El fin del mundo

Nuestra fe-esperanza sabe que un día “las potencias del cielo serán sacudidas” (Lc 21, 26), es decir, que el estado actual del cosmos sufrirá una metamorfosis imprevisible, por la irrupción de un Gesto divino, de una Energía transcendente, que ya ha actuado en la Resurrección de Jesucristo, pero que no se encuentra encerrada de forma latente, en los elementos que constituyen el universo.

El quebrantamiento de las potencias celestes no dará miedo al creyente, porque el creyente no verá en ello el desencadenarse incontrolado de una naturaleza ciega, sino una nueva reestructuración en la incorruptibilidad del universo y el signo de la realización del “designio amoroso”, sí, amoroso, que el Padre del cielo “había proyectado realizar por Cristo, en la plenitud de los tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra” (Ef 1, 9-10).

De este modo el cristiano lleva en sí mismo la certeza de que este mundo terminará, pero no la lleva como una constatación desengañada o atemorizada, como la que puede tener un científico, sino como una esperanza, es decir, como una promesa que no fallará y que es como un latigazo dirigido a este mismo mundo que va a ser transformado.

Albert-Marie Besnard

Fallecido en 1978, este dominico dirigió, en 1968, la revista La Vie spirituelle. 
Fue un teólogo y predicador que escribió numerosas obras de espiritualidad.