Interpretar un texto



De lo que es evidente no se habla, lo que se comprende solo goes without saying, no hace falta decirlo. Cuando abordamos un texto siempre está implícita esta pregunta: ¿qué es lo que para el autor era evidente y por lo tanto no lo ha dicho y en consecuencia está sobreentendido?

En esta verdad reside la dificultad principal, esencial, de cualquier interpretación de un texto. Porque las cosas que permanecen sobreentendidas, en razón de su evidencia, para el autor, no son en absoluto evidentes para el comentador; en consecuencia éste no las percibe en una aprehensión inmediata, como percibe el pensamiento expresado. Todo lo cual provoca una alteración de la tonalidad, incluso para lo que él ha efectivamente percibido.

Lo que es decisivo (y muy difícil) en la interpretación de un texto, sobre todo cuando este texto pertenece a una civilización o a una época extraña, es precisamente esto: captar las evidencias fundamentales que, sin estar expresadas, atraviesan la contextura de lo que se dice, encontrar esa clave musical invisible que gobierna lo que se dice explícitamente. Se ha llegado incluso a afirmar que la doctrina de un pensador es precisamente “lo que no está dicho en lo dicho” (Heidegger). Quizá es una fórmula un poco forzada. Pero su sentido está claro: si una interpretación no alcanza el fondo no-expresado, sub-yacente a las palabras de un texto, es siempre inexacta porque se le escapa algo de su sentido profundo.

(J. PIEPER, De l’élément négatif dans la philosophie de saint Thomas d’Aquin, en Dieu vivant, 30, p. 35)