Petición de silencio

Tómame, Señor,
en la riqueza divina de tu Silencio,
plenitud capaz de colmar por completo mi alma.

Haz callar en mí todo lo que no eres Tú,
lo que no es tu Presencia
completamente pura,
totalmente solitaria,
enteramente apacible.

Impón silencio a mis deseos,
a mis caprichos,
a mis sueños de evasión,
a la violencia de mis pasiones.

Acalla con tu Silencio,
la voz de mis reivindicaciones
y de mis quejas.

Impregna de tu Silencio
mi naturaleza demasiado impaciente para hablar,
demasiado llevada a la acción exterior y ruidosa.

Impón incluso silencio a mi oración,
para que sea un impulso hacia Ti.

Haz descender tu Silencio
hasta el fondo de mi ser
y haz remontar ese silencio hacia Ti
en homenaje de Amor.


José Fernández Moratiel

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

17 de noviembre de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Entonces se salvará tu pueblo (Dan 12, 1-3)
  • Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti (Sal 15)
  • Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados. (Heb 10, 11-14. 18)
  • Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos (Mc 13, 24-32)
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En el evangelio de hoy encontramos, queridos hermanos, tres afirmaciones a propósito del final de la historia humana y tres recomendaciones sobre la manera de vivir el tiempo presente.

La primera afirmación sobre el fin del mundo es que el mundo, efectivamente, tendrá un final. Todo esto significa que el mundo, en su condición actual, no es la última obra de Dios, puesto que Dios no ha agotado su poder creador con la creación de este mundo en el que estamos, sino que Él llevará más allá el mundo actual, mediante una nueva creación, tal como leemos en el Apocalipsis: “Mira que hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5); y también: “Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva -porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron” (Ap 21,1). La creación la hizo Dios por su Palabra y por eso recuerda Jesús que “el cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán”. Y sus palabras tienen poder para crear un mundo nuevo.

El futuro de los libros

Hace tiempo que los catastrofistas nos lo advierten con los peores augurios: los libros son una especie en peligro de extinción y en algún momento del futuro próximo desaparecerán devorados por la competencia de otras formas más perezosas de ocio y la expansión caníbal de internet.

Este pronóstico concuerda con nuestras sensaciones como habitantes del tercer milenio. Todo avanza cada día más rápido. Las últimas tecnologías ya están arrinconando a las triunfadoras novedades de anteayer. Los plazos de la obsolescencia se acortan cada vez más. El armario debe renovarse con las tendencias de la temporada, el móvil más reciente sustituye al antiguo; nuestros equipos nos piden constantemente actualizar programas y aplicaciones. Las cosas engullen a las cosas precedentes. Si no permanecemos alerta, tensos y al acecho, el mundo nos tomará la delantera.

Los mass media y las redes sociales, con su vértigo instantáneo, alimentan estas percepciones. Nos empujan a admirar todas las innovaciones que llegan corriendo como surfistas en la cresta de la ola, sostenidas por la velocidad. Pero los historiadores y antropólogos nos recuerdan que, en las aguas profundas, los cambios son lentos. Víctor Lapuente Giné ha escrito que la sociedad contemporánea padece un claro sesgo futurista. Cuando comparamos algo viejo y algo nuevo –como un libro y una tableta, o una monja sentada junto a un adolescente que chatea en el metro-, creemos que lo nuevo tiene más futuro. En realidad, sucede lo contrario. Cuantos más años lleva un objeto o una costumbre entre nosotros, más porvenir tiene. Es más probable que en el siglo XXII haya monjas y libros que WhatsApp y tabletas. En el futuro habrá sillas y mesas, pero quizá no pantallas de plasma o teléfonos móviles. Seguiremos celebrando con fiestas el solsticio de invierno cuando ya hayamos dejado de tostarnos con rayos UVA. Un invento tan antediluviano como el dinero tiene muchas más posibilidades de sobrevivir al cine 3D, a los drones y a los coches eléctricos. Muchas tendencias que nos parecen incuestionables –desde el consumismo desenfrenado hasta las redes sociales- remitirán. Y viejas tradiciones que nos han acompañado desde tiempo inmemorial –de la música a la búsqueda de la espiritualidad- no se irán nunca. Al visitar las naciones socioeconómicamente más avanzadas del mundo, en realidad sorprende su amor por los arcaísmos –de la monarquía al protocolo y los ritos sociales, pasando por la arquitectura neoclásica o los vetustos tranvías-.

Frases...

“El tamaño de la inteligencia de un hombre siempre puede medirse por su alegría”


C. S. LEWIS, El peso de la gloria, Rialp, Madrid, 2017

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

9 de noviembre de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • La viuda preparó con su harina una pequeña torta y se la llevó a Elías (1 Re 17, 10-16)
  • Alaba, alma mía, al Señor (Sal 145)
  • Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos (Heb 9, 24-28)
  • Esta viuda pobre ha echado más que nadie (Mc 12, 38-44)
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La liturgia de la Palabra de hoy nos presenta la figura de dos viudas. La viuda, junto con el huérfano y el extranjero encarnan, en la Biblia, la figura del pobre, del desamparado, de aquel cuya situación personal y social es tan frágil que no puede contar de manera segura con ninguna ayuda humana; de ahí que sean unas personas que están presentes de manera especial en el corazón de Dios, que se complace en ser su valedor, su refugio, su amparo; si gritan a Él, el Señor escucha sus súplicas (Sal 33, 7); si confían en Él y se abandonan a Él pertenecen al grupo de los anawim, de los humildes, de los pobres de espíritu.

Las dos viudas de la liturgia de hoy nos dan un ejemplo de lo que es amar. Amar es afirmar a otro y ellas nos enseñan que para afirmar a otro no hace falta estar afirmado uno mismo, sino que, desde la propia debilidad, desde la propia pobreza, siempre se puede amar, siempre se puede dar. Nosotros tendemos a pensar que para dar, primero tengo que tener (que ser más); y sin embargo ellas nos enseñan que esto no es cierto, que la caridad bien entendida empieza por el otro, y que para amar -para dar- lo único que hace falta es hacerlo. Lo cual es muy consolador, porque significa que siempre podremos amar: si somos pobres, si estamos enfermos, si perdemos nuestras facultades sensibles, si ya no valemos nada, siempre podremos amar. Entre otras cosas porque cuando no puedo hacer nada por los demás puedo consentir en que los demás hagan cosas por mí y eso es una forma muy importante de amar: dejar que los otros me amen, dejar que los otros se ocupen de mí, cuando yo no puedo hacerlo. Porque lo más importante para amar es la humildad.

