1 de diciembre de 2024
(Ciclo C - Año impar)
- Suscitaré a David un vástago legítimo (Jer 33, 14-16)
- A ti, Señor, levanto mi alma (Sal 24)
- Que el Señor afiance vuestros corazones, para cuando venga Cristo (1 Tes 3, 12 - 4, 2)
- Se acerca vuestra liberación (Lc 21, 25-28. 34-36)
- Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf
Cada vez que celebramos la Eucaristía, cuando Cristo, el Señor, se acaba de hacer presente entre nosotros, exclamamos llenos de agradecimiento y de alegría: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven Señor Jesús!”. Y después del Padrenuestro el sacerdote realiza una oración que termina diciendo: “Mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Señor Jesucristo”.
Estas palabras nos recuerdan el contenido de nuestra esperanza. La Iglesia, al final y al principio del año litúrgico aviva en nosotros la conciencia de esta esperanza, tal como lo hacen las lecturas del día de hoy. El tiempo de Adviento posee un doble carácter. Por un lado es un tiempo de preparación a la Navidad, en el que recordamos que Dios cumplió sus promesas al enviar a su Hijo “nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la condición de hijos” de Dios (Ga 4,4-5), y por otro lado es el tiempo en el que nos preparamos para la única promesa que el Señor todavía no ha cumplido: “la gloriosa venida de nuestro salvador Jesucristo”. El denominador común de estos dos aspectos es la esperanza: esperanza ya realizada en el caso de Navidad y esperanza todavía por realizar en el caso de la Parusía o segunda venida de Cristo.