”.

Los hombres vivimos siempre “guardando” una palabra: la que hemos recibido de nuestros padres, o de un amigo (a veces, incluso, la que nos ha dicho un enemigo), o la que hemos elegido nosotros como palabra rectora y directriz para nuestra vida. Siempre vivimos “guardando una palabra” que para nosotros es sagrada porque vamos tejiendo nuestra existencia en torno a ella. “Guardar la palabra de Jesús” significa, pues, que para nosotros la palabra en torno a la cual vamos tejiendo nuestra vida es la palabra de Jesús.

El cuarto mandamiento



1. El cuarto mandamiento.

Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar (Éxodo 20,12). El evangelio se preocupa de subrayar que el Señor Jesús cumplió perfectamente este mandamiento, cuando afirma que vivía sujeto a ellos (Lucas 2,51), refiriéndose a san José y la Virgen, y que en su predicación subrayó la importancia de este mandamiento, como se ve en su polémica con los fariseos, donde les reprocha el escudarse en motivos religiosos para dejar de atender a los padres (Marcos 7,8-13). También el apóstol san Pablo subraya la importancia de este mandamiento (Efesios 6,1-3).

Aunque su formulación se refiere expresamente a la relación de los hijos para con sus padres, el cuarto mandamiento concierne, en realidad, a todas las relaciones “verticales” que existen en nuestra vida, y nos invita a verlas y vivirlas como signos de la relación “vertical” por excelencia, es decir, de la relación con Dios. La relación filial es, en este sentido, paradigmática, y por ello es ella la que está directamente mencionada. Pero la Iglesia ha entendido siempre este mandamiento como regulador también de las relaciones con los abuelos y con los antepasados en general, así como de las relaciones de los alumnos respecto a los maestros, de los empleados respecto a los patronos, de los subordinados respecto a sus jefes, de los ciudadanos respecto a su patria y a los que la administran y gobiernan (Catecismo 2199).

V Domingo de Pascua

15 de agosto 

15 de mayo de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Contaron a la Iglesia lo que Dios había hecho por medio de ellos (Hch 14, 21b-27)
  • Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey (Sal 144)
  • Dios enjugará toda lágrima de sus ojos (Ap 21, 1-5a)
  • Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros (Jn 13, 31-33a. 34-35)
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En el evangelio de hoy el Señor nos habla de la belleza. “Glorificar”, en efecto, significa, en la Biblia, “mostrar la belleza” de alguien. “Ahora es glorificado el Hijo del hombre y Dios es glorificado en él” significa, pues, “ahora se va a percibir la belleza del Hijo del hombre y la belleza de Dios en él”.

Para los hombres la belleza significa, a menudo, un atractivo, una fascinación, una seducción que después se revelan engañosas: una hermosa apariencia, pero a la que no corresponde una realidad igualmente hermosa. En cambio en la Biblia la belleza significa el esplendor de la verdad y “glorificar” significa, por lo tanto, “mostrar la verdad profunda de un ser”, mostrar esa verdad en todo su esplendor.

Jesucristo es “el más bello de los hombres” (Sal 44) porque su verdad profunda es la más bella. Esa verdad profunda es que Él es solo amor y misericordia, y que su destino es dar su vida por nosotros para que nosotros podamos participar de su vida divina, de la vida eterna que Él comparte con el Padre y con el Espíritu Santo. Dostoievski escribió: “La belleza salvará al mundo”; y añadió a continuación: “Pero, ¿de qué belleza se trata?”. Hay una belleza que es apariencia vacía de contenido, que es cosmética que disfraza la vacuidad de un ser; y hay una belleza que es Verdad y Amor: esa es la  belleza de Jesucristo y esa es la belleza que salvará al mundo.

Créame de nuevo, Señor

Oh Salvador Jesucristo,
te pido perdón e imploro tu clemencia.

Hubo un tiempo en que yo no existía,
y Tú me creaste

Yo no había orado,
y Tú me hiciste.

Yo no había sido dado a luz,
y Tú me viste.

Yo no había aparecido,
y Tú tuviste piedad de mí.

Yo no te había invocado,
y tú me cuidaste.

Yo no había hecho un signo con la mano,
y Tú ya me habías mirado.

Yo no había suplicado,
y Tú me hiciste misericordia.

Yo no había articulado un sonido,
y Tú ya me habías escuchado.

Yo no había suspirado,
y tú ya habías inclinado tu oído hacia mí.

IV Domingo de Pascua

15 de agosto 

8 de mayo de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Sabed que nos dedicamos a los gentiles (Hch 13, 14. 43-52)
  • Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño (Sal 99)
  • El Cordero los apacentará y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas (Ap 7, 9. 14b-17)
  • Yo doy la vida eterna a mis ovejas ( Jn 10, 27-30)
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En el evangelio de hoy, queridos hermanos, el Señor nos describe su relación con nosotros mediante la imagen del pastor que cuida de sus ovejas. Y lo hace mediante cuatro afirmaciones fundamentales:

1) Mis ovejas escuchan mi voz. En nuestro mundo y en nuestra vida suenan muchas voces (radio, televisión, medios de comunicación social, redes sociales…): nosotros las oímos todas, pero escuchamos sólo aquellas que nuestro corazón elige. Se oye con los oídos; pero se escucha con el corazón, porque escuchar es abrir nuestra alma, en una actitud de atención, de acogida y receptividad, hacia aquel que habla y hacia lo que nos dice. El cristiano oye muchas voces pero escucha la  voz del Señor otorgándole a ella una primacía e importancia sobre todas las demás voces. Lo cual supone, por parte nuestra, una opción, un acto libre, un juicio de valor.