Los enfermos incurables, los minusválidos, nos hacen un bien inmenso. En primer lugar porque nos recuerdan la bondad del ser, nos recuerdan que el ser es siempre bueno cualesquiera que sean las condiciones en que se dé. Hemos de dar gracias a Dios por estos hermanos que aceptan ser en condiciones difíciles e incómodas y que al hacerlo nos recuerdan la bondad del ser y de Aquel que da el ser, que es Dios. Y en segundo lugar porque nos dan la oportunidad de amar, de ayudarles a vivir, y nos enseñan la humildad de dejar que nos ocupemos de ellos.

Amar es afirmar a otro. La viuda del Evangelio afirma a Dios, afirma al Templo, que es la presencia de Dios en medio de los hombres, a costa de sí misma: ama a Dios más que a sí misma. La viuda de Sarepta, en la primera lectura de hoy, afirma también a Dios, al “hombre de Dios”, que es el profeta Elías, a costa de sí misma y de su propio hijo. Ella acepta la desconcertante frase del profeta: “pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después”. Obedeciendo a la palabra de Elías, ella ama a Dios, en la persona del “hombre de Dios”, más que a sí misma y que a su propio hijo y vive anticipadamente la palabra de Jesús: “el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí” (Lc 10,37).

Mantener a la Iglesia, hermanos, es nuestra manera de amar a Dios, de hacer posible la presencia de Dios en medio de los hombres. No ciertamente la presencia metafísica de Dios, por sus atributos de inmensidad y de ubicuidad, sino la presencia histórica, salvífica de Dios, la que Él ha querido tener fundando la Iglesia, que es su Pueblo, su Cuerpo, su Templo, es decir, el lugar de su presencia en medio de los hombres. Por eso mantener a la Iglesia es para nosotros un deber y un honor, una manera de amar a Dios, de amar a Jesucristo, de seguir haciendo posible el anuncio del evangelio, tal como nos indica el quinto mandamiento de la Iglesia que ordena: “ayudar a la Iglesia en sus necesidades”.

Job y la Alegría

¡Oh, Alegría! Bien sabes tú que, si estoy sufriendo tanto,
es por tu causa,
porque nunca he renegado de ti.
 
¡Oh, Alegría! Bien sabes tú que, si grito tan fuerte,
es por tu causa,
porque aún escucho tu llamada.
 
Y bien lo sabes, ¡oh, Alegría!, que, si me encabrito ante el horror,
es por tu causa,
porque no he olvidado tu sonrisa.

Sin tu cercanía, el mal me parecería absolutamente normal
y la muerte no resultaría amarga.

Pero tú estás conmigo,
aunque tu ausencia me acompañe por todas partes.

Tú estás conmigo,
aunque tu silencio se eleve por encima de sus voces.

Esposa mía, arrebatada repentinamente a mis ojos,
pero dibujada siempre bajo mis párpados.

Mi niña desparecida: cualquier realidad se convierte en un velo
que me la recuerda y me la esconde.

¡Oh, Alegría! Mi punzante aguijón, mi celosa pasión,
amante mía que cercena todas mis satisfacciones
como si fueran concubinas falsas y embrutecedoras.

(…)

Aquí y ahora,
de pie,
aun al borde del precipicio,
en este preciso instante de horrible oscilación,
en esta enorme arcada sobre el columpio del terror,
¡Oh, Alegría!,
yo te espero.



(Palabras de Job en la obra de Fabrice HADJADJ, Job o la tortura de los amigos, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2015, pp. 69 y 71)








XXXI Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 


3 de noviembre de 2024

(Ciclo B - Año par)




  • Escucha Israel: Amarás al Señor con todo tu corazón (Dt 6, 2-6)
  • Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza (Sal 17)
  • Como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa (Heb 7, 23-28)
  • Amarás al Señor, tu Dios. Amarás a tu prójimo (Mc 12, 28b-34)
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¿Qué mandamiento es el primero de todos? Esta pregunta era habitual hacerla a los notables maestros judíos para que se pronunciaran sobre el sentido de los 613 preceptos de La Ley. Al responderla, cada maestro expresaba lo que él creía que era el principio interno de coherencia de toda la Ley, el espíritu con el que había que observar todos los preceptos.

La respuesta de Jesús indica que este espíritu es el amor. “Amor”, en los labios de Jesús, significa el Amor que Dios es: puesto que “Dios es Amor” (1Jn 4,8), la Ley que de Él dimana y que constituye para el hombre el camino (Torah) de su crecimiento personal, no puede ser otra más que el Amor. “Si el hombre creyese haber hecho algo bueno pero sin caridad, se equivoca por completo”, afirma San Agustín (+ 430). Lo que da valor a todos nuestros actos es únicamente la caridad, el Amor que es Dios, que viene de Dios, que Dios pone en nuestros corazones con el Espíritu Santo (Rm 5,5). Sin caridad, fuera de la caridad, al margen de la caridad, no hay nada, absolutamente nada (ni “entregar el propio cuerpo a las llamas” (cf. 1Co 13), que pueda tener valor ante Dios.

Frases...

A veces me veo demasiado reflejado en los demás. Eso me llena de inquietud, y entonces siento un enorme deseo de creer en los santos y en las virtudes heroicas.




Autor: Graham GREENE
Título: El final del affaire
Editorial: Libros del Asteroide, Barcelona, 2019, (P.20)

Todos los santos

15 de agosto 

1 de noviembre de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas (Ap 7, 2-4. 9-14)
  • Esta es la generación que busca tu rostro, Señor (Sal 23)
  • Veremos a Dios tal cual es (1 Jn 3, 1-3)
  • Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo (Mt 5, 1-12a)
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Sólo Dios es santo (“porque sólo Tú eres santo”). Sin embargo, los primeros cristianos se denominaban a sí mismos “los santos", y lo hacían con toda naturalidad, hablando como de pasada, revelando así una autoconciencia, una manera de definirse, que era común a todos ellos. Así vemos, por ejemplo, que Ananías le dice al Señor: "Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los muchos males que ha causado a tus santos en Jerusalén" (Hch 9,13). Pablo, cuando pide dinero para los cristianos pobres de Jerusalén, afirma estar haciendo una colecta "para los santos" (1Co 16,1-2), "en bien de los santos" (2Co 8,4). Cuando recomienda a Estéfanas lo elogia diciendo que "se ha puesto al servicio de los santos" (1Co 16,15). Pedro, después de resucitar a la joven Tabita, "llamó a los santos y a las viudas" y se la presentó viva (Hch 9,32-41).

