Viernes de la IV Semana de Cuaresma

27 de marzo de 2020
(Ciclo A - Año par)






  • Lo condenaremos a muerte ignominiosa (Sab 2, 1a. 12-22)
  • El Señor está cerca de los atribulados (Sal 33)
  • Intentaban agarrarlo, pero todavía no había llegado su hora (Jn 7, 1-2. 25-30)
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El justo y los impíos (Sb 2, 1ª. 12-22)

El justo, es decir, el creyente, el hombre que intenta vivir según Dios, según indica su santa Ley, posee por ello mismo un “sello” (cf. 2Co 1, 22) que lo hace distinto a los demás. Y los impíos, es decir, aquellos que prescinden de la ley de Dios y que viven como si Dios no existiera, no pueden soportar la diferencia que el sello de la gracia le da al creyente. Esa diferencia les da grima y quieren demostrar, haciéndole la vida difícil y dura, que el creyente es un hombre como todos los demás y que su fe y su justicia son sólo una apariencia. Creen que Dios –que según ellos no existe- debería ser una garantía de éxito mundano, ignorando que Cristo no nos ha prometido el triunfo en esta vida, en la historia, sino un lugar en su reino.

El enviado del Verdadero (Jn 7, 1-2. 10. 25-30)

Jesús se reivindica a sí mismo como enviado. Él no pretende estar haciendo una obra suya, estar realizando una iniciativa propia, sino la obra y la iniciativa de otro, al que él llama el Verdadero. “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37) dirá el Señor a Pilatos el viernes santo. Dios es la Verdad y Cristo, que dijo de sí mismo “yo soy la Verdad” (Jn 14, 6), ha venido a este mundo para manifestarla en toda su hondura y en todo su esplendor: “para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo” (2Co 4, 6).

Emergencia sanitaria: Virus biológico y virus espiritual

Con el virus biológico que nos aflige se puede infiltrar otro virus de naturaleza espiritual: el de la desconfianza hacia el prójimo y el juicio duro y contundente contra él. Pues parece que el otro sea, ante todo, un peligro, en vez de ser ante todo una gracia, un don, una posibilidad de comunión. En estos días en que apenas encontramos otras personas y, cuando esto ocurre, nuestra principal preocupación es guardar la distancia de seguridad en relación a ellas, que la cautela sanitaria no conlleve negatividad hacia el otro. Porque no hemos sido creados para la separación sino para el encuentro, y la distancia de ahora es una propedéutica necesaria para el abrazo posterior.