Cómo se hace uno un canalla

(Esta reflexión de Lewis se enmarca dentro de la consideración de que en la vida social existen muchos “círculos cerrados” a los cuales el común de los mortales no tiene acceso, y que quienes pertenecen a uno de esos círculos tienen la sensación de pertenecer a una especie de “club” que los hace diferentes y distintos a todos los demás, y que posee una determinada “sabiduría”, una determinada manera de ver las cosas y de actuar. Estar o no estar, pertenecer o no pertenecer a ese “círculo cerrado” marca una diferencia socialmente importante. Y lo normal es que quienes no pertenecen a él se muera de ganas por poder entrar en él, por “estar en la pomada”)

Este es mi vaticinio: a nueve de cada diez hombres la ocasión de convertirse en un canalla no se les presentará –cuando se les presente- con tintes dramáticos. Es casi seguro que no aparecerán hombres evidentemente malvados, evidentemente perversos o corruptos. En torno a una copa o a un café, disfrazada de trivialidad y escoltada por dos bromas, de labios de un hombre o de una mujer a los que acabas de empezar a conocer mejor aún, justo en el momento en el que más te preocupa no parecer inmaduro, o ingenuo, o mojigato, surgirá la insinuación: una insinuación acerca de algo que no se ajusta del todo a las reglas técnicas del juego limpio; algo que el público, el público ignorante e idealista, nunca entendería; algo que sería motivo de escándalo incluso para quienes son ajenos a tu profesión; pero algo, te dice tu nuevo amigo, que “nosotros” –y ante la mención de la palabra “nosotros” tú intentas no ruborizarte de placer- “siempre hacemos”. Y no te verás arrastrado –si es que te ves arrastrado- por el ansia de beneficios o comodidades, sino simplemente porque en ese momento, cuando la taza estaba tan cerca de tus labios, no puedes soportar que te arrojen de nuevo al frío del mundo exterior. Sería horrible contemplar cómo el rostro del otro hombre –ese rostro agradable que refleja intimidad y encantadoramente sofisticado-se vuelve repentinamente frío y desdeñoso al saber que te han propuesto entrar en el círculo cerrado y tú lo has rechazado. Y entonces, si te has visto arrastrado dentro de él, la semana que viene surgirá algo que traspasa ligeramente las reglas, y al año siguiente algo que las traspasa todavía más; y todo ello en una atmósfera de lo más alegre y amigable. Puede que la cosa acabe en una bancarrota, en un escándalo y una sanción penal; puede que acabe en miles de millones, en un escaño en el parlamento y en la presidencia en la entrega de premios de tu antiguo colegio. Pero serás un canalla.



Autor: C. S. LEWIS
Título: El poder de la gloria
Editorial: Rialp, Madrid, 2019, (pp. 146-148)







III Domingo de Pascua

15 de agosto 

1 de mayo de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo (Hch 5, 27b-32. 40b-41)
  • Te ensalzaré, Señor, porque me has librado (Sal 29)
  • Digno es el Cordero degollado de recibir el poder y la riqueza (Ap 5, 11-14)
  • Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado (Jn 21, 1-19)
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Cada aparición del Resucitado es una fuente de revelación para los discípulos. Antes de subir al cielo el Señor tiene que inculcarles algunas verdades fundamentales, grabándolas en su corazón. La primera verdad que el Señor les revela, en esta nueva aparición, es la que ya les había dicho con anterioridad: “Sin mí no podéis hacer nada”. Después de haber estado toda la noche trabajando sin obtener nada, aparece ahora un desconocido que les indica que echen la red a la derecha de la barca y recogen en un instante lo que no habían sido capaces de recoger en toda la noche. Juan comprende enseguida que ese desconocido es el Señor, porque sólo Él posee una palabra que es fuente de vida, una palabra que otorga fecundidad allí donde el esfuerzo humano había fracasado: hacer lo que se ha estado haciendo siempre, pero hacerlo bajo la palabra del Señor, confiere a la vida una fecundidad inesperada.

Frases...

El objetivo del comunismo es hacer que los pobres sean ricos, mientras que el objetivo del cristianismo es hacer que los ricos se hagan pobres y que los pobres sean santos.



Dorothy Day

II Domingo de Pascua de la Divina Misericordia

15 de agosto 

24 de abril de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Crecía el número de los creyentes, una multitud tanto de hombres como de mujeres, que se adherían al Señor (Hch 5, 12-16)
  • Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia (Sal 117)
  • Estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos (Ap 1, 9-11a. 12-13. 17-19)
  • A los ocho días llegó Jesús (Jn 20, 19-31)
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El Señor se hace presente en medio de sus discípulos, que están “con las puertas cerradas” porque tienen miedo, y les saluda dándoles la paz; al mismo tiempo les muestra las llagas de las manos y del costado. Al mostrarles sus llagas, les está diciendo que él es el mismo de antes, el que sufrió y murió en la cruz, que no es otro. Al darles la paz, les indica que esas llagas no son incompatibles con la paz, que él tiene la paz y da la paz, porque ha aceptado el plan del Padre sobre él, el designio de amor para con los hombres que comportaba el que él fuera la víctima, el cordero “sin defecto ni mancha” preparado desde “antes de la fundación del mundo”. Al unir la donación de la paz con la mostración de las llagas el Señor nos está diciendo que la paz nace del abandono filial al Padre, de rezar de verdad el Padre Nuestro, de decir de verdad “hágase tu voluntad”, aunque esa voluntad comporte el sufrimiento.

La humildad vence siempre al demonio

Abba Antonio decía también: «He visto tendidos sobre la tierra todos los lazos del enemigo, y gimiendo he dicho: "¿Quién podrá escapar de todos ellos?". Y oí una voz que respondía: "La humildad"» (XV, 3).

Un hombre poseído por el demonio, que echaba espuma por la boca, abofeteó en el rostro a un monje anciano. Éste le presentó al punto la otra mejilla [cf. Mt 5,39]. Pero el demonio, no pudiendo soportar la quemadura de su humildad, salió inmediatamente del poseso (XV, 71).