La razón de este sorprendente hecho no radica en que ellos se consideraran unos hombres perfectos, libres de defectos y pecados, sino sencillamente en el hecho objetivo de que todos ellos participaban, gracias al bautismo, la eucaristía y los demás sacramentos, de la vida del “único Santo", que es Cristo. Llamarse "santos" no era, pues, para ellos, un modo de autoglorificarse, sino de reconocer la realidad del don recibido, de dar gloria a Dios por ello y de mostrarse agradecidos con Él. Y desde la conciencia de este hecho se iban “purificando a sí mismos” (2ª lectura) para poder formar parte, un día, de esa “muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas” que, “con voz potente”, aclaman y adoran a Dios en el cielo (1ª lectura).

La confirmación

1. Los sacramentos.

Un sacramento es un signo sensible y eficaz de la acción de Dios en nosotros. El sacramento es un signo, es decir, algo que remite a una realidad distinta de sí mismo, algo que significa una realidad invisible. Es un signo sensible, es decir, posee una “fisicidad”, una “materialidad”, en base a la cual puede ser percibido corporalmente. Es un signo eficaz porque produce aquello mismo que significa. Así por ejemplo en el bautismo el agua significa la limpieza, la muerte y la vida, es un elemento material, visible, perceptible y el bautismo produce lo que significa: lava de los pecados, hace morir al hombre viejo y hace nacer el hombre nuevo.

Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la acción de Dios en nosotros. Ningún sacramento nos da una “cosa”, sino una “acción”, es decir, un “gesto”, que tiene que ser percibido y acogido por nosotros. Ocurre que Dios es un ser personal y que nosotros también lo somos. El mundo de las personas es diferente del mundo de las cosas. El mundo de las cosas está regido por la causalidad mecánica, por las leyes naturales que rigen el devenir del universo; en él la eficacia es una cuestión de “fuerza”. El mundo de las personas, en cambio, está regido por la libertad. Los sacramentos nos entregan los diferentes gestos que la libertad de Dios lanza hacia la libertad del hombre. Esos gestos son portadores de una gran fuerza, de un poderoso dinamismo de transfiguración. Pero como estamos en el mundo de las personas y no en el de las cosas, para que ese dinamismo se despliegue en toda su eficacia, es imprescindible que el hombre sea receptivo hacia esos gestos y los acoja.

Escuela de la fe #24: Extranjeros y Peregrinos

 


Extranjeros y Peregrinos


D. Fernando Colomer Ferrándiz
25 de octubre de 2024


Enlace para escuchar en ivoox: https://go.ivoox.com/rf/135256207

XXX Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

27 de octubre de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Guiaré entre consuelos a los ciegos y los cojos (Jer 31, 7-9)
  • El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres (Sal 125)
  • Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec (Heb 5, 1-6)
  • “Rabbuní”, haz que recobre la vista (Mc 10, 46-52)
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Al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente. Según nos cuenta san Marcos, Jesús está viajando desde Cesarea de Filipo (Mc 8,27-30) hacia Jerusalén. Durante el camino ha instruido a sus discípulos, en tres ocasiones, sobre su pasión y muerte; pero ellos no han entendido nada. Ahora le queda sólo una jornada de viaje, cuesta arriba, hasta llegar a Jerusalén.

Al borde del camino pidiendo limosna. Bartimeo era un hombre que dependía de los demás para poder caminar, porque era ciego, y también para poder vivir, porque era pobre y no tenía otro recurso que mendigar. El que estuviera “sentado al borde del camino” subraya su extrema marginalidad: él no puede participar de ese gran movimiento en torno a Jesús, sobre quién, sin duda alguna, ha oído hablar y ha sacado sus propias convicciones. Por eso grita: Hijo de David, ten compasión de mí. “Hijo de David” significa “tú eres el Mesías”. La paradoja es que este ciego “ve” la identidad de Jesús como Mesías, a diferencia de la mayoría de la gente. Cuando Jesús llegue a Jerusalén, muchos le aclamarán como Mesías, pero hasta este momento tan sólo Pedro y el ciego Bartimeo lo han reconocido y confesado como tal.

Oración al Padre

Oh gran Dios, Padre de todas las cosas, cuya luz infinita es para mí tinieblas, cuya inmensidad es para mí como el vacío, me has llamado desde tu mismo seno porque me amas en ti, y yo soy expresión transitoria de tu realidad inagotable y eterna. No podría conocerte, me perdería en estas tinieblas, caería lejos de ti en este vacío, si no me sostuvieras junto a ti en el corazón de tu Hijo unigénito.

Padre, te amo a ti a quien no conozco, y te abrazo a ti a quien no veo, y me abandono a ti a quien he ofendido, porque amas en mí a tu Hijo unigénito. Lo ves en mí, lo abrazas en mí, porque él ha querido identificarse completamente conmigo por medio del amor que lo llevó a la muerte, por mí, en la cruz.

Vengo a ti como Jacob con los vestidos de Esaú, es decir, con los méritos y la sangre preciosa de Jesucristo. Tú, Padre, que has querido parecer ciego en la oscuridad de este gran misterio que es la revelación de tu amor, posa tus manos sobre mi cabeza y bendíceme como a tu único Hijo. Has querido verme solamente en él, y al querer esto has querido verme tal como soy en realidad. Pues el yo pecador no es mi verdadero yo, no es el yo que has querido para mí, solo el que yo he querido para mí. Y ya no quiero este falso yo. Pero ahora, Padre, vengo a ti en el yo de tu propio Hijo, porque es su sagrado corazón el que ha tomado posesión de mí y ha destruido mis pecados y es él quien me presenta ante ti. ¿Y dónde? En el santuario de su propio corazón, que es tu palacio y el templo donde los santos te adoran en el cielo.



Autor: Thomas MERTON
Título: Pensamientos en soledad
Editorial: Sal Terrae, Bilbao, 2023, (pp. 78-79)







Próximo viernes

Estás invitado a la primera "Escuela de la fe" de este curso 2024/2025 
impartida por D. Fernando Colomer en el templo, 
tras la Eucaristía de las 20:00 h
(una charla de 30 minutos).


