Vivir cristianamente la enfermedad

Señor, tú me habías dado la salud para servirte
y yo he hecho un uso inadecuado de ella.
Tú me envías ahora la enfermedad para corregirme:
no permitas que yo la use para irritarte
por mi impaciencia.
Toca mi corazón mediante el arrepentimiento de mis pecados
y haz que los males del cuerpo sirvan de remedio
a los del alma.
Concédeme la gracia, Señor, de unir tus consuelos
a mis sufrimientos para que yo sufra como cristiano.
No te pido dejar de sentir mis dolores
sino no ser abandonado a los dolores
de la naturaleza sin los consuelos de tu Espíritu.

Haz, Señor, que tal como yo estoy
me conforme a tu voluntad;
y que estando enfermo
te glorifique en mis sufrimientos.
Pues sin ellos no puedo llegar a la gloria;
pues tú mismo, Señor, no has querido llegar a ella
sino a través de ellos.
Y ha sido por las huellas de tus sufrimientos
como tus discípulos te han reconocido;
y es también por sus sufrimientos
como tú reconoces a los que son tuyos.

Reconóceme, pues, como discípulo tuyo en los males
que estoy soportando en mi cuerpo y en mi espíritu.
Y como nada es agradable a Dios
si no le es ofrecido por ti, Señor Jesús,
une mi voluntad a la tuya
y mis dolores a los que tú has sufrido.

Haz que los míos se vuelvan tuyos.
Úneme a ti,
lléname de ti y de tu Espíritu Santo.
Entra en mi corazón y en mi alma
para llevar mis sufrimientos y para
para continuar soportando en mí lo que queda por sufrir
de tu Pasión que tú continuas en tus miembros
hasta la consumación perfecta de tu Cuerpo;
para que, estando lleno de ti,
no sea yo quien viva y sufra,
sino tú
que vives y sufres en mí, ¡Salvador mío!,
y que así, llevando una pequeña parte de tus sufrimientos,
tú me llenes por completo
de la gloria que por ellos te has adquirido,
y en la que
tú vives con el Padre y el Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.



(Blas Pascal 1623-1662)