Correr con esperanza

Quienes corren con esperanza no se preocupan de ir mirando los tropiezos del camino, es más, ni siquiera se preocupan de indagar sobre tales tropiezos. Pero cuando salen del mar, entonces ven esos tropiezos y glorifican a Dios, porque han sido liberados de todas aquellas tempestades y de muchos escollos que ni siquiera conocían, pues no se preocupaban de prestar atención a tales cosas.

Quienes, por el contrario, atormentan sin cesar sus entendimientos y quieren ser muy sabios, quienes dedican su alma a dar vueltas en torno a tales pensamientos y temores; quienes hacen muchos preparativos, miran y reflexionan sobre las causas de tales tropiezos y de los pensamientos disolutos; esos, en su mayor parte, se encontrarán siempre a la puerta de su casa. Pues de hecho, el perezoso, cuando se le pide que vaya, dice: “Hay un león en el sendero y un asesino por los caminos” (Prov 22,13). O es como aquellos que dicen: “Allí hemos visto gentes valerosas y a sus ojos somos pequeños como langostas” (Nm 13,33); o aún más: “Sus ciudades son fuertes y sus fortificaciones se elevan hasta el cielo” (Dt 1,28). Éstos, en el momento de su muerte, seguirán estando en el comienzo de su camino. ¡Ellos son siempre los más sabios, pero nunca empiezan a caminar!

Isaac de Nínive – Siglo VII