Miércoles de la III Semana de Cuaresma

18 de marzo de 2020
(Ciclo A - Año par)







Silencio y memoria (Dt 4, 1. 5-9)

Para la mayoría de los hombres vivir es dejarse llevar por la espontaneidad de su naturaleza, siguiendo los impulsos que “el río de la vida suscita en nosotros". Para los cristianos, en cambio, la vida empieza con el silencio. El silencio necesario para escuchar una palabra que no nace de nosotros sino que viene de fuera, que viene de Otro, que viene de Dios. Acoger en silencio esa palabra y obedecerla es para nosotros la condición indispensable para recibir el don de Dios, que es vida eterna. Y no olvidar. Mantener la memoria de que cada vez que hemos obedecido esa palabra hemos florecido y dado fruto, mientras que, cuando la hemos ignorado, la esterilidad ha corroído nuestra vida.

El sol y las estrellas (Mt 5, 17-19)

Cuando sale el sol nadie se acuerda de las estrellas que, humildes, han tachonado la noche, humanizándola, haciéndola más habitable, sugiriendo que Alguien se acuerda de nosotros y nos acompaña, incluso en la oscuridad de la noche. El sol que nace de lo alto y que nos ha visitado (Lc 1, 78) es Cristo, y en su radiante presencia alguien podría minusvalorar las estrellas que le han precedido, la luz de la Torah, de la Ley de Dios dada a Israel por medio de Moisés, y la ley natural inscrita en el corazón de todos los hombres. Ambas son como estrellas en la noche que antecede a la llegada del Mesías. Y el Mesías no las desprecia: Él valora esas estrellas, y ama a aquellos que las respetan y las aman. Aunque, obviamente, Él es la plenitud de todas ellas. Muchos hombres desconocen el sol y viven todavía en la humilde luz de las estrellas. Que el conocimiento que nosotros hemos recibido de manera gratuita –por pura gracia- del sol, no nos haga despreciar la humilde luz de las estrellas.

Emergencia sanitaria: El papel en el ascensor

Al entrar en el ascensor para subir a mi casa, encuentro un papel pegado a la pared en el que se lee: “Si cualquier persona de este edificio necesita salir de compras y por su edad, condición o cualquier otra circunstancia no puede, no se atreve o prefiere evitar males mayores, puede dirigirse al piso 5º D, sin compromisos, intentaremos ayudar. Un saludo”. En un inmueble donde viven bastantes personas mayores que están solas, es muy de agradecer este gesto: saber que seré bien recibido en el 5º D, - y en otros dos pisos que ya se han añadido a este ofrecimiento- es evitar anticipadamente que alguien pueda vivir la angustia de no saber a quién recurrir. Las situaciones límites tienen esta virtualidad: sacan de nosotros lo peor o lo mejor. En este caso ha sido lo mejor. Gracias vecinos.