Hasta el gorrión

Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios mío (Sal 83, 4).


Para Dios no hay nada tan pequeño que no merezca su atención, que no sea objeto de su acogida y su cuidado; en Él hay un lugar tierno y cálido para todo ser, por insignificante que sea. “Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste; pues, si algo odiases, no lo habrías creado. ¿Cómo subsistiría algo, si tú no lo quisieras? ¿Cómo se conservaría, si no lo hubieras llamado? Pero tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida” (Sb 11, 24-26). Dios no “descarta” a nadie. Él es Amor, y amar es afirmar el ser. Por eso Cristo habla de las aves del cielo y los lirios del campo y afirma que el Padre del cielo se ocupa de ellos (Mt 6, 26-29).

En el corazón de Dios hay un sitio, una casa, no sólo para lo pequeño sino también para lo “raro”, lo insólito, lo que no coincide con lo mayoritariamente vigente. Lo más importante de este versículo es la palabra hasta, porque esta preposición sugiere que no hay ningún límite para el amor de Dios, ni la pequeñez de un ser ni su carácter insólito o poco frecuente o socialmente minoritario. Y esto es importante para las personas que tienen problemas de identidad personal, que no saben decirse a sí mismas exactamente quiénes son. A ellas también el Señor les dice: “aunque no sepas muy bien quién eres, que sepas que en mi corazón tienes tu casa”.

Y esto vale también para la Iglesia. Pues dentro de la Iglesia pueden encontrarse cristianos que no se sienten nada cómodos con el ambiente reinante, con el clima espiritual dominante en un determinado momento de la vida de la Iglesia. También ellos deben saber que tienen su sitio en el corazón de Dios, que la Iglesia (“tus altares, Señor del universo”) es su casa y su familia, aunque en esa familia, en ese momento, parezcan “raros”, desacordes y disonantes con relación a la “melodía” dominante en ese momento.

La Iglesia es la casa de todos aquellos que profesan la fe católica (el Credo), que celebran la divina liturgia conforme dice la Iglesia (y no como se le ocurra al “creativo” de turno), y que se esfuerzan por tener caridad con todos. Tal vez lo que ahora parece disonante es profético, porque la calidad de la obra de cada uno sólo la conoce Dios y será revelada “el Día que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego” (1Co 3, 13). El “Día”, que san Pablo escribe con mayúscula, designa obviamente la Parusía de nuestro Señor Jesucristo, su venida gloriosa al final de los tiempos, y el “fuego” se refiere al Espíritu Santo. Sólo Él sabe quien desafina más.