 

XXIX Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

20 de octubre de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Al entregar su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años (Is 53, 10-11)
  • Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti (Sal 32)
  • Comparezcamos confiados ante el trono de la gracia (Heb 4, 14-16)
  • El Hijo del hombre ha venido a dar su vida en rescate por muchos (Mc 10, 35-45)
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Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. El Señor no rechaza de entrada esta petición, pues Él ha venido precisamente para que nosotros, los hombres, podamos compartir su gloria. Lo que el Señor rechaza es la pretensión “excesiva” de ocupar los primeros puestos, pero no el deseo de “compartir su gloria”. Como buen pedagogo, Jesús aprovecha este deseo para recordarles la condición ineludible para poder compartir su gloria: compartir antes el cáliz que Él ha de beber y ser bautizado en el bautismo con el que Él se va a bautizar. “Beber el mismo cáliz” significa compartir el mismo destino, que, a menudo, es un destino difícil, de sufrimiento, como será el de Jesús que, en el huerto de los olivos, orará diciendo: “aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Mc 14,36); “ser bautizado con el mismo bautismo” significa pasar por la misma experiencia de muerte por la que Él va a pasar.

También cada uno de nosotros queremos compartir la gloria de Cristo y el Señor quiere que, en efecto, así sea. Pero para ello hemos de estar dispuestos a compartir también el camino de Cristo, su destino, su bautismo, su muerte. M. Teresa de Calcuta era muy consciente de ello y por eso iniciaba todos los días su jornada, antes del alba, haciendo el vía crucis. Cuando traéis a vuestros hijos o nietos para que sean bautizados, el primer gesto que el sacerdote realiza sobre ellos es la señal de la cruz, como para garantizarles que el destino de Cristo -la Cruz- estará presente en su vida: “Si hemos muerto con él, también viviremos con él” (2Tm 2,11).

Los delirios/demonios de la ciencia (I)

(Las reflexiones que siguen están hechas a propósito de la figura del matemático húngaro Neumann János Lajos, también conocido en EE UU como Johnny von Neumann, que fue uno de los principales fautores de la bomba atómica. Sin entrar en la valoración y el juicio sobre esta persona, lo que nos interesa es analizar el ‘páthos’ de la ciencia, los delirios o demonios que acechan al conocimiento científico y, en último término, la condición humana, ya que lo que anida en el alma de los científicos, anida también en el alma de cada hombre)

(Testimonio de Richard Feynman sobre la estancia de Neumann en Los Álamos)

Durante todo este tiempo fuimos la envidia de Los Álamos, porque todos querían su opinión. Su tiempo valía oro, y casi no hubo un departamento que no se beneficiara de su intelecto. Cuando llegaba la noticia de que nos iba a visitar, todos preparaban sus pizarras con los problemas más difíciles en que estaban trabajando, y él iba de sala en sala, resolviéndolos uno a uno, casi sin esfuerzo. Me parece que esa facilidad de pensamiento también tenía su lado oscuro. Una falta de ponderación que nunca vi en otros hombres de ese calibre. Recuerdo una vez que salimos a dar un paseo juntos por el desierto y me dio un consejo que todavía me atormenta: “¿Sabes que no tienes por qué ser responsable del mundo en el que estás?”. Me lo dijo sonriendo, lleno de confianza. Y no era el único que se comportaba así. En Los Álamos reinaba un ambiente de optimismo irracional que no se correspondía con lo que estábamos haciendo. Tampoco es que yo haya sido inmune. Hasta el día de hoy, recuerdo mi trabajo allí como los años más excitantes de mi vida, incluso a pesar de la muerte de mi esposa y de todo lo que estaba pasando en Europa. Es difícil admitirlo, pero en ese momento, mientras construíamos el arma más letal de la historia de la humanidad, no podíamos dejar de hacer tonterías. No parábamos de contar chistes.

Frases...

Una inteligencia sin bondad es como un traje de seda vestido por un cadáver.



Autor: Christian BOBIN
Título: Resucitar
Editorial: Encuentro, Madrid, 2019, (P. 31)

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

13 de octubre de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Al lado de la sabiduría en nada tuve la riqueza (Sab 7, 7-11)
  • Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres (Sal 89)
  • La palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del corazón (Heb 4, 12-13)
  • Vende lo que tienes y sígueme  (Mc 10, 17-30)
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- Una jerarquía de valores.

En la primera lectura de hoy la Palabra de Dios nos entrega una jerarquía de valores diciéndonos que la sabiduría vale más que las riquezas, la salud y la belleza. “Vale más” significa que “debe ser preferida a…”

- las riquezas que son lo que nos permite subvenir a las necesidades de la vida, lo que nos permite no ser esclavos de ellas,

- la salud que es ese estado de bienestar psicofísico que me permite en cierto modo olvidarme de que tengo y soy un cuerpo, porque mi cuerpo se comporta como un instrumento completamente dócil a mi voluntad (la enfermedad, en cambio, me recuerda que mi cuerpo “va a la suya” y que no está precisamente disponible como y cuando yo quiero),

- la belleza que es esa armonía global de todo mi ser que me da la sensación de estar “logrado”, “conseguido”, de ser un todo, un conjunto, que merece la pena.

Velar



Hablando de su segunda venida, de la Parusía, dijo el Señor: “Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuando será el momento. Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele; velad, por tanto, ya que no sabéis cuando viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!” (Mc 13,33-37).

“Velar”, “vigilar”, es algo que se hace normalmente de noche, cuando ha terminado el día y sus actividades, cuando se está cansado y ya no hay nada que hacer. Quien vela no hace nada, salvo recordarse a sí mismo que, cuando todo ha terminado, en realidad aún no ha terminado todo, porque falta algo y algo ciertamente tan importante que me quita el sueño, que me impide dormir. No puedo decir “ya está” y echarme a dormir, porque en realidad “no está”, algo me falta. Así velan la madre que tiene un hijo en la guerra, los amantes que están forzosamente separados, el prisionero alejado de su familia etc. Para velar hay que estar existencialmente insatisfecho, porque en mí hay un deseo que es esencial para mí y que todavía no se ha realizado. Por eso para velar hay que tener un Deseo distinto de todos los deseos que puedo saciar y que de hecho sacio en la cotidianidad de mi vida. Hay que tener el Deseo de Dios. Si en mí está vivo el Deseo de Dios, entonces velaré, entonces no me conformaré con la satisfacción de los demás deseos (materiales, psicológicos, culturales).

