La ciencia moderna contra el mundo natural

(Václav Havel (1936-2011) fue el último presidente de Checoslovaquia y el primer presidente de la República Checa. Escritor y dramaturgo, fue encarcelado varias veces por su defensa de los derechos humanos. Las reflexiones que siguen fueron elaboradas por el autor con motivo de su nombramiento como doctor “honoris causa” por la Universidad de Toulouse Le Mirail en 1984)

¿Qué hay de común entre el mundo del hombre medieval y el de un niño? En mi opinión, algo esencial: uno y otro están más fuertemente enraizados que la mayor parte de los hombres modernos en lo que los filósofos llaman “mundo natural”, o “mundo de la vida”. No están todavía desprendidos del mundo, de una experiencia personal y real, de un mundo que tiene una mañana y una tarde, un “abajo” (la tierra) y un “arriba” (el cielo), donde el sol sale todos los días por el Oriente, atraviesa el cielo y se pone por el Occidente, y donde los conceptos de casa y de extranjero, de bien y de mal, de bello y de feo, de proximidad y lejanía, de deber y de derecho, significan algo muy preciso y vivo.

Por su misma esencia, el mundo natural contiene el postulado del absoluto que lo funda y delimita que lo espiritualiza y dirige, postulado sin el cual sería impensable, absurdo y superfluo y que no podemos más que respetar en silencio; toda tentación de despreciarlo, toda tentativa para someterlo, incluso para reemplazarlo por otra cosa, está comprendida en los límites de ese mundo como una manifestación de orgullo que el hombre debe siempre expiar duramente, como en caso de Don Juan o de Fausto.

La época actual se ha propuesto franquear las fronteras del mundo natural y sus normas, rebajando este mundo al rango de un asunto puramente privado, el asunto de las opiniones subjetivas de cada cual, de los sentimientos, ilusiones, prejuicios y caprichos privados del “simple” individuo. Nuestra época niega la significación apremiante de la experiencia personal –incluida la del misterio y la de lo absoluto- para sustituir el absoluto personalmente experimentado como medida del mundo, por un absoluto nuevo, creado por los hombres y que no tiene ya nada de misterioso, un absoluto liberado de los “caprichos” de la subjetividad: se trata del absoluto impersonal e inhumano de la supuesta “objetividad” del conocimiento racional objetivo, del proyecto científico sobre el mundo; se trata de la ciencia.

La ciencia moderna, al edificar su imagen general válida para todos, abre una brecha en las fronteras del mundo natural. Este mundo natural es comprendido por la ciencia moderna como una simple prisión hecha de prejuicios de los que hay que liberarse para llegar a la luz de una verdad controlada de modo objetivo; como una deplorable herencia de nuestros antepasados, de un fantasma de su infantil inmadurez. Así la ciencia moderna mata a Dios y se instala ella misma sobre su trono vacante, a fin de que en adelante sea ella la que decida el orden del ser, la única legítima poseedora de todas las verdades.

La solución para la crisis espiritual en que nos encontramos pasa por retomar nuestros criterios del mundo natural, sin preocuparnos de las burlas a las que nos expongamos, y por reivindicar de nuevo para ese mundo el significado decisivo que se le deniega; por respetar con la humildad de los sabios sus fronteras y el misterio que se sitúa más allá de su horizonte; pasa por confiar en la voz de nuestra conciencia más que en todas las especulaciones abstractas y por no inventar otra responsabilidad fuera de aquella a la que esta voz nos llama; por no avergonzarnos de ser capaces de amor, de amistad, de solidaridad, de compasión y de tolerancia; por dejarnos guiar por nuestra propia razón y servir en todo momento a la verdad como experiencia esencial.



Autor: Václav HAVEL
Título: Sobre la política y el odio
Ediciones Rialp, Madrid, 2021, (pp. 42-47; 72-76)