Unos fueron a la Tebaida para visitar a un anciano. Llevaban consigo a un hombre atormentado por el demonio para que el anciano le curase. El anciano, después de que se lo pidieran con mucha insistencia, dijo al demonio: "Sal de esa criatura de Dios". Y el demonio respondió: "Salgo, pero te hago esta pregunta: Dime ¿quiénes son los cabritos y quiénes los corderos [cf. Mt 25,32]?". El anciano le contestó: "Los cabritos son los que son como yo. Quienes sean los corderos, eso Dios lo sabe". Al oírle el demonio vociferó: "Salgo por esta humildad tuya". Y desapareció al instante (XV, 84).

El diablo, transformado en ángel de luz, se apareció a un hermano, y le dijo: "Soy el ángel Gabriel y he sido enviado a ti". Pero el hermano le contestó: "Mira no sea que te hayan enviado a otro, porque yo no soy digno de que me envían un ángel". Y el demonio desapareció al punto (XV, 87).

Decía un anciano: «Si alguno dice "perdóname" con humildad, quema a los demonios tentadores» (XV, 98).

Un sacerdote pagano oyó lo que contaba el demonio y decidió hacerse monje. Y desde el comienzo de su conversión practicó la humildad más perfecta, pues decía: «La humildad quiebra toda la fuerza del enemigo, como yo mismo se lo oí a los demonios: "Cuando atacamos a los monjes, si uno de ellos hace una metanía, todo nuestro poder se desvanece"» (XV, 112).

Decían los ancianos: «Aunque se te aparezca de verdad un ángel, no le acojas fácilmente, sino humíllate, diciendo: "No soy digno de ver un ángel, yo que vivo en el pecado"» (XV, 88).

Se contaba que un anciano moraba en su celda y sufría fuertes tentaciones. Veía claramente a los demonios y se burlaba de ellos. Al verse vencido por el anciano, el demonio se le presentó y le dijo «Soy Cristo». Al verle, el anciano cerró los ojos. Y el diablo le dijo «Soy Cristo, ¿por qué cierras los ojos?». Y le contestó el anciano: «Yo aquí no quiero ver a Cristo, sino en la otra vida». Al oír esto despareció el diablo (XV, 89).

Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

15 de agosto 

17 de abril de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos (Hch 10, 34a. 37-43)
  • ste es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo (Sal 117)
  • Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo (Col 3, 1-4)
  • Él había de resucitar de entre los muertos (Jn 20, 1-9)
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El evangelio de hoy pone de relieve el papel de las mujeres que seguían y amaban a Jesús, en la constitución de la fe pascual, es decir, de la fe en la resurrección de Jesucristo. A lo largo de la vida terrena de Jesús, los evangelios nos hablan de algunas mujeres que le seguían y le servían con sus bienes (Lc 8, 3). A diferencia de los apóstoles, estas mujeres no fueron llamadas explícitamente por Jesús a su seguimiento, sino que son mujeres que, al encontrarse con él, entendieron inmediatamente que él era Aquel que su corazón esperaba desde siempre, Aquel en quien y por quien Dios iba a realizar su obra de salvación, en primer lugar en su propia vida; de alguna de ellas -de María Magdalena- el Señor había expulsado siete demonios (Lc 8, 2). Ellas habían comprendido también, de manera intuitiva, que “el asunto de Jesús” era Jesús mismo, era su Persona. Y por eso ellas cuidaban de Él, cuidaban de su Persona. Jamás ellas habrían planteado la cuestión que un día planteó Pedro: “Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido: ¿qué recibiremos, pues?” (Mt 19, 27). Esa cuestión es una cuestión propia de quien entiende que Jesús lleva entre manos un “asunto” -el Reino del que tanto habla- y quiere considerar la rentabilidad de implicarse en ese negocio. Sin embargo ellas tenían clarísimo que la recompensa era “estar con Él”: antes de que Pablo lo escribiera, ellas ya sabían que “estar con Cristo es, con mucho, lo mejor” (Flp 1, 23), y su corazón ya estaba colmado por la presencia del Señor.

Viernes Santo

15 de agosto 

15 de abril de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Él fue traspasado por nuestras rebeliones (Is 52, 13 - 53, 12)
  • Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu (Sal 30)
  • Aprendió a obedecer; y se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación (Heb 4, 14-16; 5, 7-9)
  • Pasión de nuestro Señor Jesucristo (Jn 18, 1 - 19, 42)
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La vida de Jesús, queridos hermanos, fue como la nuestra, como es toda vida humana. En ella el peso de las circunstancias, de las “casualidades”, fue enorme y determinó gran parte de su desarrollo. Pero lo típico de Jesús fue que él supo discernir, a través de todo ello, una llamada del Padre del cielo, una misión que el Padre le encomendaba, y que supo entregarse a ella de todo corazón. Por eso el Señor no vivió sus circunstancias como fatalidad sino como vocación, como llamada, como misión.

Jueves Santo

15 de agosto 

14 de abril de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Prescripciones sobre la cena pascual (Éx 12, 1-8. 11-14)
  • El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo (Sal 115)
  • Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor (1 Cor 11, 23-26)
  • Los amó hasta el extremo (Jn 13, 1-15)
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La Iglesia celebra hoy los tres dones que el Señor nos entregó en la última cena: el don de la Eucaristía, el don del sacerdocio y el don del mandamiento nuevo que el Señor ejemplificó en el lavatorio de los pies y que formuló, un poco más adelante, diciendo: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros” (Jn 13,34).