XXVII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

6 de octubre de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Y serán los dos una sola carne (Gen 2, 18-24)
  • Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida (Sal 127)
  • El santificador y los santificados proceden todos del mismo (Heb 2, 9-11)
  • Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre  (Mc 10, 2-16)
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¿Cuándo un hombre y una mujer hacen alianza de amor en el matrimonio, esta alianza, es para siempre o es sólo para un tiempo? La cuestión se la plantean a Jesús “para ponerlo a prueba”. Es una cuestión comprometida porque la praxis común entre los judíos, en tiempos de Jesús, otorgaba de facto al varón -y sólo al varón- el derecho de repudiar a su mujer. Si Jesús criticaba esta praxis perdería simpatizantes. El Señor Jesús, que no está pendiente de su imagen sino de la verdad (Jn 18,37), declara contundentemente que el divorcio es contrario a la voluntad de Dios, que es fruto de la “dureza de corazón”.

“Dureza de corazón” según la Biblia (Dt 10,12-22; Jer 4,4) es lo que surge cuando el hombre se cierra ante la grandeza y la bondad de Dios. El Señor sugiere, por lo tanto, que tenemos que aprender a ver en el marido o en la mujer, ante todo, un don de Dios, un regalo suyo, y no una posesión personal de la que me puedo desprender cuando a mí me apetezca.

Al principio no fue así, dice el Señor. “Al principio”, es decir, cuando el hombre estaba recién salido de las manos del Creador y todavía no había estropeado su ser por el pecado. Entonces el hombre y la mujer se recibían el uno al otro como un don de Dios, como un signo del amor fiel y permanente, eterno, de Dios. Y se amaban el uno al otro gratuitamente, es decir, como ama Dios. Y en su mutuo amor se decían el uno al otro: caminaré contigo y cuidaré de ti; me encontrarás siempre a tu lado dispuesto a ayudarte a ser, porque te amo.

El estudio



1. Estudio y oración: el papel de la atención.

“Lo primero que ocurre cuando uno empieza a alejarse de Dios, es el fastidio por el estudio” (Abelardo). La clave de una concepción cristiana del estudio es que la oración exige atención, exige que toda la atención de la que el alma sea capaz, esté orientada hacia Dios. La calidad de la atención está estrechamente ligada a la calidad de la oración, pues orar es atender a Dios que ora en nosotros. El calor del sentimiento no la puede suplir. Sólo la parte más elevada de la atención entra en contacto con Dios en la oración, pero toda la atención está dirigida a Él. Los ejercicios escolares desarrollan, ciertamente, una parte menos elevada de la atención, pero tienen una eficiencia para acrecentar aquel poder de la atención que será disponible en el momento de la oración.

La atención consiste en dejar nuestro pensamiento disponible, vacío y permeable al objeto, para que éste pueda manifestarse tal como es. La atención nos sitúa en una actitud de receptividad y acogida que es tan importante para el conocimiento como para la oración y la vida de la fe. Pues los bienes más preciosos no pueden buscarse sino esperarse: si el hombre se empeña en buscarlos con su esfuerzo, lo único que encontrará serán falsos bienes, de los que no sabrá, ni siquiera, reconocer su falsedad.

XXVI Domingo en Tiempo Ordinario

15 de agosto 

29 de septiembre de 2024

(Ciclo B - Año par)






  • ¿Estás tú celoso por mí? ¡Ojalá todo el pueblo profetizara! (Num 11, 25-29)
  • Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón (Sal 18)
  • Vuestra riqueza está podrida (Sant 5, 1-6)
  • El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Si tu mano te induce a pecar, córtatela.  (Mc 9, 38-43. 45. 47-48)
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- La identidad cristiana. ¿Quién es “de los nuestros”? ¿Quién pertenece de verdad a “nuestro grupo”, es decir, a la Iglesia? Esta cuestión se les plantea a los apóstoles cuando se encuentran con un hombre que no es de su grupo y que, sin embargo, expulsa demonios en nombre de Jesús. La reacción del apóstol san Juan expresa una postura demasiado exigente, “maximalista” (“o todo o nada”). Jesús, en cambio, es de otro parecer. Jesús va directamente a lo esencial y se centra en ello; y lo esencial, cristianamente hablando, es Cristo y la relación con Él. Por eso alguien que expulsa demonios en nombre de Cristo es alguien que tiene las cosas esencialmente claras: sabe distinguir entre el Bien y el mal y sabe que el triunfo del Bien sobre el mal llega a nosotros a través de Jesús, y por eso invoca su nombre. Por eso el Señor Jesús afirma que ése “es de los nuestros” y que san Juan no tiene razón: los santos son santos, pero no son Dios. Sólo Dios es Dios. Y, como dirá más adelante el propio san Juan, “Dios es más grande que nuestro corazón” (1Jn 3,20).

Frases...

“Hemos decidido seguir su consejo y seguir llamándolo Hotel Silencio. Y hemos colocado un cartel en tres idiomas. Me señala la pared que tiene detrás. El silencio salvará el mundo, reza el cartel”.



Autor: Audur Ava ÓLAFSDÓTTIR
Título: Hotel Silencio, Alfaguara
Editorial: Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, 2019, (p. 171)

Oración al Espíritu Santo



Como el fuego calcina
la madera reseca,
cuando el pecado nos domina,
Espíritu de Dios,
purifícanos.

Como el río derrama
por la tierra sus aguas
y hay flor y fruto en la rama,
Espíritu de Dios,
vivifícanos.

Como tu fuerte viento
hizo en el mar camino,
cuando haya duda y desaliento,
Espíritu de Dios,
ayúdanos.

Luz, Amor, Viento, Fuego,
los caminos de éxodo
enseña al hombre pobre y ciego.
Espíritu de Dios,
condúcenos.

Amén.




XXV Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

22 de septiembre de 2024

(Ciclo B - Año par)






  • Lo condenaremos a muerte ignominiosa (Sab 2, 12. 17-20)
  • El Señor sostiene mi vida (Sal 53)
  • El fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz (Sant 3, 16 - 4, 3)
  • El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos (Mc 9, 30-37)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

(El segundo anuncio)

El domingo pasado escuchamos el primer anuncio que hizo el Señor de su pasión a los discípulos; hoy escuchamos el segundo, y todavía les hará un tercer anuncio del mismo misterio: que su ser el Mesías se cumplirá a través del sufrimiento. La manera en que lo hace hoy tiene un matiz muy importante: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos…”. Surge inmediatamente la pregunta: ¿Quién lo entregará? Más adelante el evangelio de Marcos responderá a esta pregunta diciendo que fue Judas (14, 10), los sumos sacerdotes (15, 1) y Pilato (15, 15). Pero esta fórmula pasiva (“ser entregado”) se utiliza habitualmente, entre los judíos, para designar, sin nombrarlo, por respeto a su santo nombre, a Dios. En consecuencia, se nos está diciendo que, en la pasión del Señor, no se tratará sólo de la acción de los hombres, sino de una misteriosa acción salvadora de Dios: que es Dios mismo quien querrá y estará presente en esa historia de dolor, que es la pasión de Cristo, salvando al mundo.

