María, al pie de la cruz












María,
estando hoy contigo al pie de la cruz,
he sentido con más claridad que nunca
que fue bajo la cruz
donde tú te convertiste en Madre nuestra.

Con la ternura con que toda madre de la tierra
procura cumplir la última voluntad de su hijo,
tú, que eras la esclava del Señor,
y que llevabas inscrito en tu ser y en tu vida,
de modo irrevocable,
el ser y la vida del Dios hecho hombre,
recibiste a tus hijos en tu corazón,
al precio de tus amargos dolores
y de la sangre de tu corazón.

De este modo acogiste a cada alma para la vida nueva.
Tú conoces las heridas y los sufrimientos
de cada uno de nosotros;
tú conoces también el esplendor del Cielo,
que el amor de tu Hijo
quiere derramar sobre cada uno de nosotros.


Guía, pues, con cuidado, todos nuestros pasos,
tú para quien ningún precio es demasiado elevado,
con tal de conducirnos al Cielo.



Santa Teresa Benedicta de la Cruz