El tercer mandamiento

 


1. El día del sábado.

“El día séptimo será día de descanso completo, consagrado al Señor” (Éxodo 31,15), proclama el tercer mandamiento del Decálogo. El sentido de este mandamiento radica ante todo en el hecho de que el actuar de Dios constituye para el hombre un modelo preceptivo: del mismo modo que Dios “tomó respiro” el día séptimo (Éxodo 31,17), también el hombre debe “descansar” y hacer que los demás, sobre todo los pobres, “recobren aliento” (Éxodo 23,12). De este modo la observancia del sábado, interrumpiendo los trabajos cotidianos, constituye una protesta contra las servidumbres del trabajo y el culto al dinero (Nehemías 13,15-22).

La observancia del sábado constituye un memorial de la creación del mundo y de la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto: Pues en seis días hizo el Señor el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo el Señor el día del sábado y lo hizo sagrado (Éxodo 20,11). Y también: Acuérdate de que fuiste esclavo en el país de Egipto y de que el Señor tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso el Señor tu Dios te ha mandado guardar el día de sábado (Deuteronomio, 5,15). Por ello mismo es un signo de la alianza de Dios con su pueblo: Los israelitas guardarán el sábado celebrándolo de generación en generación como alianza perpétua (Éxodo 31,16).

Jesús nunca faltó a la santidad del día del sábado, sino que, con autoridad, dio la interpretación auténtica de esta ley afirmando que el sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado (Marcos 2,27). Y que si el sentido del sábado es configurarnos con el obrar divino es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla (Marcos 3,4), pues el actuar de Dios es misericordia y salvación para el hombre. Por eso Jesús curó en día de sábado (Mateo 12,9-14) argumentando: si se circuncida a un hombre en sábado, para no quebrantar la Ley de Moisés, ¿os irritáis contra mí porque he curado a un hombre entero en sábado? (Juan 7,23), y afirmando que el Hijo del hombre es Señor del sábado (Marcos 2,28).

Domingo de Ramos

15 de agosto 

10 de abril de 2022

(Ciclo C - Año par)






PROCESIÓN:
MISA:
  • No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado (Is 50, 4-7)
  • Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Sal 21)
  • Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo (Flp 2, 6-11)
  • Pasión de nuestro Señor Jesucristo (Lc 22, 14 - 23, 56)
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Homilía antes de la procesión:

Según san Lucas, fueron los discípulos quienes aclamaron a Jesús como rey. Ellos habían recorrido con Él los caminos de Galilea y de Judea y habían visto todos los milagros que Jesús había hecho, las “obras de poder” con las que Él manifestaba que Dios estaba, en Él y por Él, bendiciendo a su pueblo, cuidando de sus hijos, estableciendo su reino en medio de ellos. Y ahora lo aclamaban como rey “en nombre del Señor”, es decir, como el Mesías, el último y definitivo rey que Dios enviaba a su pueblo antes de instaurar por completo su reino.

Nosotros somos también sus discípulos, caminamos con Él, detrás de Él, siguiéndolo. Y experimentamos que, cuanto más unidos estamos a Él, cuanto más y mejor guardamos sus palabras y las ponemos en práctica, más alegría y esperanza hay en nuestro corazón, más crece en nosotros la capacidad de perdonar y de pedir perdón; experimentamos que Él nos va haciendo más sencillos, más dulces, más comprensivos, más fraternales. Y concluimos, con toda razón, que por Él y en Él, el Reino de Dios se va abriendo camino en nuestra vida.

Oración por un difunto



¡Oh Dios, tienes poder sobre la vida y la muerte, Dios de los espíritus y Dios de toda carne, Dios que das la muere y la vida, conduces a las puertas del infierno y nos retiras de ellas, creas en el hombre su espíritu, acoges las almas de los santos y les das el reposo; Tú cambias, transformas y transfiguras a tus criaturas de acuerdo con lo que es justo y útil: sólo Tú eres incorruptible, inmutable, eterno!

Te rogamos por el sueño y el reposo de este servidor (de esta sierva), recrea su alma y su espíritu en los lugares de tu pastoreo, en las moradas del reposo con Abraham, Isaac y Jacob y todos los santos; y el cuerpo resucítale el día por Ti fijado según las promesas formales y concédele en los santos pastos el lote que le convenga.

No te acuerdes de sus crímenes ni de sus pecados; haz su partida pacífica y bendita. Cura la tristeza de los sobrevivientes por medio de tu Espíritu consolador y concédenos a todos el final dichoso.

Por tu Hijo único, Jesucristo, por quien te sean dadas gloria y poder por los siglos de los siglos. Amén.

V Domingo de Cuaresma

15 de agosto 

3 de abril de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Mirad que realizo algo nuevo; daré de beber a mi pueblo (Is 43, 16-21)
  • El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres (Sal 125)
  • Por Cristo lo perdí todo, muriendo su misma muerte (Flp 3, 8-14)
  • El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra (Jn 8, 1-11)
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Al escuchar este santo evangelio podemos tener la impresión de que la ley de Moisés era excesivamente dura y exagerada al dictaminar que “si alguno comete adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera deben ser castigados con la muerte” (Lev 20,10). Sin embargo la ley de Moisés es la ley que Dios dio a Moisés, es decir, es la ley de Dios y lo que ella hace es expresar la verdad de las cosas. Y la verdad de las cosas es que el pecado es como un suicido del ser, porque el ser del hombre consiste en ser una mera relación a Dios y quien peca rompe esa relación que le constituye y, por lo tanto, se está suicidando, está negando el fundamento, el origen y la finalidad de su ser, y en consecuencia, se está autodestruyendo. Y esto es lo que san Pablo, con toda razón, afirma cuando dice que “el salario del pecado es la muerte” (Rm 6, 23).

