Lunes de la IV Semana de Pascua

4 de mayo de 2020
(Ciclo A - Año par)






  • Así pues, también a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida (Hch 11, 1-18)
  • Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo (Sal 41)
  • El buen pastor da su vida por las ovejas (Jn 10, 11-18)
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Ensanchar el corazón (He 11, 1-8)

“Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos –oráculo del Señor-. Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajarán mis caminos a los vuestros y mis  pensamientos a los vuestros” (Is 55 8-9). Pedro nos muestra como es un verdadero creyente: un hombre que deja que Dios le cambie sus ideas, su manera de pensar la obra salvadora de Dios, un hombre dispuesto a cambiar de mentalidad, a entrar por los caminos del Señor que siempre son paradójicos y desconcertantes para nosotros. Nuestro corazón, en efecto, es demasiado raquítico, demasiado estrecho para recorrer los caminos de Dios. Hemos de suplicar la gracia de una dilatación de nuestro corazón para poder ser, en verdad, amigos y colaboradores de Dios. “Correré por el camino de tus mandatos, cuando me ensanches el corazón” (Sal 118, 32).

Sacerdotes que sean padres, no profesionales (Jn 10, 11-18)

Hasta cuatro veces nombra el Señor al Padre en este breve evangelio. Y es que Cristo es la manifestación visible de la paternidad de Dios y por eso su manera de apacentar a sus ovejas consiste en dar la vida por ellas, que es lo que hace un  padre con sus hijos. Un asalariado, en cambio, es un “profesional” que se limita a cumplir los términos de un contrato, sin ir más allá, sin cometer ningún exceso.  El exceso de Cristo es la Cruz con la que Dios ha dado vida al mundo y “vida en abundancia” (Jn 10, 10). Antiguamente se celebraba en este domingo del Buen Pastor el “día del párroco”. Oremos para que los párrocos –y todos los sacerdotes- seamos padres que hacen visible la paternidad de Dios y no profesionales de la religión.

Emergencia sanitaria: Salir bien del coronavirus

No es correcto afirmar que todo lo que nos sucede nos lo manda Dios; pero sí es necesario, en cambio, afirmar que, a través de todo lo que nos sucede, nos habla Dios, pidiéndonos siempre lo mismo: nuestra conversión, que es la condición ineludible para que el Señor nos pueda dar vida y vida en abundancia, como Él quiere. “Pero los demás hombres, los no exterminados por estas plagas, no se convirtieron de las obras  de sus manos; no dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que no pueden ver ni oír ni caminar. No se convirtieron de sus asesinatos ni de sus hechicerías ni de sus fornicaciones ni de sus rapiñas” (Ap 9, 20-21). Salir bien de la pandemia del coronavirus es salir convertidos, cambiados. Señor: que veamos lo que Tú quieres que veamos, que comprendamos lo que Tú quieres que comprendamos, que cambiemos  lo que Tú quieres que cambiemos.