Dame las riquezas de tu gloria


¡Oh Dios! Esplendor de los santos, esperanza de los viadores, luz de la patria, faro de nuestro caminar, postrado en tu santa presencia, yo te invoco.

Te invoco a ti. Te llamo a mí y en mí. Ven a mí, habita en mí. Te deseo, te quiero, te necesito, tengo hambre y sed de ti (Sal 62, 2). Eres la luz de mis ojos, el calor de mi corazón; la ayuda de mi fuerza, el alimento de mi vida. Te invoco, ¡oh único necesario de mi camino! Tengo necesidad de ti, de tu luz para ver, de tu amor para amar, de tu fuerza para obrar…

Que tu Espíritu Santo derrame en mi corazón su caridad. No quiero recibir el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de ti, para conocer los dones que nos haces.

¡Oh Padre! Dame las riquezas de tu gloria, la fortaleza de tu Espíritu para vigorizar en mí al hombre interior. Concédeme el poseer en mi corazón la inhabitación de Cristo. Dame la raíz y el fundamento de la caridad, para que pueda comprender con todos los santos, cuál es su altura, anchura y profundidad, que pueda entender la ciencia de las ciencias: la caridad de Cristo, llenándome de toda la plenitud de Dios (Ef 3, 16).

Francisco de Sales Pollien
(1853-1936)