Las extrañas profundidades del corazón

(El texto muestra las reflexiones de Yevguenia Nikoláyevna cuando está viviendo un encuentro amoroso con un brillante coronel del ejército soviético, Nóvikov, que es su nuevo amor, al que ella se entrega de corazón. Pero precisamente en lo más bello de esa entrega le viene a la mente la situación de su antiguo marido, Nikolái Grigorevich Krímov, del que ella se acaba de divorciar, un comunista convencido, de los de la primera hora, compañero de Lenin y de Trotski, que actualmente ejerce de comisario político en el ejército que está defendiendo Stalingrado. Y descubre en lo más profundo de sí misma la voluntad decidida de seguir amándolo, si cae en desgracia)

A Yevguenia le asaltó la imagen de la cabeza despeinada de Krímov. Dios, ¿era posible que se hubieran separado para siempre? Y precisamente en aquellos minutos de felicidad la idea de no volver a verle jamás le pareció insoportable.

Por un instante tuvo la impresión de que iba a reconciliar el tiempo presente, las palabras del hombre que ahora la besaba, con el tiempo pasado; que estaba a punto de comprender el curso secreto de su vida, que vería aquello que nunca le había sido dado ver: las profundidades de su propio corazón, allí donde se decide el destino.

Yevguenia hubiera querido hablarle de la piedad que sentía hacia Krímov, al que había abandonado; ahora él no tenía a nadie a quien escribir, ni casa a la que acudir, sólo le quedaba la melancolía, una melancolía sin esperanza, y la soledad. Increíble… Le parecía revivir su ruptura con Krímov. En el fondo siempre había creído que todo se arreglaría, que podría volver al pasado. Y aquello la tranquilizaba. Pero ahora que se sentía avasallada por una fuerza nueva, volvía la inquietud, el tormento. ¿De veras aquello era para siempre? ¿Es posible que fuera irreparable? Pobre, pobre Nikolái Grigorevich. ¿Qué había hecho para merecer tanto sufrimiento?

-¿Qué va a ser de nosotros? –preguntó.

-Te convertirás en Yevguenia Nikoláyevna Nóvikova –respondió él.

Ella se echó a reír, mirándole fijamente.

-Pero tú eres un extraño, un perfecto extraño para mí. ¿Quién eres en realidad?

-Eso no lo sé. Pero tú eres Nóvikovna, Yevguenia Nikoláyevna.

En ese momento Yevguenia dejó de contemplar su vida desde aquella atalaya. Le sirvió agua caliente en una taza y preguntó:

-¿Un poco más de pan?

Luego de repente añadió:

-Si le pasa algo a Krímov, si le mutilan o lo meten en la cárcel, volveré con él. Tenlo en cuenta.

-¿Por qué iban a meterlo en la cárcel? –preguntó él con aire sombrío.

-Nunca se sabe. Es un viejo miembro del Komitern, Trotsky le conocía y una vez, leyendo uno de sus artículos, exclamó: “¡Es puro mármol!”.

Por alguna razón quería que Nóvikov comprendiera que Krímov era un hombre inteligente y lleno de talento, que le tenía cariño, más aún, que le amaba. No es que quisiera ponerle celoso deliberadamente, pero estaba haciendo todo lo posible para despertar sus celos. Incluso le había contado a él, y sólo a él, lo que Krímov le había dicho a ella, y sólo a ella: las palabras de Trotsky. “Si esta historia hubiera llegado a oídos de cualquier otro, probablemente Krímov no hubiera sobrevivido al terror del 37”. Su sentimiento hacia Nóvikov le exigía una confianza plena y por ese motivo le confiaba el destino de un hombre al que había ofendido.

Nóvikov no pensaba ni en el futuro ni en el pasado. Era feliz. No le espantaba ni siquiera la idea de que en pocos minutos se separarían. Estaba sentado a su lado, la miraba… Yevguenia Nikoláyevna Nóvikova… Era feliz. Poco importaba que fuera joven, bella, inteligente. La amaba de verdad. Al principio no se atrevía a soñar en que se convertiría en su mujer. Luego lo soñó muchos años. Pero ahora, como antes, reaccionaba a sus sonrisas y palabras irónicas con temor y humildad. Sin embargo, se daba cuenta de que había nacido algo nuevo.

Se estaba preparando para partir y ella le seguía con la mirada.

-Ha llegado la hora de que te unas a tus valientes compañeros y para mí de lanzarme a las olas que rompen.

Mientras Nóvikov se despedía, comprendió que ella no era tan fuerte, que una mujer es siempre una mujer, aunque Dios la haya dotado de un espíritu lúcido y burlón.

-Quería decirte tantas cosas, pero no he dicho nada –decía ella.

Pero no era cierto. Durante el encuentro, había comenzado a perfilarse lo más importante, aquello que decide el destino de las personas. Él la amaba de verdad.


Autor: Vasili GROSSMAN

Título: Vida y destino

Editorial: Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2007, (pp. 416-419)



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IV Domingo de Cuaresma

15 de agosto 

 27 de marzo de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • El pueblo de Dios, tras entrar en la tierra prometida, celebra la Pascua (Jos 5, 9a. 10-12)
  • Gustad y ved qué bueno es el Señor (Sal 33)
  • Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo (2 Cor 5, 17-21)
  • Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido (Lc 15, 1-3. 11-32)
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La liturgia de este cuarto domingo de cuaresma nos habla de la necesidad de reconciliación que todos tenemos, que el mundo y la humanidad tienen, y de las condiciones para que esa reconciliación sea posible. El evangelio de hoy nos presenta el plan del Padre, el deseo de Dios: que todos vivamos juntos, con Él, en su casa, compartiéndolo todo: “hijo mío, todo lo mío es tuyo”, le dice el padre de la parábola a su hijo mayor. Pero ese designio divino se ve contestado por los dos hijos: el pequeño quiere vivir su vida lejos del padre, mientras que el mayor quiere comerse un cabrito “con sus amigos”, es decir, sin el padre cuya presencia, al parecer, le estropearía la fiesta. A los dos les estorba la presencia del padre y quieren vivir sin él; el pequeño se marcha físicamente de la casa del padre (¡cuántos se han ido en estos años de la Iglesia en España!), y el mayor no se marcha físicamente pero su corazón está lejos del corazón del padre, está tan lejos que, cuando regresa su hermano, no lo quiere reconocer como hermano (“ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres”), ni quiere compartir la alegría del padre. Lo cual nos muestra que no basta con “estar en la Iglesia” para estar con Dios.

