"Abismo que llama al abismo" (Sal 41,8)


Me apercibo, Señor, que la tierra de mi espíritu está aún inconsistente y vacía, y que las tinieblas recubren la superficie del abismo. Es inconsistente porque navega en una mísera inquietud causada por la vanidad de sus bagatelas y de sus imaginaciones; está vacía de frutos de buenas obras, o como dice otra versión de la Escritura, es invisible e informe. Está en efecto en la confusión como en una especie de caos horroroso y oscuro, ignorando su fin, su origen y el modo de su naturaleza… Es seguramente informe, ya que no conserva la belleza de las virtudes y la forma de la imagen divina de quien había recibido la semejanza. Así está exiliada en el abismo de su ceguera, y su rostro está oscurecido por las tinieblas de sus ilusiones. 

Así es mi alma, Dios mío, así es mi alma: una tierra desierta y vacía, invisible e informe, y las tinieblas están sobre la superficie del abismo. Sin embargo, “el abismo hace sentir su voz” (Ha 3, 10), y el abismo inferior y oscuro llama al abismo superior: tú, que sobrepasas toda inteligencia. El abismo de mi espíritu te invoca, Señor, para que tú formes también a partir de mí un nuevo cielo y una nueva tierra.

Guigo II (+1193)