Orantes

Con frecuencia somos testigos de que creyentes y no creyentes se acercan para presentar sus inquietudes, sus necesidades y sufrimientos. Cuando experimentan la impotencia, llaman a la puerta de aquellos que saben que oran y que también rezan por ellos; acuden a aquellos que saben que no solo escuchan sus sufrimientos, sino que hacen suyo el dolor y se lo presentan a Dios con la fe y la esperanza puesta en Cristo Resucitado y en su victoria, que es nuestra victoria.

“Este es el que ama a los hermanos, el que ora mucho por su pueblo…”, reza el responsorio del Oficio de Pastores. ¡Ama a sus hermanos el que ora por ellos!...

Quizá la mayor miseria de este mundo sea la de no poder reconocer la ausencia de Dios como ausencia. Hoy muchos languidecen por la falta de Cristo, y sufren la peor de las enfermedades: han perdido el gusto por vivir.

En medio de este mundo que trata de desterrar, de eclipsar a Dios, hacen falta más que nunca orantes. Como escribía santa Teresa Benedicta de la Cruz, también hoy “vivimos en una época que necesita con urgencia de la renovación que surge de las fuentes escondidas de las almas unidas con Dios. Hay mucha gente que tiene puestas sus últimas esperanzas en estas escondidas fuentes de salvación… Por eso tenemos que vivir en la certeza de la fe, de que lo que el Espíritu de Dios obra escondidamente en nosotros produce sus frutos para el Reino de Dios”.

Los orantes son como grandes corrientes subterráneas… Su presencia silenciosa se delata por la vida que hacen florecer y que nutren en lo escondido.

La oración mantiene encendida la llama de la fe en la propia vida a la vez que se hace una con el grito de Jesús ‘effetá’ (Mc 7, 34) implorando la salvación de todos los hijos de Dios que Él nos confía. La oración es fuerza que, en silencio, sin hacer ruido, se extiende por el mundo para que responda al designio de Dios, y su Reino de amor florezca entre nosotros.



Autora: Madre Verónica María
Título: Que ninguno se pierda
Editorial: Instituto Iesu Communio, La Aguilera, 2022, (pp. 45-46)