Frases...

“La persona que no sea algo absurda resulta insoportable”


Gómez Dávila

III Domingo de Cuaresma

15 de agosto 

20 de marzo de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • “Yo soy” me envía a vosotros (Éx 3, 1-8a. 13-15)
  • El Señor es compasivo y misericordioso (Sal 102)
  • La vida del pueblo con Moisés en el desierto fue escrita para escarmiento nuestro (1 Cor 10, 1-6. 10-12)
  • Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera (Lc 13, 1-9)
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El evangelio de hoy nos habla el lenguaje de los periódicos y de los telediarios: la actualidad siempre trae noticias de accidentes y desgracias; también de crímenes. A Jesús le relatan uno de esos crímenes y él por su cuenta añade el relato de un accidente laboral en el que murieron dieciocho obreros.

Siempre que ocurren cosas de este tipo nosotros tendemos a preguntarnos el por qué y nos gustaría poder responder en términos estrictos de causa-efecto. Sin embargo Jesús no se interesa por el por qué, sino por el significado que esos acontecimientos tienen. Jesús no busca una explicación racional del tipo causa-efecto, sino que hace una lectura espiritual de esos acontecimientos convirtiéndolos en un signo de la llamada de Dios.

Belleza y bondad

Aquellos que están habitados por las cualidades que acabamos de mencionar  consiguen conservar su nobleza y dignidad en la adversidad. Sus figuras brillan con una extraña belleza que nos conmociona y nos confunde, irradian una luz que procede de la belleza del alma. Todos los santos, anónimos o conocidos, se cuentan entre los tipos más bellos de la humanidad. Se trata de una belleza conmovedora, consoladora, que no declina. Entre los más conocidos, limitándome al cristianismo, pienso en un Francisco de Asís, en un Vicente de Paúl, en un Carlos de Foucauld, en las tres Teresas, la gran Teresa, la pequeña Teresa y la madre Teresa. Entre ellos muchos tienen el rostro curtido surcado de arrugas causadas por el sol exterior y la llama interior, y, al mismo tiempo, de ellos emana una dulzura luminosa porque poseen un lazo íntimo con la transcendencia. Se sabe que la transcendencia en cuestión, a los ojos de estos santos, no es una entidad vaga e impersonal. Se trata del Dios vivo y único, fuente de lo verdadero, lo bueno y lo bello. Lo que estos santos adoran no es en modo alguno un estar delante de, sino un rostro, una presencia. Un rostro cuyo contorno no pueden identificar, ya que es muy cierto que dicho rostro contiene una gran parte de aura invisible. Presencia a la vez íntima y distante: íntima porque se encuentra en el fundamento de todos los seres; distante, porque es promesa en sí misma, exigencia en sí misma. Doble modo cuya necesidad comprenden todos los santos prendados de pasión mística, ya que saben que la proximidad excesiva a esta presencia divina los consumiría. No olvidan que los apóstoles se postraron en el momento de la Transfiguración de Cristo. Mientras tanto, permanecen arrodillados, dejándose inundar por la fuente de lo bueno y lo bello. Entonces se vislumbra a través de ellos una belleza que ya no es la del galán o del top-model; es una belleza, como hemos dicho, infinitamente más conmovedora y duradera, la belleza del alma que esparce sin contar los dones beneficiosos de la bondad. ¿Por qué todos los enamorados son bellos? El motivo nos parece evidente: al amar, ven sus capacidades para la bondad y la belleza exaltadas por la presencia del otro. Entonces, ¿por qué limitarnos únicamente a los enamorados? ¿Por qué no ampliar afirmando alto y claro: cualquier rostro humano, cuando está habitado por la bondad, es bello?



Autor: François CHENG

Título: Mirar y pensar la belleza

Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2020, (pp. 43-45)







II Domingo de Cuaresma

15 de agosto 

13 de marzo de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Dios inició un pacto fiel con Abrahán (Gén 15, 5-12. 17-18)
  • El Señor es mi luz y mi salvación (Sal 26)
  • Cristo nos configurará según su cuerpo glorioso (Flp 3, 17 - 4, 1)
  • Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió (Lc 9, 28b-36)
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Abraham le dijo al Señor: “¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos?” (Gn 15,2). Son las primeras palabras que Abraham dirige a Dios y en ellas le abre su corazón y le muestra su inquietud. Pues a Abraham la vida le ha ido muy bien, es un hombre rico, felizmente casado con Sara, pero no ha tenido hijos; y ésta es la herida interior que tiene, el dolor que le habita. Y Abraham abre su corazón a Dios y le muestra su dolor: “He aquí que no me has dado descendencia, y un criado de mi casa me va a heredar” (Gn 15,3). Y entonces el Señor le hace una promesa desorbitada, humanamente increíble: “Mira al cielo, cuenta las estrellas si puedes. Así será tu descendencia”. Es tan increíble que Abraham se atreve a pedirle a Dios un signo de que la promesa de la descendencia se cumplirá. Y Dios le da un signo.

