Dios de los perdones



¡Bendito seas, Señor, Dios nuestro, de eternidad en eternidad! ¡Y sea bendito el nombre de tu gloria que supera toda bendición y alabanza! ¡Tú, Señor, tú el único! Tú hiciste los cielos, el cielo de los cielos y toda su mesnada, la tierra y todo cuanto abarca, los mares y todo cuanto encierran. Todo esto tú lo animas, y los astros de los cielos ante ti se prosternan. Tú eres el Dios de los perdones, clemente y entrañable, tardo a la cólera y rico en bondad.

Tú amonestaste a nuestros padres para que volvieran a tu ley, pero ellos, altivos, no obedecieron tus preceptos y pecaron contra tus normas, que dan la vida al hombre si las cumple (…) Fuiste paciente con ellos durante muchos años, tu espíritu los amonestó por tus profetas, pero no prestaron atención y los entregaste en manos de pueblos paganos. Mas, por tu gran compasión, no los aniquilaste ni abandonaste, porque eres un Dios clemente y compasivo.

Ahora, Dios nuestro, Dios grande, valiente y terrible, fiel a la alianza y leal, no menosprecies las aflicciones que les han sobrevenido a nuestros príncipes, sacerdotes y profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo (…) Eres inocente en todo lo que nos ha ocurrido, porque tú obraste con lealtad y nosotros somos culpables.

(Del capítulo 9 del libro de Nehemías)