Esperanza, apoyo y consolación











Oh santa y soberana Madre de Dios,
luz de mi alma en las tinieblas;
tú eres mi esperanza, mi apoyo, mi consolación,
mi refugio y mi felicidad.
 Tú que has alumbrado a la verdadera luz de la inmortalidad,
¡concédeme la vida, ya que el pecado me hace morir!
Madre del Dios misericordioso,
ten piedad de mí
y pon el arrepentimiento en el corazón,
la humildad en mis pensamientos
Y la sabiduría en mis razonamientos.
Hazme digno hasta el último aliento
de ser santificado por estos misterios,
por la curación de mi cuerpo y de mi alma.
Concédeme las lágrimas de la penitencia,
para que yo te cante y te glorifique
todos los días de mi vida, puesto que tú eres bendita
por los siglos de los siglos.

Amén.

(San Simeón Metafrasto – siglo X)