La Iglesia, santa y pecadora

Catequesis parroquial nº 169
(Charla cuaresmal 3/3)

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 10 de marzo de 2022

La sabiduría de Dios

Catequesis parroquial nº 168
(Charla cuaresmal 2/3)

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 9 de marzo de 2022


El Dios de los abismos

Catequesis parroquial nº 167
(Charla cuaresmal 1/3)

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 8 de marzo de 2022


Nos acordamos de lo que vendrá


“Nos acordamos de lo que vendrá” es una expresión de los Padres de la Iglesia para recordarnos que es imposible vivir el cristianismo si no tenemos muy presente la segunda venida de Cristo, la parusía, su venida gloriosa al final de los tiempos. San Pablo enseña a los Tesalonicenses a “esperar del cielo a su Hijo Jesús, a quien resucitó de entre los muertos y el cual nos liberó de la ira venidera” (1Ts 1, 9ss). La fórmula primitiva “el Señor viene”, afirma la parusía como objeto de fe, tanto como de esperanza: creemos que eso ocurrirá y esperamos, deseamos, que ocurra.

Esta fe y esta esperanza se reflejan en una expresión, en lengua aramea, que los primeros cristianos introdujeron en la liturgia. “Maranatha”: “El Señor viene” o también, como súplica, “¡Señor ven!”. La encontramos al final del Apocalipsis: “Sí, vengo pronto. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22, 20). Nosotros la recordamos y la hacemos nuestra en cada eucaristía cuando, después de la consagración, decimos: “¡Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús”.

 I.- El acontecimiento que esperamos

“Y entonces verán venir al Hijo del hombre que viene entre las nubes con gran poder y gloria” (Mc 13, 26) (Mt 24, 30) (Lc 21, 27). Lo que esperamos es, pues, la segunda venida de Cristo, que no será como la primera acontecida en el silencio y la humildad, sino con la revelación patente de todo su poder y de toda su gloria.

Ese día será el día de la resurrección de los muertos, tal como anunció Jesús: “Llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su (la del Hijo del hombre) voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio” (Jn 5, 28-29).

Esta segunda venida comportará el juicio universal: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas ante él todas las naciones, y él separará los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos” (Mt 25, 31-32).

 San Pablo precisa que este juicio se hará “por medio del fuego”, que es, obviamente, un símbolo del Espíritu Santo: “La obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego. Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa” (1Co 3, 13-a4). La “obra de cada cual” es su propia vida terrena, y el “cimiento” es Cristo: quien haya construido su vida terrena sobre el cimiento que es Cristo, resistirá la prueba del fuego y recibirá la recompensa del Señor.

“El Día del Señor llegará como un ladrón; en aquel día, los cielos, con ruido ensordecedor, se desharán; los elementos, abrasados, se disolverán, y la tierra y cuanto ella encierra se consumirá (…) Pero esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia” (2P 3, 10. 13). Y en esos cielos nuevos y tierra nueva, “Dios será todo en todo” (1Co 15, 28).

II.- Lo que ocurrirá antes de ese día

San Pablo lo describe con claridad: “Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de perdición, el Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios (…)    La venida del Impío estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos, y todo tipo de maldades que seducirán a los que se han de condenar por no haber aceptado el amor de la verdad que les hubiera salvado” (2Ts 2, 4. 9-10).

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el ‘Misterio de iniquidad’ bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad” (675).

Como se ve, la clave de esta situación de iniquidad es el abandono y la traición a la verdad. Este abandono y esta traición se está produciendo en nuestro tiempo bajo la forma de “un interés exclusivo del hombre por las realidades temporales, que ya no es una elección legítima, sino apostasía y caída total de la fe” (Karl Rahner). Porque la verdad más profunda de este mundo es su provisionalidad, el hecho de que “la figura de este mundo pasa”, como afirma san Pablo (1Co 7, 31). Y lo que está ocurriendo es una concentración de todos los anhelos del corazón del hombre en la resolución e los problemas de este mundo, como si con ello pudiéramos alcanzar la felicidad que, en realidad, sólo la contemplación del rostro de Dios puede darnos: “Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti” (San Agustín).

 III.- Dos actitudes cristianas fundamentales

Las exigencias de la vida cristiana se fundamentan en la fe en la parusía, es decir, en la segunda venida de Cristo, en el hecho de que “el Señor volverá”. Y la fe en la parusía significa fundamentalmente dos cosas:

-que este mundo y la historia humana que se desarrolla en él tiene un carácter provisional y

 -que este tiempo de la historia humana es un tiempo de lucha contra las fuerzas del mal.

De ahí provienen las dos exigencias fundamentales para el cristiano: no idolatrar al mundo ni a nada de lo que hay en él y luchar el combate espiritual contra las fuerzas del mal.

 a) El combate contra los ídolos

El ídolo es cualquier realidad a la que el hombre le otorga el valor de realidad última, capaz de satisfacer los anhelos del corazón del hombre. Ídolo puede ser una persona, una idea, un proyecto, una propiedad, un objeto, si creo que puede saciar lo que mi corazón anhela, si creo que puede darme la felicidad. Pablo enumera distintas realidades de este mundo –el matrimonio, la propiedad- y distintas vivencias de esta vida –el llanto, la alegría, el disfrute- y proclama que creer que su presencia o su ausencia son determinantes para nuestra felicidad es un error, “porque la apariencia (la figura, la forma) de este mundo pasa” (1Co 7, 29-31), y lo que nosotros anhelamos de verdad es algo que tiene que vencer la temporalidad, que tiene que ser eterno: ninguna felicidad es tal si no es para siempre, si no es eterna.

 Quienes no son cristianos suelen tener como ídolos a las realidades que facilitan el triunfo en el mundo: el dinero, el poder, la atracción sexual, las redes sociales, las relaciones humanas, la fuerza militar etc. etc. Los cristianos podemos caer por supuesto en las mismas idolatrías que los demás, pero podemos caer también en la tentación de idolatrar cosas buenas, realidades temporales bendecidas por Dios, pero que no son Dios, como por ejemplo, la familia o el trabajo o la propiedad privada o una determinada imagen de nosotros mismos etc. etc.

