Purificarse para orar



No se puede contemplar a Dios con los ojos contaminados por el mundo.

No es posible alabarlo y hablar con Dios con los mismos labios que profieren palabrotas, que mienten, que murmuran, que difaman y que hasta calumnian.

No se puede escuchar a Dios con el oído que se complace en escuchar chismes, sucias historietas, palabras que ofenden al Señor.

Ya que los ojos deben ser claros, reflejos de un alma limpia y de un corazón puro.

Los labios deben bendecir incluso a aquellos que nos maldicen.

El oído debe estar atento a la Palabra y a la llamada del Rey y Señor nuestro.

Por ello, Señor, purifica mis ojos para que puedan contemplarte. Para que mi mirada no esté distraída por las vanas cosas del mundo y, menos aún, para que mis ojos se enturbien en la impureza.

Purifica mis labios, mi boca, como purificaste la boca de tu profeta, para que hable de ti y contigo.

Purifica mi oído para que pueda escucharte cuando me llamas aunque el ruido del mundo quiera cancelar tu voz.

Purifica mi corazón para que con prontitud responda a tu llamada. Purifícalo para que sea humilde y manso como el tuyo, y haga siempre tu voluntad. Para que ame como tú quieres que se ame.

Purifica todo mi ser en la llama de tu Divino Amor para que pueda yo arder de amor y llevar este fuego a los demás.

Amén.