La divinización del hombre

¿A qué esperanza nos ha llamado el Señor nuestro Dios? ¿Qué llevamos nosotros ahora? ¿Qué soportamos y qué esperamos? ¡Sin duda que vosotros lo sabéis! Llevamos ahora el hecho de ser mortales y soportamos el hecho de ser débiles, pero esperamos llegar a ser divinos. En efecto, Dios no quiere sólo vivificarnos, sino también deificarnos.

Jamás la debilidad humana habría esperado esto, de no ser porque la verdad divina lo ha prometido. Ahora bien, todo lo que promete Dios es verdadero, porque el autor de la promesa es demasiado fiel para engañarnos y demasiado poderoso para no cumplir lo que ha prometido.

Hubiera sido demasiado poco para nuestro Dios prometernos ser dioses en Él, si Él no hubiera asumido nuestra debilidad; es como si Él dijera: “¿Quieres tú saber cuánto te amo, para estar seguro de que te haré partícipe de mi ser divino? He tomado tu ser mortal”.

Hermanos, no es el hecho de que unos dioses se hagan hombres lo que debe parecernos increíble, sino más bien el hecho de que quienes eran hombres se conviertan en dioses (…) Pero el Hijo de Dios se ha hecho hombre para hacer de los hijos del hombre hijos de Dios (…) El Creador del hombre se ha hecho hombre, para que el hombre se haga capaz de acoger a Dios.

San Agustín