es por tu causa,
porque nunca he renegado de ti.
¡Oh, Alegría! Bien sabes tú que, si grito tan fuerte,
es por tu causa,
porque aún escucho tu llamada.
Y bien lo sabes, ¡oh, Alegría!, que, si me encabrito ante el horror,
es por tu causa,
porque no he olvidado tu sonrisa.
Sin tu cercanía, el mal me parecería absolutamente normal
y la muerte no resultaría amarga.
Pero tú estás conmigo,
aunque tu ausencia me acompañe por todas partes.
Tú estás conmigo,
aunque tu silencio se eleve por encima de sus voces.
Esposa mía, arrebatada repentinamente a mis ojos,
pero dibujada siempre bajo mis párpados.
Mi niña desparecida: cualquier realidad se convierte en un velo
que me la recuerda y me la esconde.
¡Oh, Alegría! Mi punzante aguijón, mi celosa pasión,
amante mía que cercena todas mis satisfacciones
como si fueran concubinas falsas y embrutecedoras.
(…)
Aquí y ahora,
de pie,
aun al borde del precipicio,
en este preciso instante de horrible oscilación,
en esta enorme arcada sobre el columpio del terror,
¡Oh, Alegría!,
yo te espero.
(Palabras de Job en la obra de Fabrice HADJADJ, Job o la tortura de los amigos, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2015, pp. 69 y 71)