Viernes de la III Semana de Cuaresma

20 de marzo de 2020
(Ciclo A - Año par)






  • No llamaremos ya "nuestro Dios" a la obra de nuestras manos (Os 14, 2-10)
  • Yo soy el Señor, Dios tuyo; escucha mi voz (Sal 80)
  • El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y lo amarás (Mc 12, 28b-34)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

“Pagaremos con nuestra confesión” (Os 14, 2-10)

Reconocer la verdad es una condición indispensable para “pagar” por nuestros pecados. Y la verdad es que hemos confiado más en nuestras estrategias humanas (“Asiria”, “montar a caballo”) que en la acción de Dios; que de algún modo hemos adorado a lo que es obra de nuestras manos (el progreso, la ciencia, la técnica) en vez de poner nuestra esperanza en Dios. La verdad es que en el corazón de Dios hay compasión hacia el huérfano, es decir, hacia todo aquel que no tiene un valedor humano, porque de ese modo muestra Dios su gloria, su transcendencia, el hecho de que Él no es un elemento más de este mundo, sino “el más allá de todo” (S. Gregorio Nacianceno). Él es el origen, la fuente y el término de todo ser y, cuando damos fruto, ese fruto procede de Él: “de mí procede tu fruto”.

“No estás lejos del reino de Dios” (Mc 12, 28b-34)

¿Por qué dice el Señor al escriba que no está lejos del reino de Dios? Porque el escriba reconoce y afirma una diferencia cualitativa entre el amor a Dios y el amor al prójimo. Porque otorga al amor de Dios una intensidad (“con todo el corazón, con todo el entendimiento, con todo el ser”) que sólo a Dios corresponde. Sólo Dios puede y debe ser amado así. Amar así a un hombre sería idolatrarlo, porque ningún hombre es amor, aunque tenga mucho amor. A los hombres hay que amarlos “como a uno mismo”, es decir, con la conciencia de la propia inadecuación al Amor, pero con la voluntad de que esa inadecuación vaya disminuyendo.

Emergencia Sanitaria: Danos hoy nuestro pan de cada día

El Señor nos ha recomendado pedir a Dios el pan de cada día, no el pan para toda la semana, o para todo el mes, o para todo el año. “Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis (…) Mirad las aves del cielo, no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?” (Mt 6, 25-26). En medio de las compras desaforadas en los supermercados de alimentación, los cristianos podemos dar un testimonio de serenidad y de moderación, de confianza en Dios. Creemos que Dios existe, y que actúa: Él es un Padre amoroso lleno de solicitud y ternura hacia cada uno de nosotros. “Confiadle todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros” (1P 5, 7).