(La enseñanza)

Los discípulos siguen cerrados a este misterio del Mesías sufriente; su cerrazón se muestra en el hecho de que “les daba miedo preguntarle”. Por eso Jesús va a insistir en su enseñanza en un marco ideal: están en casa, en Cafarnaúm, sin la presión de las muchedumbres, de la gente, de los enfermos.
Dice san Marcos que Jesús “se sentó”: es la posición del que enseña con autoridad (cf. 4, 1). Va, pues, a impartir una enseñanza importante. Dice también que “llamó a los Doce”. Esta expresión es poco frecuente en Marcos y por ello se nos está indicando que la enseñanza que va a impartir es especialmente importante para “los Doce”, que van a ser los responsables de la Iglesia, los que van a gobernar la Iglesia. Y en ese marco de intimidad y tranquilidad, y con estos matices de solemnidad, Jesús vuelve a la carga con su enseñanza sobre el Mesías sufriente.

Mi hermano

No tenemos que cambiar el mundo, sino a alguna persona. Ya os he hablado de mi hermano. Durante años lo he odiado, porque me robaba la atención de mis padres, que parecía que ya no estaban ahí para mí. Pero un día lo dejaron a mi cuidado por primera vez, a mí sola. Él notaba que yo me mantenía lejos de él, que estaba enfadada con él y con su forma de ser. Y entonces me abrazó y empezó a acariciarme. Después cogió las construcciones y quería hacer un avión, pero no podía. Se acercó a mí y me preguntó: “¿te ayudo?”. No sabía hablar bien aún, quería decir: “¿me ayudas?”, pero le salió lo contrario. Y ese día comprendí que él tenía razón, que aquella frase era correcta tal y como la había dicho. Era él quien me estaba ayudando a mí. He aprendido a preocuparme por mí ayudando a mi hermano. En el fondo, cualquier persona que nos necesite nos está diciendo: “¿te ayudo?”. Si solo dejáramos de protegernos de la fatiga de amar a otros, perderíamos menos el tiempo y no tendríamos miedo a renunciar un poco a nosotros mismos para ganar el doble de lo que perdamos.




Autor: Alessandro D’AVENIA
Título: ¡Presente!
Editorial: Encuentro, Madrid, 2022, (pp. 224-225)







Frases...

Dios: crueldad y ternura

“La crueldad con la que te golpea solo es comparable a la ternura con la que hace estallar en pedazos todo lo superfluo. A ti te puede parecer que te está partiendo la cara, pero solo lo hace para sacar a la luz un rostro más dulce”


(Palabras de Sofar a Job, a propósito de Dios y el sufrimiento que aflige a Job, en la obra de Fabrice HADJADJ, Job o la tortura de los amigos, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2015, p. 41)

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

15 de septiembre de 2024

(Ciclo B - Año par)






  • Ofrecí la espalda a los que me golpeaban (Is 50, 5-9a)
  • Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos (Sal 114)
  • La fe, si no tiene obras, está muerta (Sant 2, 14-18)
  • Tú eres el Mesías. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho (Mc 8, 27-35)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

Lo primero que hace el Señor en este evangelio es indicarnos dónde está el centro del cristianismo, de la experiencia cristiana: el centro es Él, es su persona, es su identidad, es saber y creer quién es Él; el centro no son unas ideas. Por eso la pregunta que el Señor les hace es: “¿Quién dice la gente que soy yo?”.

La gente piensa que Él es uno de los enviados de Dios, uno de los que hablan de parte de Dios y anuncian lo que Dios les ha mandado anunciar, tal como hicieron Juan Bautista, Elías y cada uno de los profetas. Piensa que Jesús es uno más en esa larga lista de enviados de Dios.

Pero los discípulos han comprendido mejor quién es Jesús, han percibido mejor su identidad: Él es el Mesías. El Mesías no es nunca uno más de los enviados de Dios, sino que es el último y definitivo enviado de Dios, pues por medio de Él, Dios va a realizar la salvación total de los hombres, va a instaurar su Reino. El Mesías es, pues, el último, definitivo y poderoso Pastor y Rey enviado por Dios, con el que Dios va a decir su última palabra sobre la historia humana, implantando su Reino. Ése es Jesús. La respuesta de Pedro es la correcta.

Los cerdos suicidas

Es una de las páginas aparentemente más pintorescas del Evangelio. Jesús, que está en la otra orilla del mar de Galilea, se encuentra con un hombre poseído por un espíritu impuro que le empuja a vivir entre las tumbas y a herirse él mismo a pedradas sin que nadie sea capaz de dominarle. Jesús, que no muestra ninguna sorpresa, se dirige a expulsar al espíritu impuro que atormenta al desgraciado. Hasta aquí, nada más trivial en la vida de Jesús, ocupado siempre en expulsar a los demonios que vienen a contaminar la vida de los hombres. Pero se entabla una discusión con el espíritu, que ya se sabe vencido: nos enteramos de que se llama Legión porque, en vez de un solo demonio, es toda una tropa la que ha puesto sus cuarteles en la vida del poseso. Los espíritus impuros piden después a Jesús un extraño favor. Viendo una piara de cerdos que pacen allí cerca, en la montaña, le suplican: “Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos”.

La petición puede sorprendernos, pero lo más sorprendente es que Jesús se lo permita. Y entonces salen del desgraciado al que atormentaban para tomar posesión de los pobres animales que no habían pedido nada y que, de inmediato, como presa de una locura colectiva, corren a abalanzarse al mar, desde lo alto del acantilado donde pacían apaciblemente, y así es como se ahogaron dos mil cerdos. Esto produce estupor en la ciudad vecina, y sus autoridades piden a Jesús que se aleje: está muy bien que expulse a los demonios, pero si es al precio de la masacre del ganado, haría mejor en ir a ejercer sus talentos a otra parte, en algún lugar en el que no les guste el jamón.