El combate contra los ídolos comporta una llamada a desconfiar de toda fascinación, de toda admiración excesiva, porque puede ser el inicio de una idolatría. De ahí la necesidad de evitar las “beaterías”. ¿Qué son las beaterías? Las beaterías se dan cuando algo que no es esencial ni fundamental se toma y se vive como si lo fuera. Las beaterías son el inicio de una idolatría, porque son la absolutización de algo que no es absoluto, porque consideran imprescindible para la vida cristiana algo que no lo es.

Es perfectamente legítimo y lícito que un cristiano tenga sus preferencias dentro de las múltiples posibilidades que ofrece la Iglesia para muchos temas; pero lo que nunca es lícito es considerar que quien no tenga esa misma preferencia es un cristiano de segunda categoría o no es un buen cristiano. San Agustín acuñó una frase que no debemos nunca olvidar: “En las cosas necesarias, unidad; en las cosas discutibles, libertad; y siempre y en todo, caridad”. Las idolatrías nacen cuando se considera necesario e imprescindible lo que no lo es.

 b) La lucha contra las fuerzas del mal

El combate espiritual es fundamentalmente un combate por la Verdad y por ello hay que combatirlo “ceñida vuestra cintura con la verdad” (Ef 6,14), es un combate en el que “deshacemos sofismas y toda altanería que se subleva contra el conocimiento de Dios y reducimos a cautiverio todo entendimiento para obediencia de Cristo” (2Co 10,4-5). Cristo es la Verdad y por ello, para someter a la obediencia de Cristo “todo entendimiento”, hay que “deshacer sofismas”, es decir, falsos razonamientos que nos pretenden convencer de que la verdad está en cualquier otro lugar que no sea Cristo. De aquí deriva la importancia del estudio para los cristianos. “Lo primero que ocurre cuando uno empieza a alejarse de Dios, es el fastidio por el estudio”, afirmaba Abelardo. San Francisco de Sales inculcaba siempre a sus sacerdotes la necesidad del estudio, al que llamaba “el octavo sacramento”.

El estudio debe ser una dimensión constante de nuestra vida. No debe tener como finalidad el hacer de nosotros unos “intelectuales” que “están al día” de todas las corrientes teológicas, filosóficas, sociales, políticas etc. que surgen. Eso tal vez deba ser tarea de quienes son profesores en un determinado nivel de enseñanza. Nosotros no estudiamos para poder debatir en cualquier tertulia y hacer ver que “estamos al día”, sino para saber discernir los “Espíritus del mal que están en el aire” (Ef 6,12), es decir, los elementos de nuestra cultura -pues el “aire” del hombre es la cultura- y ver cuáles son favorables y cuáles son contrarios a Cristo.      

*         *

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Oremos con palabras de los cristianos del siglo II:

 

Tú, Señor omnipotente
creaste todas las cosas por causa de tu Nombre
y diste a los hombres
comida y bebida para su disfrute.
Pero a nosotros nos has dado
una comida y bebida espiritual
para la vida eterna.

Ante todo te damos gracias
porque eres poderoso.
A Ti sea la gloria por los siglos.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia,
líbrala de todo mal,
hazla perfecta en tu amor,
y reúnela de los cuatro vientos,
santificada en el reino que Tú has preparado.
Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.

¡Maranatha!
¡Que venga le Señor!
¡Que pase este mundo!
¡Hosanna al Dios de David!
¡Ven Señor Jesús!

Charlas cuaresmales


18:15 h

Vísperas

18:30 h

Charla

19:30 h

Exposición del Smo. Sacramento

20:00 h

Eucaristía


Martes 8 de marzo de 2022
"El Dios de los abismos"

Miércoles 9 de marzo de 2022
"La sabiduría de Dios"

Jueves 10 de marzo de 2022
"Meditación sobre la Iglesia"

I Domingo de Cuaresma

15 de agosto 

6 de marzo de 2022

(Ciclo C - Año par)





  • Profesión de fe del pueblo elegido (Dt 26, 4-10)
  • Quédate conmigo, Señor, en la tribulación (Sal 90)
  • Profesión de fe del que cree en Cristo (Rom 10, 8-13)
  • El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado (Lc 4, 1-13)
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“El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo”. Estas palabras del evangelio de hoy nos describen la situación en la que vive siempre el cristiano: impulsado por el Espíritu Santo hacia el desierto, es decir, hacia la dificultad, es, al mismo tiempo, tentado por el diablo. El Espíritu Santo nos anima a entrar en el desierto, es decir, a afrontar la dificultad de una vida centrada en Dios (el desierto es, en efecto, el lugar donde el hombre se siente perdido y abandonado y descubre que sólo tiene a Dios); y el diablo aprovecha esta dificultad para tentarnos. Nosotros fácilmente sucumbimos a la tentación; sin embargo Cristo supo mantener la justa relación con Dios en medio de la tentación. Contemplemos a Cristo siendo tentado, para aprender de él la manera de no sucumbir a la tentación.

Invocación al Espíritu Santo

Amor emanado del Poder divino,
santo intercambio entre el Padre todopoderoso
y su Hijo bendito,
todopoderoso Espíritu Paráclito,
dulce consolador de los afligidos,
penetrad con fuerza hasta el interior de mi corazón.

Habitad los rincones tenebrosos
de esta casa abandonada
e iluminadla con vuestra luz resplandeciente.
Que la abundancia de vuestro rocío
fecunde sus lugares yermos,
secos y marchitos.

Herid con vuestro amor
hasta los pliegues más secretos del hombre interior;
penetrad este corazón paralizado por las pasiones,
inflamándolo con vuestras llamas saludables.

Que la luz de vuestro santo ardor
brille sobre todo mi cuerpo
sobre mi espíritu.

Amén.



(Atribuida a san Agustín +430)