Pentecostés



Una luz alegre, deslumbrante,
un fuego que brota del poder de Dios,
es derramado sobre los discípulos de Cristo;
los corazones están repletos,
las lenguas son enriquecidas
y todo invita a un concierto de alabanzas.

¡Soberano consolador,
ven a nosotros todavía ahora!
Fecunda nuestras lenguas,
tranquiliza nuestros corazones.
Sin tu gracia no hay alegría, ni salvación,
ni paz, ni plenitud, ni sonrisa de amor.

Tú eres la luz y el perfume,
el origen del amor divino
que confiere al agua bautismal
su fuerza y su poder misterioso.
Tú has hecho de nosotros una nueva creación,
la de los hijos de la gracia divina.

Tú que das y que al mismo tiempo eres Don,
tú que derramas sobre nosotros todo bien,
capacita nuestros corazones para tu alabanza
y nuestros labios para proclamar tus maravillas.
Autor de toda inocencia,
renuévanos en Cristo,
y concédenos saborear
la plenitud de la alegría.

(Adán de San Víctor +1177)