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

8 de septiembre de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Los oídos de los sordos se abrirán, y cantará la lengua del mudo (Is 35, 4-7a)
  • Alaba, alma mía, al Señor (Sal 145)
  • ¿Acaso no eligió Dios a los pobres como herederos del Reino? (Sant 2, 1-5)
  • Hace oír a los sordos y hablar a los mudos (Mc 7, 31-37)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

El evangelio de hoy, queridos hermanos, transcurre en la Decápolis, es decir, en el territorio pagano fronterizo con Israel. Este detalle es como un guiño con el que san Marcos nos está indicando que la persona y la acción salvadora de Jesús no está reservada solo a los judíos, sino que él ha venido para ofrecer la salvación de Dios a todos los hombres. El hombre que estaba sordo y que apenas podía hablar es como un símbolo de una comunión que está bloqueada, que está afectada por unas trabas que la hacen muy difícil, casi imposible. Y la acción de Jesús va a quitar esas trabas para que ese hombre pueda vivir plenamente la comunión con los demás.

La manera como el Señor realiza esta “obra de poder” es muy significativa, porque busca un contacto corporal con el sordomudo, poniendo sus dedos dentro de sus oídos y depositando propia saliva sobre su lengua trabada. Este modo de proceder es como un símbolo de lo que es la vida cristiana: un contacto personal con Cristo, el Señor, quien, tocando nuestro cuerpo con su propio cuerpo –lo que ocurre fundamentalmente en la Eucaristía y en los demás sacramentos- va curando nuestras heridas y venciendo las resistencias y las trabas que hay en cada uno de nosotros para poder vivir en comunión plena con los demás.

La Iglesia



1. Un misterio de fe.

La realidad mistérica de la Iglesia posee una peculiar complejidad puesto que la Iglesia, al igual que Jesucristo, del que es la prolongación histórica, es una realidad divina y humana a la vez. En cuanto realidad divina la Iglesia nace de la Trinidad, es santa y santificadora, es seno maternal y redil donde las ovejas son acogidas, curadas, restauradas y santificadas. En cuanto realidad humana la Iglesia nace de la agrupación de unos hombres que no son santos, sino pecadores que van siendo santificados: es una fraternidad, un pueblo, un rebaño. Atendiendo al primer aspecto la Iglesia viene sólo de Dios, es santa, pura e inmaculada, sin mancha ni arruga (Ef 5, 27), es la Trinidad misma invitando a su mesa: el lugar libre en el icono de Rublev. Atendiendo al segundo aspecto la Iglesia es la oveja perdida que el Buen Pastor carga sobre su espalda, la esposa siempre frágil que él no cesa de arrancar de su prostitución espiritual y de purificar. Es un tesoro llevado en vasos de barro (2Co 4, 7). El misterio de la Iglesia comporta, indisolublemente unidos, ambos aspectos. Y aquí también valen las palabras del Señor: que no separe el hombre lo que Dios ha unido (Mt 19, 6). Por eso los Padres de la Iglesia hablan de ella como de la “casta meretrix”: Soy negra pero hermosa (Ct 1, 5).

Al ser la Iglesia un misterio, no hay ningún concepto, ni ningún conjunto de conceptos, que pueda expresar adecuadamente su esencia. De ahí que sólo sea posible describir el misterio de la Iglesia con la ayuda de diferentes imágenes que se corrigen, se complementan y se iluminan entre sí: pueblo de Dios, plantación y heredad de Dios, grey, edificio, templo, casa de Dios, familia de Dios; Iglesia de Jesucristo, cuerpo de Cristo, esposa de Cristo, templo del Espíritu Santo etc. (cfr. Lumen Gentium 6). En el Nuevo testamento encontramos alrededor de unas ochenta imágenes de la Iglesia, de las que el concilio Vaticano II utiliza unas treinta y cinco. De todas ellas hay tres que nos remiten a lo que de más profundo encontramos en la Iglesia, al misterio trinitario. Son estas tres: “Pueblo de Dios”, “Cuerpo de Cristo” y “Templo del Espíritu”.

2. Pueblo de Dios.

La descripción de la Iglesia como Pueblo de Dios pone de relieve el hecho de que la salvación no se entrega a cada uno por separado, sino a una comunidad, a un pueblo, en el que el individuo es recibido y acogido para poder participar personalmente de la acción salvadora de Dios. Subraya también que la Iglesia existe antes que el individuo: éste es aceptado y cuidado por ella.

XXII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto

 

1 de septiembre de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • No añadáis nada a lo que yo os mando… observaréis los preceptos del Señor (Dt 4, 1-2. 6-8)
  • Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda? (Sal 14)
  • Poned en práctica la palabra (Sant 1, 16b-18. 21b-22. 27)
  • Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres (Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23)
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La cuestión sobre lo puro y lo impuro, surgida porque los discípulos tomaban alimentos sin lavarse las manos, es una cuestión que nos puede resultar extraña a nuestra sensibilidad actual. Sin embargo, lo que en ella verdaderamente se debate es una cuestión fundamental, que sigue teniendo plena vigencia para nosotros, a saber: ¿Qué es lo que nos hace puros o impuros en nuestra relación con Dios?

Los judíos pensaban que una serie de tradiciones heredadas de sus mayores, como la de lavarse las manos antes de comer, restregando bien, eran fundamentales para una correcta relación con Dios. Jesús, en cambio, va a considerar esas tradiciones como “preceptos humanos” y va a centrar la pureza de la relación con Dios en la observancia del “mandamiento de Dios”.

Notemos que el Señor habla en singular –“el mandamiento”- como apuntando, más que a la diversidad de los mandamientos de la ley de Dios, a una síntesis global de todos ellos, a una definición de un estilo de vida conforme a la voluntad de Dios, que el Señor resume en los dos mandamientos: «El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.» (Mc 12,29-31). El apóstol Santiago los resume, en la segunda lectura de hoy, diciendo: “La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo” (St 1,27), es decir, el amor al prójimo (huérfanos y viudas) y la abstención de toda idolatría (no mancharse las manos con este mundo).

Frases...

La Sangre del Pobre es el dinero



Autor: Léon BLOY 
Título: La sangre del pobre
Editor:  José J. Olañeta, Editor, Palma, 2021, (p. 23)

XXI Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

 

25 de agosto de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro Dios! (Jos 24, 1-2a. 15-17. 18b)
  • Gustad y ved qué bueno es el Señor (Sal 33)
  • Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia (Ef 5, 21-32)
  • ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6, 60-69)
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El Evangelio que se nos acaba de proclamar es la conclusión del largo discurso que Jesús hizo en la sinagoga de Cafarnaúm después de la multiplicación de los panes y los peces y en el que desveló el misterio de la Eucaristía, tal como hemos escuchado en los tres domingos anteriores.

