Domingo de Ramos

15 de agosto 

2 de abril de 2023

(Ciclo A - Año impar)






Procesión:
Misa:
  • No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado (Is 50, 4-7)
  • Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Sal 21)
  • Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo (Flp 2, 6-11)
  • Pasión de nuestro Señor Jesucristo (Mt 26, 14 - 27, 66)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

Cuando el santo rey David pecó, haciendo el censo de Israel, el Señor, mediante el profeta Gad, le dio a elegir entre tres castigos para que hiciera penitencia. Y David dijo esta frase: “Mejor es caer en manos de Dios que en manos de los hombres”. En la pasión Nuestro Señor Jesucristo cayó “en manos de los hombres” y recibió como lote la traición (Judas), la huida de los suyos (amigos, apóstoles), la negación de Pedro, la acusación de blasfemo que le hizo el Sanedrín, la flagelación, la coronación de espinas, las burlas de los soldados, los escupitajos, las bofetadas y la provocación cínica de algunos miembros del Sanedrín cuando estaba en la cruz (“Si eres Hijo de Dios…”, “Si eres el Rey de Israel…”). Incluso después de muerto lo trataron como un impostor y pusieron vigilancia en su sepulcro.

Y sin embargo Jesús vivió todo eso en las manos de Dios Padre. En Getsemaní oró diciendo: “Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no como yo quiero sino como quieras tú”. “Este cáliz” se refiere de manera inmediata a los sufrimientos de la pasión. Pero también se refiere a la triste posibilidad de que ese sufrimiento sea del todo estéril, porque el hombre, con su libertad, rechace la oferta de gracia que Dios le va a dar por la muerte de Cristo. Esa posibilidad aparece encarnada, a los ojos del Señor, por la figura de Judas y su traición. En Getsemaní el Señor tomó la sublime decisión de amar siempre, de amar incluso cuando el Amor es rechazado. Así se testimonia la gloria de Dios, que es Amor. Una decisión tan sublime sólo es posible porque Jesús está viviendo todo eso en las manos del Padre del cielo.

En la cruz el Señor dirá: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Son las primeras palabras del salmo 21. Con ellas el Señor nos está diciendo dos cosas. Por un lado que se siente abandonado por Dios. Por otro lado que sabe que Dios está ahí, amándole, sosteniéndole en ese mismo abandono, y por eso le habla, se dirige a Él con las palabras del salmo. El salmo 21 termina alabando al Señor y expresando su confianza en Él: “me hará vivir para Él”, dice el versículo 30.

También nosotros, queridos hermanos, cuando cae la cruz sobre nuestros hombros, sentimos que estamos solos, tenemos la sensación de que Dios nos ha abandonado, pero sabemos por la fe que Él está ahí sosteniéndonos en ese mismo momento de dureza y de debilidad. Que tomemos siempre la misma decisión de Jesús: fiarnos de Dios hasta el fondo, para que Él sea glorificado.