La Eucaristía es un misterio que desafía a la racionalidad puramente humana, a la racionalidad ejercida en su dinámica natural sin haber sido iluminada y dilatada por la palabra de Dios. Para una razón que no está iluminada por la fe, “comer a Dios” –“el que me coma vivirá por mí” (Jn 6,58)- es algo completamente absurdo. Por eso al terminar este largo discurso se produce lo inevitable: “Muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: -Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso?” (Jn 6, 60). “Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él” (Jn 6, 66).

Este abandono pone de relieve el misterio de la libertad humana y de la gracia de Dios. El propio Jesús había dicho: “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae” (Jn 6,44). Esta “atracción del Padre” es una gracia: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede” (Jn 6,65). Y la gracia puede siempre ser acogida o rechazada por la libertad del hombre, en ese ámbito interior del ser humano que es el corazón, ámbito que sólo Dios puede conocer, tal como la Sagrada Escritura recuerda con frecuencia (1S 16,7; Jr 17,9-10). Jesús, que es Dios hecho hombre, conoce el corazón de todo hombre y por eso el evangelista afirma que “Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar” (Jn 6, 64).

Permanece conmigo, Señor

Permanece conmigo, Señor,
pues me es necesaria tu presencia
para que yo no te olvide:
tú sabes con qué facilidad yo te abandono.

Permanece conmigo, Señor,
porque soy débil:
necesito tu fuerza para no caer,
porque sin ti no tengo ningún fervor.

Permanece conmigo, Señor,
porque tú eres mi luz:
muéstrame tu voluntad para que
yo perciba tu voz y te siga.

Permanece conmigo para que yo te sea fiel:
pues por más pobre que sea mi alma, deseo que
ella sea para ti un lugar de consuelo.

XX Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

 

18 de agosto de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Comed de mi pan, bebed el vino que he mezclado (Prov 9, 1-6)
  • Gustad y ved qué bueno es el Señor (Sal 33)
  • Daos cuenta de lo que el Señor quiere (Ef 5, 15-20)
  • Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida (Jn 6, 51-58)
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La primera lectura de hoy es una profecía de Cristo y de su Iglesia y de la Eucaristía como corazón y fuente de la vida cristiana. La podemos releer desde el Nuevo Testamento diciendo: la Sabiduría, que es Cristo, “sabiduría de Dios” (1Co 1,30), se ha construido una casa, que es “la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad” (1Tm 3,15), y la ha construido plantando siete columnas, que son los siete sacramentos; ha preparado un banquete, que es la Eucaristía, donde comemos la carne del Hijo del hombre y bebemos su sangre, tal como dice el Señor en el evangelio; ha mezclado el vino, como hace el sacerdote antes del ofertorio arrojando un poco de agua en el cáliz mientras ora en voz baja para que “por este misterio del agua y del vino, seamos hechos partícipes de la divinidad de quien ha querido compartir nuestra humanidad”; ha preparado la mesa, es decir, el altar para celebrar el sacrificio de la santa misa; y ha despachado sus criados para que inviten a los hombres a incorporarse a esta mesa, es decir, ha enviado a los discípulos a evangelizar diciéndoles: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará” (Mc 16,15-16).

Cuerpo, alma y espíritu

Hablar de cuerpo, alma y espíritu, como integrantes del ser humano, es una manera de expresar la complejidad del ser del hombre. Así lo hizo Edith Stein –santa Teresa Benedicta de la Cruz- en su reflexión sobre el ser del hombre. Esta antropología tripartita tiene un innegable fundamento bíblico, patrístico y místico.

La antropología bíblica es profundamente unitaria. En ella el hombre vive y se interpreta a sí mismo como unidad, aunque esa unidad puede presentar aspectos diversos según las diferentes relaciones en las que está inserto el hombre. Así la antropología bíblica, siendo unitaria, es “tricotómica”, en cuanto que ve al hombre bajo tres aspectos diferentes: como carne, como alma y como espíritu. Basar (“carne”, en hebreo), traducido al griego como sarx y al latín como caro, expresa la totalidad del ser humano bajo el aspecto de ser débil y frágil. Nefesh significa en hebreo garganta, cuello, respiración, aliento vital o vida, y fue traducido al griego como psyché y al latín como anima. Con este término se expresa la totalidad del ser humano como ser viviente, por eso a veces el término sirve para expresar el pronombre personal (yo, tú, él): anima mea tristis est. Finalmente el término hebreo ruah, traducido al griego como pneuma y al latín como spiritus designa la totalidad del ser humano en cuanto ser capaz de abrirse a Dios, de escucharle y de dejarse vivificar por Él.

Asunción de la Bienaventurada Virgen María

15 de agosto 

 

15 de agosto de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies (Ap 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab)
  • De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir (Sal 44)
  • Primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo (1 Cor 15, 20-27a)
  • El Poderoso ha hecho obras grandes en mí: enaltece a los humildes (Lc 1, 39-56)
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Celebramos hoy, queridos hermanos, la solemnidad de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, en cuerpo y alma, al cielo. Lo que la liturgia propone hoy a nuestra contemplación es el destino final en el que se encuentra la Madre del Señor desde que terminó el curso de su vida terrena, diciéndonos que ella ha alcanzado ya plenamente el estado glorioso que tendrán, a partir del último día, todos los justos resucitados o los que, por vivir todavía cuando vuelva el Señor, serán transformados sin pasar por la muerte, tal como anuncia san Pablo: “He aquí que os anuncio un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados” (1Co 15, 51).

Los santos que están en el cielo se encuentran en un estado todavía provisional, en cuanto que una parte de su ser, el cuerpo, ha quedado aquí en la tierra, dejando de ser un cuerpo viviente, bien porque haya conocido la corrupción del sepulcro, o bien porque, aunque esté incorrupto, no es un cuerpo viviente, ya que lo que da vida al cuerpo es el alma, y el alma ya no está allí. Su espíritu y su alma están con el Señor y son colmados por la felicidad de contemplar su gloria; pero su cuerpo espera paciente el día de la segunda venida de Cristo, de su venida gloriosa, el día de la Parusía, para resucitar por la fuerza y el poder del Espíritu Santo, y ser transformado en un cuerpo espiritual, un cuerpo glorioso, tal como afirma san Pablo: “Así también en la resurrección de los muertos: se siembra corrupción, resucita incorrupción (…) se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual” (1Co 15, 42.44), y volver a unirse con su espíritu y su alma en la felicidad total del cielo.